EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.
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miércoles, 15 de julio de 2015

LA VERDAD DE LAS COSAS V

Voy a contar una historia. Una historia real. Una historia que atañe a todo el mundo pero que pocos conocen por ignorancia o por mala información.
Hace unos cuantos años atrás el médico fisiólogo y premio Nobel, Bernardo Houssay, escribía en su libro sobre fisiología humana. Hay dos tipos de colesterol. El endógeno y el exógeno. El que el organismo produce y el que ingresa al organismo a través de la dieta. Hay un balance entre ambos para mantener valores estables de este lípido imprescindible para una cantidad de funciones fundamentales para el buen funcionamiento del organismo, de manera que sus valores se mantengan estables.
Hace cuarenta años un médico y fisiólogo japonés determinó que los niveles de colesterol en el organismo no incidían en ninguna patología, sino que una alteración en la pared de las arterias hacía que este lípido entrara en su espesor y allí quedara atrapado. Su transporte hacia los tejidos no podía realizarse por una falla enzimática o del proceso químico, lo que hacía que se formaran los temibles ateromas, que eran los culpables de las obstrucciones vasculares.
Los laboratorios nunca pudieron encontrar un medicamento que resolviera este inconveniente pero si lograron drogas que disminuían el colesterol en la sangre. Frente al conocimiento que ya teníamos era evidente que esto siempre fue un absurdo, pero también descubrieron que era un negocio extremadamente productivo y dirigieron toda su publicidad a hacer creer que el colesterol era el gran enemigo. Tanto hicieron que hasta convencieron a los médicos de que esto era así y, de esta manera, consiguieron los efectores más perfectos para sus planes.
Hace diez años atrás yo padecí de un evento cardiológico, en buen cristiano esto significa que tuve un infarto en el miocardio. Yo hice el diagnóstico y recurrí a los especialistas para mi adecuado tratamiento. Me salvaron la vida porque, dos días después, el infarto me produjo un bloqueo aurículo ventricular con lo que mi corazón fue latiendo cada vez más lentamente hasta llegar a los 20 latidos por minuto. Consiguieron revertir el cuadro y desde entonces, hasta la fecha, no he vuelto a tener ningún tipo de sintomatología y desde, el punto de vista científico, los exámenes han dado una recuperación perfecta.
Pero es aquí donde viene lo tragicómico de la situación. En primer lugar digamos que he sido atendido por un número bastante considerable de colegas que tomaron sus decisiones. Mientras estuve internado me hicieron más de una historia clínica y fui interrogado varias veces por los residentes, o sea aquellos que están aprendiendo a actuar como médicos de una especialidad y tienen bien frescos los conocimientos que les impartieron en la facultad. Ninguno, ni los unos o los otros, realizaron la anamnesis con la minuciosidad o la profesionalidad debida.
Hete aquí que siempre he cumplido con las normas médicas que yo mismo solicitaba a mis pacientes y constantemente me he realizado controles de laboratorio periódicos. Nunca tuve niveles elevados de colesterol. La relación LDL/Colesterol total dio siempre valores fuera de riesgo. El peso, que en ese momento tenía, estaba totalmente de acuerdo a mi altura, de acuerdo a las reglas médicas (totalmente erróneas, pero vigentes), y con mi esposa, caminábamos entre ocho a diez kilómetros, tres veces por semana. Más aún, como frente al estrés de la cirugía había notado una levísima tendencia a un incremento de los valores de la tensión arterial, decidí, por mi cuenta, realizar un electrocardiograma de esfuerzo, que dio como resultado una total normalidad y sin riesgos de isquemia posibles.
Consecuencia, nadie pudo explicar el motivo de mi infarto. Lo atribuyeron a demasiado trabajo, al estrés de mi actividad (el infarto se produjo justo cuando iniciaba las vacaciones) y me mandaron a que disminuyera todo tipo de ingesta de colesterol y hasta me medicaron para ese fin. (¿?)
Estando internado descubrí una realidad que no había experimentado ni me lo habían enseñado en tantos años de médico. Hay una gran mayoría que habrán observado, y protestado, lo que es la comida de hospital. Mi razonamiento fue diferente. Aquí estoy para resolver mi problema. Si esto es lo que me traen para comer quiere decir que esto es lo correcto. Indudablemente yo estoy comiendo mal, fundamentalmente en cantidades inadecuadas. Cuando me dieron el alta decidí seguir con la misma conducta. No me costó demasiado trabajo y, al margen de comer sin sal, sin alimentos con grasas, y en una cantidad adecuada adelgacé quince kilos en un tiempo relativamente rápido y descubrí que había vuelto al peso que yo tenía cuando mi edad era de 25 años. Con lo que descubrí dos cosas fundamentales. Una: No es cierto que con la edad uno deba incrementar su peso. Dos: Que manejamos muy mal la comida, la transformamos en un centro que no debe ser y que su función es solamente mantenernos con salud y sin hambre. Nuestra metas tienen que esta dirigidas hacia otros universos.
La sorpresa fue cuando realicé los análisis que hacía de rutina y encontré que mi colesterol había descendido a valores alarmantes, estaba en lo que se conoce como una hipocolesterolemia, que también es una patología y que no es buena de ninguna manera. Cuando lo comenté con el especialista insistió en continuar con la medicación. Como voy al médico para hacerle caso y no hacerle perder su preciado tiempo, decidí aumentar mi dieta grasa, de allí las porciones de torta que me suelen ver comer. Lo que no saben es que es la única porción, el resto de la comida sigue siendo la misma, la cantidad otro tanto y el ejercicio, la caminata, exactamente igual. Con lo que llegamos a la tercera conclusión: haciendo bien las cosas se puede comer el régimen rico y variado sin ningún inconveniente. Aclaro que desde el 2005 a la fecha, estoy exactamente en el mismo peso.
Pero lo interesante es que nadie supo nunca el porqué de mi infarto. Cuando me hacían la historia clínica quedaban mirándome sin entender que era lo que había sucedido. Y lo que es peor, nunca se preguntaron en que se estaban equivocando. Yo si lo sabía pero dejé que lo descubrieran por sus propios medios, cosa que hasta este momento nadie ha hecho.
Pocos saben que muchos de los accidentes vasculares obstructivos, cardíacos, cerebrales, pulmonares, mesentéricos, etc., no tienen relación alguna con el colesterol sino con placas de calcio que se depositan en las paredes de las arterias y allí permanecen sin traer problemas hasta que alguien las sacuda, las rompa o se desprendan y así vayan a ocluir arterias más pequeñas.
Y eso fue lo que me ocurrió. La mayoría de mis arterias están calcificadas (lo dijo el médico que me hizo la arteriografía y al que nadie escuchó) y la taquicardia que me produjo la epinefrina de tres anestesias odontológica continuadas que se me había practicado dos días antes. Las dos cosas, azarosamente unidas, fueron las causantes del episodio que lógicamente tenía que ocurrir. Nadie preguntó sobre ese punto. Está en el protocolo del interrogatorio, pero se lo saltaron olímpicamente y nunca nadie volvió a preguntar dando, por descontado, que era el perseguido y malhadado colesterol, el malo de la película, y que, en realidad, es el “perejil” de la historia. El pobre colesterol cumple su función lo mejor que puede, mantiene el equilibrio que el organismo necesita y sufre una persecución implacable sin pensar en el daño que se está produciendo, por conveniencia de los benditos laboratorios, que nos contaron el cuento de caperucita roja y nosotros lo creímos a pie juntillas.
¿Por qué ocurre todo esto? Simplemente por la medicina “fast” que estamos practicando. Y esto es por la enseñanza “fast” que brindamos a nuestros jóvenes desde la escuela primaria hasta la universitaria. ¿Estimulamos el pensamiento, el razonamiento, la curiosidad? Por supuesto que no. las cosas son y no se discuten.
Lo primero que aprendí cuando inicié mi carrera fue que “no existe la ley de autoridad”. Porque lo haya dicho quien lo haya dicho, por más laureles que tenga, no tiene por qué ser cierto. Siempre hay que plantearse la duda. Siempre hay que darse la alternativa a descubrir una ruta diferente. Eso es lo que hace a esos individuos que marcan la diferencia. Porque los hay, por suerte genéticamente todavía quedan seres humanos que tratan de pensar, que no se conforman con lo que le dicen, que no se amilanan ante las medallas que luce un individuo sobre su fastuoso pecho. La historia nos ha enseñado que las verdades de hoy son las mentiras de mañana.

