EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

jueves, 1 de junio de 2017

LA MIRADA

El pañuelo en el cuello y ladeado el sombrero,
con el gabán al tono, de color verde oscuro.
Es el porte elegante,  del gentil caballero
que se mira orgulloso, enhiesto y sin apuros.

Inteligente… ¡Oh, Dios… que mente inteligente!
Sus ideas alumbran las sombras de este mundo.
Y la imagen sin dudas, brillante, le devuelve
un aspecto ingenioso, intelectual, profundo.

La belleza reluce cuando se le compara
con las flores. Las aves, en su vuelo nocturno,
le forman una corte que, humilde, la acompaña
y ella se ve perfecta como un diamante en bruto.

Escribió una poesía. Sintió que era un poeta.
Pinto una obra de arte, de eso estuvo seguro.
Tarareó una canción mejor que alguna orquesta.
Hizo una escultura que exhibió con orgullo.

Ni elegante, ni bella, ni cantor o poeta.
Tampoco inteligente, o quizás dramaturgo.
El espejo devuelve la imagen que tú quieras.
Todo lo verdadero quedará siempre oculto.

Cada uno se mira y se ve en el espejo
tal como quiere verse, y se siente seguro.
Y está bien que eso ocurra. Es por ello que pienso:
¡La vida es para eso, solo dura un segundo!

Alberto Colonna

Junio 2017

domingo, 9 de octubre de 2016

LOS TÍTERES (Mi homenaje)



