Eleonora vivió siempre más rápido que lo que su tiempo
suponía. No terminaba algo y ya estaba pensando en que iba hacer a
continuación, y a continuación y a continuación. Su vida no estaba en el hoy,
se desplazaba por el futuro como pez en el agua. Armaba las cosas pero nunca
llegaba a disfrutarlas o vivirlas a pleno, su mente ya estaba trabajando
frenéticamente armando su próximo paso, su meta siguiente. Siempre decía que no
había podido vivir todo aquello que le había ocurrido en la vida por estar
pensando en el futuro. Cuando sintió el dolor agudo en el pecho no dudó ni un
instante. Sabía que le estaba sucediendo y que le iba a ocurrir. Se acomodó
mansamente en el sofá del living, miró las luces de la ciudad que comenzaban a
encenderse y cerró los ojos.
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Jhon conducía a más de la velocidad prudente. El viento le
daba en la cara y sentía el fresco de la madrugada mientras miraba el placer
que le aguardaba sentada en el asiento del acompañante. Noelia era la imagen de
la perfección. Era de esas figuras que se admiran en las revistas de moda y
hasta se llega a pensar que no existen, que simplemente son un invento de un
fotógrafo profesional y la magia de la técnica digital. Sin embargo allí estaba,
compartiendo esa noche loca con él. Con su pelo volando en el descapotable que
Jhon conducía velozmente por la costanera. Las olas golpeaban con fuerza contra
el murallón y la luna se escondía, pudorosa, tras unas nubes que comenzaban a
tomar un reflejo dorado. El sol se preparaba para hacer su aparición. Habían
bebido más de la cuenta, pero eso formaba parte de la diversión. Ambos estaban excitados.
Ambos extremadamente deseosos. Noelia estiró su mano hasta la entrepierna del
joven y acarició con fuerza la zona, Jhon la miró dejando escapar una risa
sonora, cristalina. Cerró los ojos por un instante para disfrutar las caricias
de la muchacha. El auto derrapó y se desplazó, por la velocidad que traía
golpeó con el terraplén y se levantó hasta estrellarse contra un robusto árbol,
de los muchos que adornaban la costanera.
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Ernesto hacía tiempo que había enviudado. Su compañera de
toda la vida, Marga, había enfermado y todo había sido en vano, cuando lo
descubrieron, el mal, estaba ya muy avanzado y no se pudo hacer nada. Él vivía
solo para recordar los momentos pasados. El hoy ya no tenía sentido, en
realidad, para su forma de ser nunca había tenido sentido, el hacía aquello que
su mujer le indicaba, viajaba o pasaba largas horas recorriendo el jardín,
tomando sol. Pero en realidad en ese momento no sentía nada. Luego, cuando
miraba las fotografías o recordaba los momentos pasados sentía ese regusto que
le traían las cosas pasadas. Disfrutaba recorriendo las viejas fotos. Solía
pararse por largo tiempo frente a pequeños adornos y recordar el momento en que
ella lo había escogido y hasta habían discutido por el modo de traerlo a casa.
Sonreía.
Lo encontraron caído frente al modular, tenía en la mano un
retrato de ambos cuyo vidrio se había astillado al golpear con el suelo. El
diagnóstico fue una rotura de un aneurisma de aorta. Sorpresivo.
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Estaban el uno a continuación del otro
Como si se hubieran puesto de acuerdo formaban una prolija
cola frente al mostrador de admisión. Habían llegado casi simultáneamente.
Apenas unos segundos de diferencia que hizo que ocuparan sus puestos en la
fila.
Allí aguardaban. Nunca habían estado en ese lugar pero los
tres sabían que iba a suceder.
Se abrió una puerta en un rincón y por ella entro un ser
indefinido. Según como se lo mirara parecía obeso pero sin embargo su delgadez
a veces impresionaba. Sonreía pero su seriedad imponía respeto. Su barba blanca
y larga se perdía en un rostro infantil iluminado por una luminosidad que no se
sabía de donde venía.
Mediante una seña le indicó a Eleonora que se acercara.
La mujer camino con decisión. La miró de arriba abajo y sin
esperar respuesta largó:
-
No has vivido por pensar siempre en el futuro,
no has disfrutado de ninguna de tus cosas por apurar tus pensamientos en busca
siempre de algo más. ¿tienes algo para decir? –
-
Pero fui feliz.
-
¿Eh? –
-
Si… fui feliz… no podría haber vivido de otra
manera… el placer no estaba en hacer las cosas sino en planificarlas… armar
proyectos era mi manera de estar viva… cuando se realizaban todo acababa, así
que tenía que tener listo otro nuevo… eso siempre fue lo que me hizo feliz…
¿Podes entenderlo? –
-
Si… si, claro –
Hizo un gesto y la puerta se abrió y ella entró, ya estaba
intrigada hacia donde la conduciría ese nuevo destino.