Ojalá hubiera muchos que se detuvieran, tan siquiera un momento, a pensar en lo que están haciendo y lo que están logrando. Poderoso caballero es don dinero… ¿Pero hasta dónde?... Hace mucho tiempo se dio una película, de la época del neorrealismo italiano, que se llamó “Bisturí, mafia blanca”. Y en el final el médico, que se había dedicado a lucrar indecentemente con su profesión, descubre que está enfermo. Angustiado habla por teléfono con su madre y le dice: “¡Mamá… estoy enfermo!”, a lo que la madre le responde “Hijo, con el dinero que tú tienes puedes hacerte atender por el mejor”. Y entonces el exclama: “Si… ¿Pero con quién?”.

miércoles, 27 de mayo de 2015

COSAS QUE PASAN

Miró a su compañero e hizo la seña habitual. El otro asintió.
Respiró profundamente y se dispuso a seguir con los pasos correspondientes.
Atravesó la puerta que quedó hamacándose, yendo y viniendo, y fue a tomar un café en la sala vecina.
………………………………………………………………………………………..
Entró al cajero y colocó su tarjeta. Presionó los botones marcando la clave y realizó la transacción. En realidad intentó realizarla porque aparecieron unas letras grandes y blancas que rezaban: “lo siento, no hay dinero disponible”.
Insultó por lo bajo y se dirigió al interior del banco. Buscó los números para clientes y tomo uno. Miró en el cartel: 135, él tenía el 172. Se sentó y esperó pacientemente. Luego de cuarenta y cinco minutos apenas le faltaban diez números. Finalmente le correspondió su turno. – Lo siento señor, si tiene tarjeta debe cobrar por el cajero - - Pero el cajero no tiene dinero - - Lo entiendo pero no hay otra solución – y el empleado del banco llamó al siguiente turno sin prestarle más atención.
Se fue sin entender nada. Era su sueldo. No se lo podían negar. De hecho su patrón había hecho el depósito, pero por una simple disposición y la falta de preocupación de algún funcionario, no podía disponer de lo que era suyo.
Recordó que muy cerca, a una cuadra y media, había otro banco que operaba con la misma red. Fue presuroso. Había dos cajeros. Uno externo y otro dentro de la institución. Se dirigió al que estaba dentro.   – Lo siento señor, este cajero es solamente para los clientes – Le explicó el guardia de seguridad del banco - ¿Puedo ir al de afuera? - - No funciona – exclamo y se alejó antes que le pudiera hacer cualquier otra pregunta.
Subió al auto desorientado. No estaba seguro qué podía hacer. Hoy tenía varios vencimientos pero tendría que pasarlos para la segunda fecha, claro más caro, pero no le queda otro remedio. No había andado treinta metros y un agente de tránsito le hace señas para que se detenga y estacione entre los conos. Un control de rutina. Trató de armarse de paciencia y esperó. – Buenos días señor… ¿Me permite los documentos? – Le alcanzó el registro, la cédula verde y la última patente – Necesito el comprobante de la verificación técnica - - Ehhhh… No… no la tengo…. Fíjese que está roto el espejo lateral… me lo rompió una moto… y no puedo conseguir el repuesto…por las trabas en la importación, y si no lo repongo no me aprueban – El agente, desde su casco pone cara de serio y le dispara – Es una falta grave… ¿Sabe que la multa por esto va de los $ 600 a $1400 ¿No? – Le falta hacer un guiño. Es fácil de comprender. Mete la mano en el bolsillo, saca uno de los pocos de 100 que le quedan y disimuladamente se lo pasa cuando el policía le devuelve el resto de los documentos – Gracias, oficial… es un problema – El hombre se corre y con autoridad hace frenar al tránsito para que él pueda salir. Necesita el espacio para enganchar a algún otro.
Se va insultando por lo bajo. El tránsito endemoniado lo obliga a concentrarse. De cualquier manera nota que está en la autopista en el máximo de la velocidad permitida y tiene un vehículo de alto porte pegado a su paragolpes trasero. El tipo de atrás le prende y le apaga las luces. No sabe si correrse y cederle el paso o esperar a que lo pase por la derecha. Pone la luz de giro para cambiar de carril. Los que conducen paralelo a él, al ver la luz aceleran y le ocluyen toda posibilidad de hacer el cambio. Se apuran y le cierran el camino. Espera con el otro casi empujándolo. Ve un hueco y se desvía para dejarle libre la vía, una moto de alta cilindrada, pasa a centímetros, rebasándolo por la derecha. Casi, casi. El de la moto, que viene como si fuera un corredor, se endereza y lo insulta. Finalmente consigue correrse y el monstruo pica con soberbia. Él le hace un fuck you que el otro no alcanzó a ver. Llega al peaje y con sumo cuidado se va corriendo nuevamente al carril de la izquierda. Tiene el sensor que le permite el paso directo y es la única vía habilitada. Nuevamente todos le cierran el camino. Finalmente consigue su objetivo. La barrera se levanta, obediente, y pasa sin inconvenientes, por el espejo ve que un motociclista se ha pegado a su paragolpes trasero y pasa junto con él. Evitó tener que pagar. Nadie dice nada.
 Llega a su trabajo, hace la señal correspondiente y se dispone a entrar en el estacionamiento. Oh, sorpresa, hay un auto estacionado en la entrada. ¡Dios! Todo los días lo mismo. Algunos que pasan a su lado lo insultan porque está obstruyendo el tránsito. Retrocede y estaciona junto al cordón de la vereda. Ahora tendrá que ver donde se metió el idiota que estacionó donde no debía. – Hola jefe… le cuido el auto, le cuido – aparece un “trapito”. “Trapito” es el nombre que se le da a un grupo de muchachotes que se paran en distintas cuadras y ofrecen cuidar el auto a cambio de unos pesos. Si no le das nada misteriosamente el vehículo aparece rayado. – Esperá que tengo que estacionar adentro… ese bolu me tapó la entrada… ¿Tenés idea a dónde fue? – Está adentro trajo a una vieja que no se podía mover - - Que lo parió… siempre lo mismo –
Cruzó la calle esquivando los autos que aceleraban amontonándose en una hilera interminable y se dirigió a mesa de entrada. – ¡Rosa! – llamó a una de las recepcionistas – Si, mi amor - - Te fijás quien carajo dejó  el auto mal estacionado… tengo que entrar – - Enseguida cariño –
Volvió a su vehículo y esperó. Después de un tiempo, más largo que lo conveniente, apareció un hombre que con ademanes bruscos subió al auto y con toda parsimonia se dispuso a moverlo. Le iba a decir algo pero desistió. Era algo tan frecuente que no valía la pena. Por otro lado seguro no le iban a pedir disculpas sino que, muy por el contrario, iba a tener una discusión.
Entró al estacionamiento y buscó donde dejarlo. Hizo malabarismos porque el único lugar vacío estaba semi tapado por alguien que había ocupado más de una cochera. Le quedaba el espacio justito. Por supuesto tuvo que bajar por la puerta opuesta porque la de su lado golpeaba con la del vecino.
Fue directo al vestuario. Saludó de pasada sin recibir respuesta. Y buscó la ropa para cambiarse. Había un pandemoniun de pantalones y casacas. Alguien había estado buscando antes que él. Por fin consiguió un pantalón que más o menos podía irle y una casaca acorde. Cuando fue a atar la cinta del pantalón estaba rota. – La gran puta… - busca una tela adhesiva y lo sujeta lo mejor que puede. La casaca le queda medio ajustada pero no importa.
Se sienta, busca entre la pila de botas descartables que han sido lavadas para reutilizarlas. Elije un par. Una tiene un agujero en la planta, pero, total no se ve. Busca un gorro. Barbijo, barbijo ¿Dónde corno están los barbijos? Finalmente encuentra uno. Se lo coloca. Como se le empañan los anteojos lo corre y deja la nariz afuera.
-          Buen día, buen día… ¿Qué tenemos hoy? –
-          Una vieja de m…. con más años que Matusalén… no sé para qué carajos la traen –
-          Dale, metele que estoy apurado, ya tengo como cuarenta esperando en consultorio externo –
Se sienta lee el diario mientras espera que le avise el anestesista. Lo llaman. Se dirige hacia el quirófano. Las puertas se abren y se cierran en un vaivén rítmico.
……………………………………………………………………………………
Terminó de tomar su café y se dirigió a la puerta que daba a la sala de espera. Se asomó y con la mejor cara que podía poner llamó con vos ronca y pausada. – ¡Familiar de la señora Altúvez! – Una mujer se levantó con la angustia pintada en su rostro.
-          Lo siento mucho… no toleró la anestesia… tenía demasiada edad… pero ustedes ya sabían que era riesgoso…  Lo siento… -
La mujer estalló en un llanto contenido. Un hombre se acercó y la abrazó consolándola.
-          Se hizo lo que se pudo ¿me comprende? –
-          Si…si… Gracias doctor… -
Cerró la puerta. Volvió al vestuario. Se quitó la ropa que arrojó en un rincón y cansinamente se fue por una puerta lateral a los consultorios donde se agolpaban una cantidad incontable de pacientes. En el camino se cruzó con un visitador médico. – Hola Doc… tenemos un producto nuevo…- - Bueno, después me lo presentás, ahora tengo un bolonqui espantoso - - Genial… Ah, no se olvide… el domingo tenemos partido ¿Eh? Visitadores contra médicos… le vamos a hacer cinco… ja, ja, ja - - Ya vamos a ver… ¡Che! ¿Quién hace el asado? - - El gordo Giménez, el anestesista - - Buenísimo… Yo llevo un vinito que me regaló un paciente… -
Entro al consultorio. Se colocó un guardapolvo que estaba esperandolo en el perchero. Se colgó el estetoscopio alrededor del cuello, abrió la puerta y con su mejor sonrisa exclamó:
-          ¡Señor Almirón! -