El primer paso es escoger una calabacita apropiada. Esa que usamos para hacer un mate.
Luego se cortan tiras de papel de diario y se ponen a remojar.
Con harina y agua se prepara el engrudo.
En el hueco del mate se coloca un tubo de cartón que sobresalga unos tres o cuatro cms del borde.
Capa por capa se cubre el mate con el papel húmedo y embardunado con el engrudo y se lo extiende hasta el tubo de cartón.
Con el mismo papel, pero ya amasado y transformado en una especie de pasta se arman los rasgos que uno pretende en la cara. La nariz, las cejas, los párpados que van a dejar el espacio para los ojos, los pómulos y los labios. En la parte inferior se hace un pequeño reborde, como para que no se deslice el futuro vestido.
Se lo deja secar y con témpera o acrílico se lo pinta. Las cejas oscuras, los pómulos rosados o rojos, los ojos blancos y luego el centro con el color elegido.
Finalmente se le pega el cabello, los bigotes y la barba, si el personaje lo requiere, y hasta pueden colocarse en los ojos alguna piedra o botón que lo haga resaltar.
Finalmente se tomará una tela y se cortarán dos partes iguales. Un rectángulo largo y levemente ancho. En uno de los extremos dos rectángulos, uno a cada lado más cortos, hacia los lados y en ese mismo extremo, pero en la punta, un rectángulo pequeño. Se cose en el borde. Dejando libre los extremos de las rectángulos laterales y el del extremo y el opuesto de la parte gruesa.
Se da vuelta  como si fuera una media. En el extremo de los pequeños rectángulos se cosen las que van a ser las manos, hechas con tela de color rosa o blanca. Por el extremo del rectángulo superior se introduce la parte que corresponde al tubo y se lo ajusta. El reborde no permite que se salga.
La mano se introduce por la abertura grande, el dedo índice va en el tubo, para mover la cabeza, el pulgar en uno de los cilindros, sería el brazo izquierdo y el medio en el otro, o sea el derecho. 
Ya tenemos un títere de guante
En otra oportunidad les voy a contar como se hace el teatro, aunque yo he podido ver al más grande de los titiriteros de la Argentina, Maese Javier Villafañe, improvisar uno con una simple frazada, porque la magia estaba en sus manos y sus palabras, más allá de cualquier escenario.
La marioneta o títere de varilla son otra cosa y también les enseñaré como se hacen. Pero nunca fueron los nuestros. Los poetas trashumantes, que iban de pueblo en pueblo, usaban títeres de guante. Todo lo demás era para la gilada, como tantas cosas en el arte.
Hagamos la salvedad que había compañías de marionetas internacionales, como los Puppi de Podreca, que eran maravillosos y que hacían representaciones espectaculares. Pero eso eran situaciones especiales.
Siendo pequeño conocí a Sara Bianchi y Mané Bernardo, ya en ese entonces tenían en mente crear el museo de títeres. Al igual que mi padre muchos nunca le enviaron alguno de sus muñecos para ese fin y por ello hoy no figuran. Pero eso no quita que deberían tener un espacio que los recuerde porque fueron los que alimentaron la profesión de titiritero. No eran los cajetillas que se movían cómodamente en Buenos Aires. Eran los que recorrían los caminos de los diferentes pueblos, sin detenerse demasiado en ningún lugar, haciendo amigos transitorios en cada sitio, dándoles ese color romántico a los magos de los muñecos, que a veces eran la única expresión de libertad que se filtraba entre las rejas de los dictadores.
En un papelito pequeñito, que muy pocos leen, se recuerda a los hermanos Di Mauro. Ni se menciona a Pepe Ruiz, que con su teatro del Tío Pepe, seguía los pasos del más grande de todos, el heredero directo de los Títeres de Cachiporra de Federico García Lorca, que con su carreta, llamada “La andariega”, con su infaltable mameluco, su barba y su panza, el enorme Javier Villafañe, llevó la alegría y el mensaje titiretil a los rincones más alejados de nuestra América.
Es una pena que lo que debiera ser un reservorio de la memoria para aquellos que no vivieron ese maravilloso mundo no los tenga en cuenta y se regodeen en la actividad de algunos que se movieron en la comodidad de su capacidad diplomática o política. Pero así es la vida.
Sin embargo la memoria no muere, la llama se mantiene viva en todos aquellos que alguna vez se entusiasmaron y gritaron frente a esa ventanita donde, se abría el cortinado, para acceder a un mundo de fantasía y de arte.
Los que tuvimos la suerte de ver, como yo, a los presos de la cárcel de Azul, entusiasmarse  con los títeres de Javier, con su teatro del Paraguas, no pueden olvidar ese mundo de maravillas.
Y no puedo dejar de rendir mi homenaje a los Títeres Cololem (Colonna-Lembi). Pionero en muchas de las técnicas, que sorprendían y copiaban todos aquellos que visitaban mi casa o con los que nos encontrábamos en el olvidado Festival de los Niños en Necochea.
Y permítanme que, inmodestamente, agregue aquí al teatrillo Colosan (Colonna-Sanguinetti) que con mi amigo/hermano Néstor Sanguinetti animábamos permanentemente las fiestas familiares.
La visita al Museo Argentino del Títere, movió muchas cosas dentro de mí. No pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Es una pena que solo sea un muestrario de algunas cosas y no de las más importantes, pero como siempre le digo a Mirta, “uno es más que cero”.