Jhon se acercó sin necesidad de que le hiciera seña. Era un
tipo de mundo. Estaba acostumbrado a moverse con desconocidos. Siempre había
que tomar la delantera. La vida se vivía así, de un sorbo.
-
¿Qué hay viejo? ¿Cómo es este juego? –
El ser, hombre, mujer, algo, lo miró con cierta
condescendencia, sin mirarlo habló y su voz resonó con reverberaciones
extrañas.
-
Has vivido al límite… has disfrutado cada minuto
de tu vida… has pensado solo en el hoy… para ti no hubo pasado ni futuro, solo
el hoy… no has tenido más que un día de vida… ¿Tienes alg…?
-
¡Vamos viejo! No me vengas con esa… Si, viví un día,
uno a la vez y fui feliz disfrutando al máximo cada instante… ¿Me podés
reprochar el pasarla bien?... Nunca me atormentó el pasado, nunca me preocupó
el futuro… viví el presente… pero entendiste VI-VI y la pasé bien –
-
Tienes razón y no voy a decir lo contrario –
Y mientras hablaba hizo un gesto con la mano y la puerta se abrió.
Jhon entro calmadamente mientras buscaba en donde estaba la barra.
-
Y tu –
-
¿Quién, yo? –
Ernesto se asustó. La forma en que le hablaba lo amilanaba.
-
Sí, claro ¿Acaso hay alguien más? –
Ernesto se acercó con recelo. Antes de que llegara el… el…
bueno quien fuera comenzó a hablar…
-
Tu vida quedó anclada en el pasado… nunca
viviste el hoy.. nunca pensaste en el futuro… pasaste tu tiempo revolcándote en
los vapores del recuerdo –
-
Es cierto, eh, señor… Mi felicidad fue el
revivir tantos momentos que viví, una, dos, tres veces o tantas cuanto
quisiera… No necesitaba más… Revivir esos momentos, volver a paladear los
sabores, los viejos olores, los deslumbrantes colores… que mayor felicidad se
puede pedir… viví la vida en el pasado, y la viví muchísimas veces, tal vez he
vivido más que nadie… No perdí a mi esposa… siempre estuvo conmigo… ¿Puede
entender esa felicidad? –
No había terminado de hablar y ya la puerta estaba abierta.
Esteban caminó hacia ella con lentitud y de pronto vio que del otro lado lo
estaba esperando Marga… sonreía… y ¡Que hermosa era su sonrisa!.
Ya no quedaba nadie.
Se sentó y estiró sus piernas.
Un ser alado le extendió un mate recién cebado.
Lo tomo entre ambas manos, los ojos perdidos en un horizonte
que no existía. Giró su cabeza y miró a su ayudante.
-
Es evidente que los tres vivieron su vida…
fueron felices a su manera… y ¿Cuál es la condición? Precisamente ser feliz…
Entonces ¿Quién tiene razón? –
Le dio una chupada al mate y continuó.
-
Desde hace no sé cuánto tiempo vienen hinchando
con el Carpe Diem, vive cada día, no pierdas tu tiempo, tanto que hasta yo me
lo creí… y es evidente que es solo una parte… un trocito… útil para algunos,
inútil para otros… Hermano –
-
¿Siiii… Señor? –
- Dame otro mate… para no quedar rengo ¿Sabés? –
Revoleó una supuesta capa que provocó un remolino entre las
nubes que se movieron haciendo olitas, hizo gorgotear el mate, lo dejó sobre…
eh... algo, y se marchó por el mismo lugar por donde habían partido los otros.
Mientras caminaba iba murmurando por lo bajo algo sobre el
pasado, el presente y el futuro… Finalmente levantó una mano y se le escucho
decir…
-
Bah hh… ¡Que se yo!... –
Nota: La imagen corresponde a un dibujo de Diego Colonna hecho a los 13 años sobre un pupitre de su colegio. Fue un regalo que el Colegio guardó hasta que gente de mantenimiento lo borró sin preguntar.
Vivir cada cual a su manera pero con felicidad, esa palabra tan simple y tan difícil de alcanzar, pero como lo expresas cada uno es feliz a su manera y es lo que importa.
ResponderBorrarPor sobre todas las cosas respetar la decisión del otro... cada uno sabe que es lo mejor para su vida... Los cartelitos y los sesudos consejos no son más que frases de moda. la palabra secreta y mágica es RESPETO. Gracias Mirta por tu comentario.
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