lunes, 3 de noviembre de 2014

CUANDO LA MUJER NO ES UN SER HUMANO

La mujer siempre ha luchado por sus derechos. Intereses de todo tipo, incluso de ellas mismas, hicieron que ocupara un lugar secundario en el reconocimiento de la sociedad.
Es en el siglo pasado que la lucha por ocupar un lugar como ser humano inteligente comienza a tomar forma, pero en la segunda mitad de ese increíble siglo XX, se inicia la gran revolución.
Las guerras que obligaron a las mujeres a tomar las riendas de su hogar y comprobaron que podían y la capacidad visionaria de muchos personajes (Mary Quant, Courrege, etc) hicieron que las jóvenes de entonces comenzaran a desafiar los convencionalismos y iniciaran un tiempo sin retorno.
Has recorrido un largo camino muchacha, rezaba el slogan de un cigarrillo, que más allá de que no estoy de acuerdo con los fumadores, definía muy claramente la lucha de todas, creciendo, madurando, aprendiendo a ser.
Recuerdo a una joven rebelde con la que discutía hasta donde debía llegar su pollera, y más allá de mis protestas la falda seguía subiendo totalmente desafiante. Tengo una foto de mi compañera de toda la vida, tomando agua de un grifo de plaza, con la cartera colgando hacia atrás para que no se le viera más de lo conveniente.
Recuerdo cuando caminábamos por algunos pueblos del interior y se daban vuelta o le decían cosas por utilizar un top, con los hombros y la cintura descubierta.

Me rio cuando se me presenta la imagen del grupo de chicas en minishort, los maxitapados que se abrían y dejaban asombrado al ascensorista del hospital, que no comprendía a dónde íbamos a parar si esas eran las futuras médicas.
Quedó para la anécdota cuando un profesor de Medicina Legal, absolutamente retrógrado como suelen ser los que se dedican a esta especialidad, hablaba enfáticamente de exhibicionismo, y mi mujer (entonces novia) trataba de disimular la mini que traía puesta tapándose con los libros.
Esa generación tozuda pero sana, fue la que abrió el camino para que todas las mujeres de hoy tengan la libertad y puedan expresarse sin problemas.
Aún quedan rezagos, aún quedan cosas por qué luchar, pero el camino fue abierto por aquellas personas que tenían algo en común. Eran inteligentes. Priorizaban la cultura y la educación por sobre cualquier convencionalismo y con esas armas pudieron enfrentarse a una sociedad pacata que las relegaba.
Hace un tiempo atrás tuvimos que vivir una situación que nos dolió, porque todos los que hemos luchado por los derechos de la mujer como ser humano, no como contrapartida del hombre sino como un igual, asistimos a una demostración de barbarie e ignorancia que echa por tierra todo aquello por lo que hemos venido luchando.
Voy a dejar en claro mi posición. Como médico no puedo más que estar a favor del aborto, un aborto científico, planificado y regulado con todos los medios que la ciencia nos brinda. El derecho de los padres a decidir, y en algunos casos de la mujer, su destino y el de su descendencia es algo que le compete solo a los que deben optar sobre su vida y todos los que opinan sin tener relación directa con el problema no entendieron  lo que dice el viejo dicho: “Los de afuera son de palo”.
He visto morir a muchas jóvenes que se sometieron a técnicas o tratamientos abortivos, ya que su decisión estaba tomada y lo iban a intentar de cualquier manera, totalmente peligrosos que terminaron con su vida y la de su posible descendencia.
Pues bien, mi esposa y yo asistimos a una manifestación de un grupo de mujeres proabortistas que habían decidido marchar hacia la Catedral para expresar su descontento y su oposición a las ideas absurdas que enarbolan los religiosos.
Hasta ahí estamos de acuerdo y apoyo su manifestación y hasta el sitio elegido.
Pero de pronto vemos una cantidad de individuos, de niñas-mujeres con las caras tapadas, cubiertos sus rostros con pañuelos como vulgares delincuentes. Y allí donde uno se pregunta ¿Qué es lo que están haciendo mal que se cubren el rostro? Sus demandas son correctas. Es más me han enviado un informe que demuestra científicamente que en el tiempo oportuno el aborto es legal y sin embargo actúan como si estuvieran haciendo algo mal. ¿Los cánticos? Creo que son palabras y las palabras así dichas, en una manifestación y como cantito son totalmente esperables. ¿Entonces qué?
Hasta que descubrimos donde está lo malo. Con aerosol han pintado los escalones de mármol y las columnas que hace muy poco tiempo fueron remozadas, pintadas, con el erario de todos los habitantes de la ciudad.