domingo, 25 de septiembre de 2016

LA ISLA DE LA CAPILLA

El hombre nadaba con desesperación. Estaba al borde de sus fuerzas pero no se iba a rendir. La violencia del agua tendía a empujarlo, a tratar de arrastrarlo y sumergirlo en sus oscuras profundidades. Los troncos que eran llevados por la corriente lo golpearon con dureza, alguno llegó a producirle heridas en brazos y hombros. Pero nada lo habría de detener. Su férrea voluntad tendría que vencer cualquier obstáculo. El agua se le metió en la boca, en los oídos, por momentos sentía como que todo era un sueño, que estaba en otro lugar, que esto no estaba sucediendo. Pero inmediatamente reaccionaba y sacaba fuerza de flaquezas para continuar moviendo los brazos con redoblado esfuerzo.
De pronto sintió que sus pies rozaban contra una superficie blanda, arenosa y comprendió que ya estaba, que había llegado. “No te desconcentres” pensó, aún esto no ha terminado. Cuando llegó a la orilla una ola de adrenalina lo empujó con desesperación y trepó sobre una roca donde se tendió con los brazos abiertos. Su pecho subía y bajaba como un pistón. Ya estaba a salvo  Pero él sabía que eso no era todo. Aun le quedaba lo más importante por hacer.
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El sol alumbraba la mañana del domingo en todo su esplendor. El paseo que habían planificado  ese día se presentaba de una manera impecable. Era una comunidad muy unida y al margen de ayudarse entre todos para las tareas diarias solían hacer este tipo de reuniones. Una salida hacia diferentes lugares para disfrutar de un encuentro con la naturaleza y compartir entre todos, lo que aumentaba la amistad y la buena convivencia.
Ese día habían planeado una excursión hacia la isla de la capilla.
Un nombre extraño para una isla pero tenía una simple explicación. A unos kilómetros del pueblo corría uno de los ríos más importantes de la región. Era tan ancho que los primeros exploradores creyeron que era un mar, un mar interior. Sus aguas se movían con violencia, pero a su vez habían sido las proveedoras de los peces que habían constituido sus primeras comidas mientras buscaban un lugar donde construir las viviendas.  Había una isla en el centro del rio y les pareció oportuna para construir su aldea. Un lugar ideal. Estaba justamente en el medio de la corriente y era de por si una defensa natural.
Construyeron embarcaciones primitivas, pero lo suficientemente fuertes, como para trasportarlos a todos y, felices, se dieron a la construcción de lo que iban a ser sus hogares. Lo primero que hicieron fue agradecer a sus dioses y construyeron un templo. Una parroquia pequeñita para rendir el culto que consideraban indispensable.
Lo que no sabían era que cuando se daban las lluvias intensas en la naciente del rio, y en todos sus afluentes, el agua crecía en forma desmesurada y cada tanto llegaba con su fuerza arrasadora y cubría la isla totalmente.  Y esto fue lo que ocurrió una noche cuando todos dormían. El ruido atronador del torrente despertó a muchos que corrieron avisando a los otros lo que sucedía. Solo con lo puesto, algunos en camisón, alcanzaron a subir a los botes y así salvaron sus vidas. A duras penas llegaron hasta la orilla y desde allí vieron como todo lo que habían construido era destruido por la fuerza avasallante de las aguas. Milagrosamente, al menos para ellos, lo único que quedó en pie fue la capilla.
Decidieron volver a armar sus casas en un sitio más alto y, como recuerdo de esa noche trágica, se podía ver, a lo lejos, la pequeña capilla en la isla, en el centro del rio.
Pasó el tiempo, fueron progresando y para evitar contratiempos construyeron una represa, en un lugar donde el cauce se angostaba, de manera que consiguieron prevenir las futuras inundaciones. El caudal de agua regulado mostraba a la isla más cercana y pronto se convirtió en un paseo para los pobladores de la nueva aldea. La isla de la capilla era solo un mal recuerdo que habían convertido en un sitio para visitar y pasar un especie de día de campo.
Para ese entonces habían decidido hacer un festejo comunitario, se había cumplido un aniversario del asentamiento y, como festejo principal, habían organizado una encuentro para toda la gente de la aldea en la isla de la capilla. Y era lógico, ya que era una manera de revivir su verdadero origen, el sitio donde habían comenzado a realizarse sus sueños.
Para hacerlo más completo habían construido unas naves siguiendo el estilo precario de aquellos primeros pobladores, sabiendo que ahora el recorrido era mucho menor. Armaron sus viandas, con la idea de compartirlas con sus vecinos. Y entre cantos y risas salieron en caravana en la mañana, muy temprano. Un sol tenue anunciaba que sería una buena jornada. Hasta iba con ellos Ángel, ese joven extraño, que no se relacionaba con nadie. Era un individuo de gran contextura, muy fuerte. No tenía un trabajo  fijo, sino que todos lo conocían y contrataban cuando había que hacer algo pesado. Tanto era hachero, como albañil, ayudaba en la cosecha o cargaba las bolsas con el trigo en los carromatos que llevarían lo cosechado a los graneros. Era un tipo querido pero muy huraño. Sin embargo, ese día se había unido al grupo y todos estaban felices de tenerlo con ellos.
