Abrió las manos y las manos se abrieron.
Abrió los ojos y los ojos se abrieron.
Era evidente que estaba vivo.
Las estrellas brillaban como diamantes sobre un paño de
terciopelo azul oscuro.
El viento soplaba sin recelo
sacudiendo las ramas de los álamos con frenesí.
Buscó casi con desesperación en su cintura pero no estaba.
-
Algún hijo de su madre me la afanó… ah… No… je… –
La sintió en un costado
- ¡Que boludo! Cuando abrí las manos seguro se me cayó –
Se retorció como una raíz y estirando los dedos de la
mano izquierda consiguió asirla por un
extremo.
-
¡Ahora si
- Exclamó.
Volvió a empuñar el arma, la colocó contra la sien y sin
dudar apretó el gatillo.
Esta vez no falló.
Un pequeño orificio indicaba el sitio por donde había
entrado la bala.
Todo tiene un principio y un final. Siempre lo había dicho.
Y cumplió.
No pudo elegir el comienzo pero si fue el dueño de su anunciado final.
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