Pueden estas personas ser tan poco inteligentes, tan energúmenas que no se dan cuenta que sus derechos terminan donde comienzan los de los demás. Que agredir un bien público, y digámoslo como corresponde. La Catedral no es solo de la iglesia católica, es patrimonio histórico que nos pertenece a todos los argentinos, es el recinto donde descansan los restos del General San Martín, alguien mucho más grande que todas ellas juntas, y, como dije, agredir un bien público es un delito que debe ser castigado. No es represión. Es salvaguarda de nuestra sociedad. No se puede destruir un bien ajeno simplemente porque no estoy de acuerdo con sus ideas. Esto da pie a la contrapartida. De igual forma se puede proceder con ellas si se piensa lo contrario.
Y eso no está bien. Es cierto que son chicas, me refiero a pequeñas de edad y de mente, y no tienen idea de lo que es la democracia. Es cierto que no vivieron los tiempos duros de las dictaduras y como consecuencia no pueden entender cómo funciona el sistema. Es cierto que son niñitas malcriadas que creen que esa travesura que están haciendo las convierte en mujeres heroicas. Pero aun así no tienen derecho.
Es bueno que reconozcan que son inmorales y se tapen la cara. Pero con ese único acto ya desvalorizan todo lo que pretenden conseguir. Chapuceras. Imberbes irresponsables. Estropean todo lo bueno que los que tenemos elementos para exponer y discutir y obtener resultados, quedemos mal parados.

Yo sé que son ignorantes. Que no saben ni piensan. Que actúan como los simios por impulsos. Pero déjenme que me descargue. Porque lo malo fue que mi esposa y yo fuimos los únicos que levantamos la voz en contra de la barbarie y de la trampa feroz en que estas inconscientes estaban cayendo. Nadie, absolutamente nadie se quiso involucrar, ni siquiera la policía que estaba en la puerta del templo. Déjenme que les diga a estas mocosas que no son nadie y que lo único que lograron fue tirar hacia atrás del carro que con tanto esfuerzo muchas mujeres y muchos hombres, hombro con hombro, hemos venido llevando hacia adelante.

Qué pena, que tremenda pena que exista gente como esa porque muy posiblemente sean irrecuperables. Si a esta edad no aprendieron a querer a su Patria, y peor aún, a quererse a si mismas, no lo van a aprender jamás. Hay muchos vivos metiéndoles ideas cambiadas en su cabecita y ellas no son más que las idiotas útiles de aquellos que siempre se han burlado de todos nosotros.



domingo, 2 de noviembre de 2014

UNA CANCIÓN.. UN RECUERDO...


El día domingo, dentro de el reconocimiento a las colectividades que han compuesto nuestro querido país, le toco el Buenos Aires celebra a la colectividad italiana. No hay dudas que si bien este es un país de origen español se convirtió con la inmigración masiva de fines del siglo XIX y comienzos del XX en una sociedad netamente italiana. La mayoría de nuestros apellidos son peninsulares y desde la primera hasta la quinta generación seguimos teniendo la impronta de la bella Italia. Como final de fiesta de una reunión increíblemente espectacular (Lo van a ver en las fotografías que me armó Google de ese día) se presentó el grupo formado por la gente de más edad de la colectividad, y como símbolo le pusieron Gioia, o sea Alegría. Con un ímpetu y una felicidad maravillosa el grupo realizó demostraciones de bailes y finalizaron con lo que ellos llamaron el himno del inmigrante. Dos lágrimas corrieron por mis mejillas porque esa canción la escuchábamos junto con alguien muy querido, un italiano de Udine, el padre de mi compadre, con quien compartí infinitas conversaciones donde aprendí a conocer a Italia y su gente, historias de la guerra, sensaciones del inmigrante, Hoy quiero que escuchen la canción en la voz más dulce del cancionero itálico y permítanme que esto tambien sea un homenaje para Don Antonio, que, aunque no esté entre nosotros,

canta junto a mi esta bellísima canción.