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Un sonido sordo, lejano. Un craqueo insignificante seguido de un murmullo apenas audible, que lenta y progresivamente iba en aumento, comenzó a llegar desde lo lejos.
La gente cantaba y bailaba acompañado por el grupo de músicos del pueblo que, a medida que avanzaba el festejo, cobraban más impulso. Las risas y las voces se repartían en el aire en ese día especial.
Ángel, se había separado del grupo y fue por eso que fue el primero en notarlo. El agua cobraba fuerza, la corriente se hacía a cada momento más violenta y, sin lugar a dudas, iba creciendo cubriendo las rocas de la orilla. Prestó atención y pudo oír el sordo ruido que se incrementaba amenazadoramente. El muchacho comprendió rápidamente lo que estaba sucediendo y corrió lo más rápido que pudo hacia el grupo más cercano. Gritaba y hacía ademanes pero nadie le prestaba atención. El bullicio tapaba su voz y la alegría reinante no reparaba en la desesperación del hombre. Trató de llegar hasta los que dirigían el pueblo pero no pudo. Finalmente corrió angustiadamente hacia la capilla, se lanzó escaleras arriba y se colgó del badajo de la campana. El sonido del bronce se extendió como un manto sobre todos los alegres y desprevenidos pobladores.
Se hizo un silencio súbito y todos miraron hacia la torre de la capilla. - ¡Se ha roto el dique! ¡Se ha roto el dique! – Exclamaba moviendo sus brazos Ángel. En un principio no comprendieron pero luego escucharon el sordo rumor que hacían las aguas que crecían frenéticas. El primer pensamiento fue correr hacia las embarcaciones en las que habían llegado. Pero, cuando se acercaron hasta el lugar donde las habían dejado, descubrieron que el violento torrente las había despedazado contra las rocas. Las débiles barcas armadas al estilo primitivo no habían soportado en embate del rio desbocado.
Quedaron atónitos mirando como las aguas iban creciendo rápidamente y fue entonces que comprendieron que no tenían alternativas, habían sido demasiado confiados, y muy pronto las posibilidades de escapar a un terrible destino era prácticamente nulo. El guía espiritual reaccionó rápidamente – La capilla es lo único que quedó en pie… refugiémonos en ella y esperemos… tal vez el milagro vuelva a darse… - - a la capilla rápido – gritaron algunos – Recemos, recemos por un milagro – gritaron otros.
Ángel los miró asombrado. No podía entender esa actitud. Él no se iba a entregar mansamente. Con decisión corrió hacia la orilla, del lado del acantilado y desde allí se lanzó al agua. El frio pareció clavarse como agujas buscando perforarle la piel, pero inmediatamente comenzó a nadar y lentamente se fue alejando de la isla. Sabía que cuando el rio crecía era como un mar, que la distancia era demasiado grande pero, sin lugar a dudas, era la única alternativa posible.
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El motor de la embarcación que surcaba las aguas rumbo a la isla hizo que se hiciera silencio en la capilla. Alguien se asomó y sin poder creer lo que veía comenzó a hacer señas.
-          Es Ángel – gritaban
-          Nuestro Ángel –
-          Gracias… gracias… el milagro se ha producido –
Efectivamente, Ángel llevaba con habilidad el timón de una barca lo suficientemente potente como para cortar las aguas rumbo al embarcadero.
Luego de recuperarse, con las pocas fuerzas que le quedaban corrió hacia la aldea y allí tomó una de las embarcaciones de los pescadores, mucho más fuerte y con un potente motor y se lanzó a cruzar el rio embravecido. Ahora llegaba aun en el momento oportuno. En pocos segundos el agua lo cubriría todo.
La alegría era inmensa y todos elevaban sus manos al cielo.
-          Es cierto.. es un Ángel… El todo poderoso nos envió un ángel –
-          Hay que ser agradecido… hinquémonos y agradezcamos… -
Y todos se arrodillaron allí donde estaban. Levantaron sus manos y con la conducción de su director espiritual comenzaron a orar. Una oración solemne y unánime.
Ángel desde su barca quedó atónito. No podía entender que era lo que estaban haciendo. Comenzó a hacer gestos y proferir gritos. Pero sus llamados no eran oídos, el ruido cada vez más estruendoso de las aguas que corrían enloquecidas  y el murmullo de aquellos que estaban en la isla no lo permitían.
No escucharon cuando Ángel les grito desesperado que el grueso del agua no les daría tiempo, no escucharon cuando el joven decidió girar la embarcación y alejarse, no escucharon cuando a todo vapor y sin querer mirar atrás la barca cobró velocidad apurada por la corriente.
Cuando hubo recorrido una cierta distancia y se supo a salvo, recién giró para mirar y apenas si llegó a distinguir la punta de la capilla que aún sobresalía de las aguas hasta que también cedió para hundirse junto con el resto.

