UNA Y OTRA VEZ
Caminó lentamente esquivando distraídamente las sombras que
se estiraban sobre la acera.
Llego hasta la esquina donde se habían visto por primera vez
y se detuvo cerrando los ojos.
Algo parecido a la angustia lo rodeaba como un fantasma. ¿Un
recuerdo? ¿Un sueño perdido?
Sacudió su cabeza como queriendo quitárselo de encima.
Hizo señas y un taxi se detuvo.
Le indicó la dirección y se dejó caer en el asiento como si
algo le pesara cabalgando sobre sus hombros.
Cuando llego se dirigió sin dudar hacia el ascensor.
A medida que subía los puentes del Sena se iban
empequeñeciendo. Sonrió. Quizás era justamente un signo.
Llegó al segundo tramo y salió para dirigirse hacia la
baranda desde donde contempló los perfiles de Paris, ese París donde, antes de
su partida, repitió casi con desesperación “nos veremos”.
Lo repitió una y otra vez, pero sabía que era nunca más.
Se quedó mirando sin ver hasta que llegó el atardecer.
Comenzó a sentir frio, un viento suave había comenzado a
soplar.
Simplemente dejó la flor que había traído en un costado y
tomó el ascensor que lo llevó hasta la base.
Las luces comenzaban a encenderse.
Su sombra se prolongó y luego se fue diluyendo hasta desaparecer.
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