viernes, 10 de octubre de 2014

LA PLAZA LIBERTAD

Tratando de encontrar información sobre la plaza Libertad me topé con este artículo del "Revisionista". Una obra que vale la pena leerla y que he transmitido textualmente. Honor al mérito, a ellos les pertenece este informe. Lo único que me corresponden son las imágenes.
"Todas nuestras antiguas plazas públicas guardan el primitivo nombre con que históricamente se las menciona, acompañado por el recuerdo del hecho o la causa que le dieran origen.  Una de ellas es la plaza Libertad, así denominada con la preposición y el artículo en el plano de la ciudad de Buenos Aires que publicara el ingeniero Felipe Bertrés, en el año 1822, vale decir, en días del ministro Bernardino Rivadavia, a quien el autor dedicaba su trabajo.  Hasta entonces, y desde antes de 1780, al lugar se lo había conocido como el “Hueco de doña Engracia”, porque, conforme con la tradición que lo ha venido repitiendo, tal era el nombre de la mujer, acaso de color, que allí habitaba con el recurso alertador y defensivo de algunos perros.  Como todos los grandes baldíos después transformados en espacios verdes para decoro de la ciudad y esparcimiento del vecindario, el hueco le entregaría a la plaza su enmarañamiento silvestre, exornado con las flores de la cicuta y las tupidas ramas del ombú.  Empero, con respecto a ella en realidad no sabemos el qué fecha el hueco comenzó a ser plaza, pues si consideramos las noticias de la crónica diarista caemos en la seguridad de que el lugar, todavía en 1870, de plaza no tenía nada más que el nombre, ya que no se lo había desprendido del antiguo pajonal ni del abandono en que se lo dejaba; situación que no se le conocería en su tiempo de plaza de carretas, dado que, como lo escribiera Wilde: “cuando la población comenzó a crecer y por consiguiente a extenderse la ciudad, las carretas que concurrían a la plaza Nueva (lo que hoy es el Mercado del Plata) fueron removidas al “Hueco de las Cabecitas” (1) o al de doña Engracia”.
Aquellas carretas procedían de los pueblos limítrofes, a los cuales regresaban una vez que sus dueños o encargados terminaban con la leña, frutas y otros productos destinados a su venta.
La obra de Torcuato de Alvear
Al lugar se lo encontraba por dos vías de obligado tránsito, ya se fuera a la Recoleta o a la plaza del Retiro.  Por la calle Libertad se daba con las Cinco Esquinas, en Juncal, y de ahí, por la que llamaban calle Larga (actual Presidente Manuel Quintana, cuyo nombre anterior fue el de República), se concurría a Palermo y a las fiestas que, llegando el mes de octubre, se realizaban en homenaje de la virgen del Pilar y de San Pedro de Alcántara, levantándose las tiendas de atención al público frente al cementerio, en todo lo largo y ancho de la calle Junín.  Por la de Charcas se marchaba al encuentro del ruedo taurino, así como, libremente, al terreno donde practicaban sus ejercicios ecuestres los granaderos de San Martín.  Precisamente en la segunda Invasión Inglesa, por esta calle, como también por la de Santa Fe, y a la conquista del baluarte principal de los defensores, que era el edificio de la plaza de toros, entró una de las columnas al mando del general Samuel Achmuty.  Sin embargo, la plaza Libertad, hasta más allá de los días de 1880, no fue punto de renovadas concurrencias.  Con los altos yuyales y la variedad de alimañas que le traspasara el hueco de doña Engracia, igualmente le quedaban las amenazas del delito para quienes por allí se aventuraban atemorizados entre las sombras de la noche.  Al respecto informa una noticia de “La Prensa” del 21 de noviembre de 1870: “En vista de los frecuentes crímenes que se cometen en la plaza Libertad, el comisario Seguí resuelve poner un vigilante hasta las 10 de la noche en el lugar, a fin de garantizar la vida de los transeúntes.  A esa hora será relevado por un sereno”.  Dos meses más tarde, el 20 de enero de 1871, se colocaban en la plaza 8 faroles de gas, y de la apariencia que presentaba en 1882 nos da cuenta este párrafo: “Igual aspecto de desolación y tristeza ofrece la plaza de la Libertad, con una estatua de Alsina de proporciones absurdas: no vi nunca cosa más detestable”.  Así nos lo dice en “Memorias de un viejo” el doctor Vicente G. Quesada, bajo el seudónimo de Víctor Gálvez.  Digamos nosotros, a título informativo, que la estatua del doctor Adolfo Alsina, obra del artista Millet Aimé, quedó inaugurada en esta plaza de 10.276 metros cuadrados, el día 1º de octubre de 1882.
Por lo general, siempre se lo ha recordado a nuestro primer intendente municipal, don Torcuato de Alvear, más en lo oral que en lo escrito, como el empeñoso urbanista que hizo posible el proyecto de apertura de la Avenida de Mayo.  Sin embargo, don Torcuato realizó también numerosas como importantes obras, que cambiaron radicalmente el aspecto deplorable que presentaban ciertas zonas de la ciudad.  Procedió a cegar los “terceros”, como se los llamaba a los arroyos formados por las aguas servidas y las pluviales, que obstaculizaban las comunicaciones entre los puntos de mayor movimiento comercial, ya que aquellos profundos cauces corrían por las arterias denominadas Chile, Libertad, Viamonte, Suipacha, Córdoba Maipú, etc.  Se preocupó, hasta verlo realizado, por el pavimento y arbolado de no pocas calles y avenidas; embelleciendo al transformarlas por completo, las plazas Constitución, General Lavalle y Once de Setiembre, delineando y formando, con amplio sentido de la estética, los jardines de la Recoleta, y contribuyendo al engrandecimiento de los otros, nombrados Zoológico y Botánico, en sus actuales puntos de Palermo.  Y en cuanto tocaba a la plaza Libertad, puede leerse en el Censo de la Capital Federal levantado el 15 de setiembre de 1887: “Durante la administración del intendente Alvear sufrió una transformación fundamental todos los frondosos árboles que hasta entonces tenía, fueron sustituidos por jardines colocados a un nivel mucho más bajo del suelo, en locales construidos al efecto”.  Son los mismos “parterres” dispuestos en forma de trapecio circular; las cuatro bandejas embellecidas, si no por la excelencia de las flores, por lo simétrico del dibujo, que se realzaban, en unas, con los hilos de agua de la fuente, y en otras, con lo decorativo de la estatuilla de cosa helénica que le conocimos en aquellos tiempos de la jardinería artística, que ganaba la admiración de todos, porteños o foráneos, por la nota ricamente original
El escenario del 90
En la historia de cada una de nuestras viejas plazas, sobran las páginas relacionadas con los estampidos del fusil, los antecedentes y consecuencias de los choques que originaron los duelos ensangrentados.  Y la plaza Libertad, acaso, cuenta con el mayor número de víctimas; algunas, de la bayoneta, pero las más, de la carabina y el cañón.  La revolución que se produjo en la ciudad de Buenos Aires en la madrugada del 26 de julio de 1890 resonó sus fuegos de artillería entre los ámbitos de las plazas general Lavalle y Libertad.  En la primera, los revolucionarios civiles y militares fortificados en el Parque de Artillería (actual manzana del Palacio de Justicia); en la segunda, las tropas de las fuerzas gubernamentales, imposibilitadas de avanzar, acribilladas por la fusilería de los cañones.  Repetidamente se ha recordado que en el momento de entrar en la plaza, por la calle Cerrito, fueron contenidas por el fuego nutrido que se les hizo desde el cantón “Buenos Aires”, levantado en la ya desaparecida esquina sudeste de Lavalle y Cerrito, quedando junto a la calle Charcas el tendal de muertos y heridos, entre ellos el caballo de montar del ministro de Guerra, general Nicolás Levalle.  Los soldados, sorprendidos y repentinamente atemorizados por un enemigo que los atacaba sin dejarse ver, rompieron el orden y se desbandaron.  Fue entonces cuando se desenvainaron las energías filosas del general Levalle, quien, secundado por algunos oficiales, y a cintarazos repetidos, alcanzó a reunirlos en el centro de la plaza; y allí hizo que la banda ejecutara las notas del himno patrio, con el fin de recobrar los ánimos y templar los corazones.  La reacción fue instantánea, viéndose en varios de los militares el impulso del coraje que se les iba con las lágrimas.  El general Levalle diría años más tarde, recordando el hecho: “Cuando vi que a los chinos se les coloreaban los cachetes y apretaban los dientes, dije a los oficiales: Ahora la victoria es nuestra; sólo es cuestión de tiempo”.   Ya por la hora del mediodía, la iglesia de las Victorias quedó convertida en hospital de sangre, y una de las salas de la casa de don José Luis Amadeo, de Paraguay 1162 (aún existente), en despacho del vicepresidente de la Nación, doctor Carlos Pellegrini.  En la revolución del 90 hubo acciones y mártires de epopeya, y en la plaza Libertad, cuadros impresionantes que no hubiera desdeñado el pincel del mismo Goya.  “Después de la medianoche en ambos campos reinaba un silencio fatídico”.  Desde el parque –seguimos al doctor Juan Balestra, que presenció de muy cerca los acontecimientos- se oía cierto ruido metálico, agrio y trepidante, que venía del campo enemigo; se calculó la construcción de trincheras; pero provenía de la carretilla con que eran transportados los cadáveres a la plaza Libertad.  Su número, que nunca se precisó, fue calculado en 150, proporción –sobre el número de 300 y pico de heridos- sólo explicable por el fuego de la artillería, casi a boca de jarro”.  “Allí cerca, abandonada, la carretilla transportadora, cargada todavía de cuerpos con rigideces trágicas”.  Al pie de la estatua de Alsina, una gran pila cubierta con lonas, que, al inquirir el doctor Juárez, descubrió Levalle por una punta, mostrando los cadáveres estibados”.  Fue entonces cuando el presidente de la Nación, doctor Miguel Juárez Celman, dejó oír esta exclamación: “¡No hay satisfacción del poder que compense tanto horror!”  Y cabe recordar que fue en la residencia del señor Amadeo donde el entonces coronel Ignacio Garmendia propuso su plan de avanzar hasta la calle Viamonte, por el camino de las perforaciones que se irían practicando en las paredes de las casas de las dos manzanas; intención que se realizó con todo éxito.  Y en esta casa, el día 28, el doctor Aristóbulo del Valle solicitaba, en nombre de la junta revolucionaria, un armisticio de 24 horas, con el objeto de enterrar a los muertos y curar a los heridos.
El Coliseo Argentino
Pocas fueron las casas de comercio que se instalaron en las cuatro cuadras de esta plaza: la botica que ocupaba el lugar de la vieja zapatería de Paraguay y Libertad (esquina sudeste), y el Café sobre la del noroeste; el almacén de Charcas y Cerrito (ángulo sudeste) y la casa de Biagini Hnos, de Paraguay 1126, el cinematógrafo Petit-Splendid de Libertad 976, en cuyo solar, allá por 1818 tenía su cuartel el Regimiento de Caballería Nacional; y la Confitería Lyon, que solían colmar los concurrentes al cine.  Hasta muy entrada la primera década del siglo XX, la plaza, excepto por los niños con sus niñeras, no se vio nunca invadido por numerosas concurrencias, como las que allí se encontrarían tiempos después.  Y tres fueron los factores que contribuyeron a tales efectos: la iglesia de las Victorias, cuya arquitectura realizara el R. P. Tanou, y que fuera bendecida el 20 de abril de 1884, estableciéndose en ella el culto a la virgen del Perpetuo Socorro; la desaparecida confitería “La París”, que fundara en 1895 el turinés Pedro Vercesi, y el teatro Coliseo Argentino, que se levantaba casi en el mismo punto donde ahora vemos la sala llamada Coliseo.  La confitería, que por un largo tiempo supo gozar del favor de la sociedad porteña, obligado punto de cita a la hora vespertina, se había constituido a la vez en el lugar preferido por los asistentes al teatro Colón, primero, y el Coliseo Argentino después.  Y digamos que fue este teatro que, corriendo las noches de los primeros lustros del siglo pasado, atraía un  mundo de gente a rendir sus aplausos a la alta melodía de Amalia Galli Curci, o al genio de Pietro Mascagni, cuando, dominador de la batuta, rubricaba con el último ademán el estreno en esta sala de su ópera “Isabeau” (2); e igualmente, a deleitarse hasta el ensueño con la estupenda realización de “Giselle”, por la extraordinaria Anna Pavlova (1881-1931); o a impresionarse y emocionarse con los encendidos arrebatos del entonces famoso cronista uruguayo Juan José de Soiza Reilly (1879-1959), narrador, en tres noches consecutivas, de las heroicas jornadas y desgarrantes escenas que presenciara en su carácter de corresponsal de la revista Caras y Caretas, en las trincheras italianas y en el frente francés, en tanto tronaba la Primera Guerra Mundial (1914-1918), espantando al mundo.  Felizmente, años más tarde este teatro se transformaría en templo de admiradores, como de curiosos interesados, entre los conceptos de la filosofía oriental que exponía el indio Jiddu Krishnamurti (1895-1986)
Primera transmisión radial de una ópera completa
Era el Coliseo Argentino, inaugurado el 6 de agosto de 1905, y en el que ya había trabajado el célebre Frank Brown, de una arquitectura atrayente.  Obra debida al arquitecto Carlos Nordmann, “tuvo en un primer momento un camino de circunvalación de 2,5 metros, que lo separaba de las casas vecinas; caracterizándose por su excelente acústica, hasta el punto de considerarse –como nos lo hiciera saber el señor Miguel Fautrier Gordillo- el único que en nuestra capital reúne esas condiciones”.  Tenía capacidad para 2.550 espectadores.  ¡Por cierto que era el orgullo de la Plaza Libertad!  Y memórese, en  homenaje de su recuerdo, que la primera vez en el mundo que se transmitía una opera completa por obra de la radiofonía, lo fue desde este teatro, la noche del 27 de agosto de 1920.  La ópera se llamaba “Parsifal”, y quienes posibilitaron esta proeza fueron los doctores Enrique Telémaco Susini, Miguel F. Mugica, César José Guerrico y Luis F. Romero.
Las sombras ilustres
Nada más que por el memorable recuerdo del intendente Torcuato de Alvear, que la proyectara hermosa, digna de Buenos Aires en la época revolucionaria del urbanismo concebido por el “Art Nouveau”, ya se la puede reputar de importante en las históricas páginas del municipio porteño.  Y debe manifestarse, en su obsequio, que durante los días finiseculares, hasta los de la segunda década del siglo XX, fue la plaza mejor cuidada, y siempre con la vigilancia y celo invariable de su guardián.  En verdad, debemos recordarlo, ésta no es una plaza para todos; tenía un cierto aire de distinción, de estampa decorosa con matices de notoriedad.  En ella, el populacho sentíase incómodo, mudo de palabrotas, contenido en lo censurable y torpe del ademán.  En ella no se volcaban las muchedumbres enronquecidas, empenachadas de reclamos, duras de protestas.  Era como un remanso donde la quietud y la serenidad se templaban admirablemente.  Era, en fin, la plaza con don de gente, la de los días en que la innata decencia se lucía como la palabra noble, a centímetros de la flor en el ojal.  Evocamos ahora su figura espléndida, levantada sobre la simetría floral de sus cuatro bandejas policromadas; y pensamos en la calidad y el prestigio de quienes eran sus vecinos de excepción, sus familias de respetables patronímicos; sus enamorados, devotos de Santa Cecilia, cuya casa de la Wagneriana estaba en Paraguay 1114.  Y se nos ocurre que las sombras de varones y mujeres eminentes han de aparecerse en esta plaza que fuera escenario del transitar diario del político e historiador Estanislao S. Zeballos, quien tenía su palacio al lado de la confitería “La París” (3), en la calle Libertad, donde también, en la finca Nº 1042, se había domiciliado el médico y poeta Ricardo Gutiérrez; la del general Lucio V. Mansilla, que en 1892 mandara construir su residencia en Charcas 1067; la del señor enamorado de los astros, Martín Gil, que solía frecuentarla por las noches, avecindado a ella, pues vivía en Libertad 741; y las de los esposos Manuel Guerrico y Mercedes Aguirre, cuya mansión estaba ubicada Charcas 1055, edificada en 1889.
Digamos finalmente que sobre la cuadra de Cerrito, en la década de los ’70 se demolieron las residencias que fueron de las familias de Lucrecia Campos Urquiza de Travers, de Saturnino Unzué e Inés Dorrego, de Enriqueta del Solar Dorrego, manteniéndose sólo la ya recordada de Amadeo, que también ocuparía años después la familia de la señora carolina Tomkinson de Ugarte.
Las polvaredas de las fachadas que desaparecieron se llevaron con ellas las imágenes de numerosas impresiones y recuerdos de cosas y sucesos de los años idos; y sólo las sombras acuden a renovar el tránsito por esta plaza, abierta como en sus mejores tiempos a cuantos la buscaban complacidos de su encuadre de alta belleza urbana; agradecidos a sus invitaciones de encontrarse con ella, pues que era lo mismo que envolverse en el silencio perfumado, melancólicamente, con felicidad.
Referencias
(1) Actual plaza Vicente López
(2) El première de “Isabeau” ocurrió en Buenos Aires el 2 de junio de 1911, durante una larga gira de siete meses que Pietro Mascagni (1863-1945) realizó por Sudamérica.  Dada la enorme cantidad de público asistente se produjeron desórdenes a la entrada del teatro, razón por la cual el inicio de la función se vio retrasado por una hora.  Finalizada la representación, la ovación para Pietro Mascagni y la soprano María Farnetti (1877-1955) duro más de media hora.  El première italiano de Isabeau ocurrió simultáneamente en el la Scala en Milano (conductor Tullio Serafin) y en el la Fenice en Venecia (conductor Mascagni) en 1912.
(3) Ocupaba la esquina noroeste de Charcas y Libertad.  Desapareció en mayo de 1959. "