Miró al cielo. Las nubes ocultaban parcialmente al sol. Se estaba nublando. Sacudió la cabeza de un lado al otro y con los ojos llenos de lágrimas encaminó su embarcación aguas abajo. Unos kilómetros más adelante había otra aldea, con otras personas, quizás allí lo recibirían y podría por fin establecerse. Solo esperaba que no fueran tan… tan… No supo que palabra usar. Faltaba poco para llegar y se concentró en que todo funcionara correctamente.


aocolonna
setiembre de 2016

lunes, 5 de septiembre de 2016

GUILLERMO OTERO Un fotografo.


Cuando escribí en el cuaderno donde los visitantes dejan sus opiniones fui extremadamente sincero, en general uno no lo es y o no pone nada o elogia lo inelogiable, aquí puse esta frase: Así como Diógenes andaba en busca de un hombre yo lo he hecho en busca de un fotógrafo… y al fin lo he encontrado… 

¿Es mejor que otros? Es algo que he discutido con muchos, no poniéndonos de acuerdo por supuesto. Yo considero que fotografiar es fácil y aprendible. No es más que un elemento técnico que se puede aprender a manejar sin inconvenientes y hasta llegar a dominar. Poseer una muy buena máquina fotográfica también es una ventaja que facilita las cosas. La aparición de la fotografía digital, a su vez, ha prácticamente eliminado las dificultades del revelado, y hoy con un buen editor se pueden conseguir todos los efectos deseados. Según mi parecer ser fotógrafo no representa ningún mérito particular.
Transmitir algo, captar el momento o el lugar, darle la intensidad y el toque necesario para comunicarse con el público es una cosa muy diferente. Es cuando se deja de ser un simple fotógrafo para transformarse en un artista.
Estoy harto de ver como aquellos que no lo comprenden aplauden lo que mi padre, en pintura, llamaba cuadros de almanaque. Fotos intervenidas magistralmente, esplendorosas, pero que no dicen absolutamente nada. Son muy decorativas, en extremo originales, pero nada más.
Cuando me paré frente a la muestra de Guillermo Otero comencé sorprendiéndome al leer la presentación que Rodrigo Alonso hace de Guillermo y la Máquina de Mirar. Escribe y describe de una manera simple lo que vamos a ver en toda la presentación. Sorprende. Los curadores habitualmente disfrazan su incapacidad de expresión y la de su representado detrás de palabras rebuscadas, frases y metáforas que no conducen a ningún lugar más que a desecharlos y ver por nosotros mismos lo que se muestra. No ocurre lo mismo en este caso donde este primer paso es sorprendentemente claro y explicativo. Uno ya encara la exposición bien predispuesto.



Pero lo increíble es cuando uno se para frente a cada una de las imágenes que este soberbio artista ha obtenido. La gran mayoría son fotos en directo, es decir, muy poco editadas. Casi todas de este año. Agrupadas en cuatro o cinco conjuntos que muestran circunstancias diferentes y que golpean, sin el menor lugar a dudas, al espectador ("El amanecer no dura hasta la mañana, todo debe morir", "Las cosas brillante aparecen de repente", "Todos quieren ser Messi"), comenzando por el título hasta los múltiples detalles que cada fotografía nos ofrece. Trabaja mucho en blanco y negro. En un porcentaje alto se aplica y le da más vigor a la imagen. En otros la mirada del fotógrafo puede ser diferente de la del observador y con igual nombre ambos ver cosas diferentes. Para mi observación hay un abuso de la falta de color. Hay dos fotografías muy manipuladas, y precisamente no son las mejores, pero la gran mayoría pueden llevar hasta el llanto tanto por lo que expresan como por la emoción estética que la foto produce.
Tuvimos la suerte de conocerlo, expresarle lo que sentíamos y que nos invitara a una especie de inauguración de la muestra para los más cercanos, más privada, lo que fue un honor para nosotros. Es un tipo simple y agradecido como lo son los grandes. Inicio la muestra con la presentación y el nombre de la misma y su autor y a continuación verán la firma y la dedicatoria en su catálogo, a pesar que ya habíamos tomado una cantidad de fotografías de su obra.  


 




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sábado, 3 de septiembre de 2016

ALGUNAS DE MIS FOTOS


Obtener fotos hoy es extremadamente simple. La calidad de la aparatología con la que contamos y la posibilidad que da la digitalización de editar sin el engorroso proceso del laboratorio hacen que todo se facilite. La diferencia entre unos y otros está simplemente en el momento, la oportunidad y la emoción que siente y trata de transmitir aquel que está detrás de la cámara. Miles de personas pasan distraidamente frente una simple florecilla y el fotógrafo la ve se detiene y buscando la mejor forma de contar lo que esa flor le representa, la fotografía y la inmortaliza en una imagen que a otros sorprende. Ese es el bendito secreto. Después dependerá del gusto de cada uno. Mi padre, en la pintura decía que la gente prefería los cuadros de almanaque. Creo que en la fotografía es igual. Pero es aquí donde habrá de notarse quien es quien y que es lo que se busca. No todo lo que reluce es oro ¿No?

jueves, 25 de agosto de 2016

UNA PARROQUIA Y EL ARTE


LA PARROQUIA DE SANTA ANA EN GLEW
(Un mundo igual pero diferente)

He tenido la suerte de recorrer varias veces la Capilla Sixtina, haber disfrutado con los murales del Giotto en Asis, en el convento de San Francisco,  o extasiarme con el entierro del Conde de Orgaz en Toledo. Me he maravillado con esas y otras muchas obras de arte, pero la sensación que experimenté al sumergirme en el universo increíble de la Parroquia de Santa Ana, en Glew, no creo tener palabras para poder describirla.
Frente a la Sagrada familia llegué a comprender lo que es el hombre. Mi tremenda pequeñez ante la grandiosidad de la creación. Cuando entré en la parroquia de Glew sentí lo que, supongo, debería ser el paraíso. Y debo aclarar que no soy creyente, que no puedo, sinceramente, ser hombre de fe.





Veinticuatro años tardó el maestro Soldi, veinticuatro veranos, en completar la obra más maravillosa que he tenido la suerte de poder contemplar. Dedicado a la vida de Santa Ana, incluyendo el nacimiento de María y luego el de su nieto, Jesús, nos va llevando con la mansedumbre de sus colores pasteles y sus figuras casi ingenuas, para contarnos una historia que se hace real porque todo está contexturizado en la propia población de Glew.




Los edificios que contemplamos son muchos de los que luego podemos ver en la vecindad y la cara de la gente que acompaña a la santa no es más que el rostro de los vecinos del lugar. En el coro hay muchos de ellos y la baranda del mismo se repite de tal manera que cuesta separar el real del imaginado. Incluso hay un ángel negro que es la imagen de la maestra del pueblo, que tenía la piel de ese color.






Soldi fue escenógrafo y luego pintor. Aquí aunó ambos oficios para recrear una atmósfera que envuelve al visitante y lo transporta a un mundo diferente.

Absolutamente real, pero diferente.