miércoles, 17 de septiembre de 2014

EL PARQUE RIVADAVIA (un pequeño lugar una gran historia)

Caminamos por Rivadavia, la muy conocida avenida Rivadavia. La primera parada es frente a la Galería París. ¿Razón? En su interior Juan Carlos Castagnino, uno de los grandes de la pintura argentina realizó un fresco: “el hombre, el espacio y la esperanza”.

Un trabajo muy bien conservado. En la parte de atrás hay un mural de la época maravillosa de sus caballos, de cuando ilustró el Martín Fierro para la colección de Eudeba, pero no he podido averiguar si es original. Un poquito más allá damos con un edificio de varios pisos. Una construcción sólida que delata la época en que fue edificado. Allí vivió Conrado Nalé Roxlo. Posiblemente el poeta más grande que ha dado la literatura argentina. El hombre que convirtió en música las palabras. Está sobre el café y bar “El coleccionista” donde se suelen reunir los filatelistas y amantes de la numismática los domingos por la mañana. Caminamos algo más y nos encontramos con una Capilla: Nuestra Señora de Caacupé.
Una construcción de sobrio estilo románico perteneciente a la inspiración del arquitecto Alejandro Christophersen, quien diseñó entre otras muchas obras el Café Tortoni y la Iglesia Ortodoxa Rusa. Pegado a ella se encuentra el edificio de la escuela primaria n°3, en el predio que fuera la quinta de la familia británica Wanklin, amigos de los Lezica, y donde se alojara durante su presidencia Julio Argentino Roca. Desde allí puede divisarse la cúpula del Club Italiano, ya que en su frente se encuentra un bar temático “Locos por el fútbol”, que ha concesionado el espacio desde hace algún tiempo. Entre ellos se encuentra una sucursal del café Starbucks, en el lugar que anteriormente ocupara la heladería Munchis, con sus exquisitos helados hechos con leche de las vacas Jersey, de su propiedad.
Esto es solamente un lado de la avenida, aún nos falta mucho para completar el recorrido, pero creo que no se puede avanzar si no explicamos, aunque más no sea brevemente, algo de todo lo que hemos visto.
Juan Carlos Castagnino fue un pintor, dibujante y arquitecto que formó parte de la escuela de pintura de principios y mediados del siglo XX. Pintó junto a Eneas Spilimbergo (su maestro) y Antonio Berni los murales de la galería pacífico y acompaño a Siqueiros cuando realizó su famoso mural en un sótano de la casa de Natalio Botana. Se destacó como dibujante y adquirió popularidad con las ilustraciones para la edición del Martín fierro que realizó la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA). El fresco que realizó en la Galería París en 1959 representa a dos hombres uno que se dirige al niño y otro al espacio, el hombre levanta al niño, que trata de alcanzar unas palomas en alusión a la paz y a la esperanza.



Conrado Nalé Roxlo fue el más grande poeta que han dado las letras de nuestro país. Fue denostado por mucho de sus pares, entre ellos por Jorge Luis Borges, sin embargo fue uno de los más premiados internacionalmente. Vivió en Caballito y frente al Parque Rivadavia.
Amigo fraterno de Roberto Arlt, se casó con Teresa de la Fuente en 1925 y tuvieron una hija.
Al cumplirse el centenario de su nacimiento, el 1 de abril de 1998 la escritora María Esther Vázquez escribió en La Nación de Buenos Aires: «Su obra poética comprende sólo tres libros: El grilloClaro desvelo y De otro cielo. Y, sin embargo, hoy que la poesía sufre el vacío de un tiempo aparentemente sin destino, los versos de Nalé Roxlo vuelven a la memoria como un resplandor en el crepúsculo:
"Va la sirena muerta por el río
con una flecha al corazón clavada,
y desde la ribera desolada
mis lágrimas la siguen por el río.
Mía no fue, pero fue un sueño mío.
¿Quién la devuelve al mar asesinada?
¿Por qué pasa ante mí, muerta y dorada?
¿Dónde perdió su corazón y el mío?
¿En qué arrecife de coral distante
irá a encallar su frágil hermosura?
Con ella encallará mi sueño amante.
Y del dardo mortal la pluma oscura /
indicará en la tarde al navegante /
que allí tiene la mar más amargura"».

En setiembre de 1882 desembarcaron en Buenos Aires provenientes de Liverpool varias monjas integrantes de la Congregación de la Santa Unión de los Sagrados Corazones. Buscaron un lugar donde instalarse y decidieron comprar la quinta Wanklin, que se vendía en remate judicial.


Crearon allí un colegio que pronto fue creciendo y aumentando el número de sus pupilos. Posteriormente compraron un terreno vecino y allí levantaron la primera capilla que pronto resultó pequeña para la cantidad de feligreses que concurrían a sus servicios. Fue así que contrataron al arquitecto noruego Alejandro Christophersen, ya famoso por haber construido el palacio Unzué y el edificio del Café Tortoni, la Iglesia Ortodoxa Rus y el Palacio Anchorena (Sede actual del Ministerio de Relaciones Exteriores).






Construyó una iglesia extraña, ubicada al revés de lo que se acostumbra. Cuando uno entra al templo debe girar 180°, para quedar enfrentado al altar mayor. La congregación perdió fuerza en Europa y fue despojada de sus pertenencias y otro tanto ocurrió en nuestro país. José Félix Uriburu, un militar que había dado un golpe de estado, derrocando al gobierno constitucional, decidió la expropiación de la iglesia y del colegio. Con el tiempo este último se transformó en un colegio dependiente del estado y la parroquia quedó abandonada. Las religiosas debieron trasladarse a un edificio en la calle Seguí.
Años después el templo fue entregado al episcopado y este decidió que el mismo estaría dedicado a la advocación de Nuestra Señora de Caacupé, patrona del Paraguay. Recién en 1984 llego desde Asunción la imagen de la virgen que hoy se venera en la parroquia.

La información que sigue no es oficial sino que salió de lo conversado con una de las señoras que venían en la visita y que había sido empleada en el colegio vecino. Ocurrió que las religiosas intentaron recuperar aquello que legítimamente les había pertenecido, pero la acción enérgica de la directora del colegio logró que no obtuvieran su objetivo y el lugar siguió perteneciendo al estado, siendo público y gratuito. Hay una historia muy interesante en relación a la congregación pero lo dejaremos para otro post ya que aún nos falta mucho camino por recorrer.

Desde allí podemos ver la cúpula del edificio del Club Italiano.
Este club nació con la intención de reunir a la élite de los inmigrantes peninsulares. En un principio la excusa fue el ciclismo pero luego se extendió a otros deportes. La exigencia era que para ser socio se debía tener al menos un 70% de sangre italiana, y la inscripción llegó a los 1000 pesos de entonces, una cifra extremadamente alta.











Las cúpulas cubiertas de pizarras negras muestran el esplendor de otra época. En la actualidad el salón anterior ha sido concesionado para un bar temático por comisiones directivas que han debido adaptarse a los tiempos que corren.
No voy a contarles de Starbucks y Munchis porque son actuales y no hacen demasiado a la historia del lugar, aunque podría contar mucho de ellos y tal vez lo haga en otro momento.

Por hoy es suficiente.

sábado, 6 de septiembre de 2014

EXPERIENCIA

Hoy es un día de lluvia. De esos que no se deciden, Que de pronto se largan con unos chaparrones formidables, hasta a veces unos truenos que aterran, y de pronto entran en la serenidad y la calma y hasta parece que va a salir el sol.
Cuando uno es como un animal salvaje y se ve obligado a permanecer en la madriguera, sinceramente, resulta poco agradable. Hay que encontrar en que distraerse o como pasar el tiempo que se estira y se estira de una forma cruel y endemoniada.
Pero hemos de entender que el hombre viene de la naturaleza, y es la naturaleza la madre que ha predicado con el ejemplo.
Quien no ha tenido esos días lluviosos en que estalla por cualquier nimiedad, le busca siempre el pelo al huevo, y en cuanto razona, se calma, se aquieta y hasta es capaz de hacer una sonrisa.
Suele ocurrir cuando uno está cansado. Cuando duele hasta el alma, y no salen más que palabras acordes a ese momento. Y como dicen las enseñanzas nunca escribas cuando estás enojado o agotado. Probablemente vas a decir cosas de las que te vas a arrepentir,
En función de ello he descubierto algo que resulta interesante. Voy recorriendo las presentaciones y veo una de Mirta donde dice que el tiempo esta lluvioso y coloca una fotografía de la iglesia que tenemos frente a nuestro consultorio y las nubes que amenazan con una tormenta aun peor. 
Yo había tenido que salir a pagar impuestos, ya que el señor o la señora, feudal no entienden de la variaciones atmosféricas y a cumplir con un ritual absurdo y cavernario (Supuestamente estamos en la época de las comunicaciones) pero, sin embargo, los jubilados todos los meses tienen que hacer gala de su supervivencia y presentarse frente a las ventanillas de banco a cobrar su remuneración. Le han dado una tarjeta para cobra por el cajero pero no sé qué función cumple ya que cada mes se le entrega el total de lo estipulado y la cuenta queda vacía.
Uno supone que cuando alguien abandona este mundo y,, automáticamente le retienen el documento, la información debería ser inmediata para todos los lugares involucrados y no haría falta que nadie demuestre si aún está vivito y coleando. Máxime cuando, alguien como mi madre, que tiene 93 años, y no está para colear demasiado.
A todo esto le ha agregado otra grosería aun peor que es el hecho que a partir del año próximo todos los documentos viejos dejan de tener vigencia y hay que hacer uno nuevo consistente en una tarjeta con un código, que será lo único valedero y obligatorio para cobrar su jubilación. Esta tarjeta tiene impreso el domicilio del propietario, lo que determina que en caso de tener que mudarse tiene que cambiar la totalidad del documento. (¿?)
Lo más grave de este asunto es que todos sabemos que esto no solamente es una grosería sino que, además, es un negocio abiertamente alevoso para que funcionen las compañías elaboradoras de estas tarjetas que, bajo el nombre de un testaferro, en la realidad, pertenecen a altos funcionarios del gobierno. Sin más, hoy nuestro desvergonzado vicepresidente, tiene una causa judicial por algo similar.
Bien pero el asunto no era este sino que cuando encontré el mensaje de Mirta se me ocurrió agregarle un comentario: “encima yo tengo que estar haciendo trámites y estoy con dolor de barriga”. Lo escribo con el celular y, como es habitual, pulso una tecla por otra y decido corregirlo, acababa de enviarlo, así que lo traje de vuelta, lo corregí y pensándolo bien, me dije: que mensaje inútil y decidí borrarlo. Tarde, el mensaje, con errores y todo, ya había salido y mi mujer lo recibió sin entender que sucedía. Se comunicó en seguida conmigo y le aclaré el asunto, pero aprendí, que según donde estés escribiendo no tienes derecho al arrepentimiento. Una vez enviado no intentes retroceder porque ya escapó de tus manos.

Y con esto vuelvo al inicio: Nunca escribas cuando estés cansado o enojado. Puedes ofender o crear un conflicto que no era ni remotamente tu intención pero que cuando apretaste el siniestro botón de enviar ya no te pertenece. No tienes vuelta atrás. A mí me ocurrió. Espero que nunca más. Por lo pronto ayer llegué a casa y ni toqué la PC, me fui directo a la cama y dormí alevosamente desde las ocho pm, aproximadamente, hasta las ocho am del día de hoy, donde posiblemente no vuelva a escribir nada más y me dedique a mi blog, las fotografías, o la investigación que son mucho menos perjudiciales para los amigos que están del otro lado, inocentemente, sin saber el por qué de ciertas respuestas (Ja).

jueves, 10 de abril de 2014

EL CAÑON ARCO IRIS


Andando por La Rioja, Capital, nos metimos en un camino que rodeaba un enorme espejo de agua producto del embalse del río Los Sauces. Un camino de ripio, a veces de huella que va rodeando todo el lago. Como carecía de información vial, en un determinado momento dudamos si estábamos en el sitio correcto por lo que decidimos preguntar para asegurarnos.
Decidí dirigirme a alguien que estaba en la zona con una gran cámara fotográfica buscando rincones artísticos para capturar. Evidentemente debía conocer la región. No me equivoqué, me indicó por donde seguir y como volver a la ruta. Después de agradecerle y ponderar la buena disposición del riojano para ayudar a los viajeros, me preguntó si ya había ido a Talampaya. Le comenté que ese era nuestro próximo destino y entonces me dio un dato que aún no sé cómo agradecérselo: “Vaya al cañón Arco Iris, muy pocos lo visitan y es más bonito que el propio Talampaya”
Cuando nos dirigimos hacia Villa Unión, que es el pueblo más cercano a estas bellezas naturales veo que en el costado de la ruta, en un pequeño cartel, anunciaban la posibilidad de conocer el sitio recomendado.
Por supuesto que no dejamos pasar la oportunidad y antes de aclarar un poco más sobre este lugar voy a intercalar un párrafo que me pareció interesante para poder entender el origen de este increíble Parque Nacional y curiosidad geológica.
“La gran contradicción –en la naturaleza todo tiene una explicación, conocida o no– es que esta inmensidad roja y reseca muy poco apta para la vida fue alguna vez un vergel con árboles y lagos poblado por la megafauna del triásico, una especie de paraíso donde aún no había aparecido el hombre ni aparecería por varios millones de años. Lo que ocurrió fue que el surgimiento de la Cordillera de los Andes frenó el paso de los vientos húmedos que venían del Pacífico, convirtiendo todo esto en un desierto en el cual los movimientos de placas tectónicas hicieron brotar a la superficie los terrenos del Triásico –250 millones de años atrás– que habían sido cubiertos por metros de sedimentos. Esto no ha sucedido en ningún otro lugar del planeta. Y para preservar esta rareza geológica donde apareció la osamenta petrificada del Lagosuchus Talampayensis –uno de los dinosaurios más antiguos jamás encontrado–, la Cuenca de Ischigualasto, conformada por el Parque Nacional Talampaya y el Valle de la Luna, fue declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.”
Pero en el cañón del Arco Iris ocurre algo que aun viéndolo no puede llegar a comprenderse. Imaginemos una pila de libros. Están colocados según su antigüedad. El más nuevo arriba y progresando con el tiempo el más viejo en la base. Imaginen que ahora la mesa se inclina y la fila de libros se vuelca quedando acostada. Es así como quedan parados de canto. Podemos ver el primero y el último de ellos, cada uno con su encuadernación de distintos colores.
Pues, esto, precisamente es el Cañón del Arco Iris. El choque de las placas que originó la cordillera de los andes, derrumbó la pila de suelos sedimentarios, haciendo que las placas más antiguas afloraran y se dispusieran formando filas como las hojas de un cuaderno, cada una con el color correspondiente al mineral que predominara en el tiempo en que se formó.
A unos treinta kilómetros de la ruta, entrando por las huellas que se marcaron luego de las lluvias por dos ríos arcillosos, se encuentra esta maravilla que nos pone en contacto con las entrañas de nuestro mundo. Que nos sumerge en el pasado vivo en una increíble combinación de colores y formas que surgen de cientos de millones de años para mostrarse y recordarnos que apenas somos un instante, un momento ínfimo en la historia de un planeta que ha vivido y seguirá viviendo mucho más allá de nosotros.

Como dice el poema: Porque lo nuestro es pasar”