Justo es decir que he estado
engripado. Unos virus gordos y
mañosos que me ha costado quitármelos de encima y aun revuelan metidos en un
cerebro calenturiento en sus últimos coletazos.
Sin embargo voy a relataros un sucedido que tal vez no fue,
no lo sé, pero que allí está clavado en el centro de mi pensamiento hurgando en
la herida atroz del sentimiento, del dolor, del nunca más.
Abrí la puerta que da al jardín sigilosamente. Aún era de
noche y una cierta bruma se extendía a lo largo del parque anunciando otro día
de niebla. Abrí la pequeña alacena y tomé una de las bolsas con alimento para
los gatos que habitualmente vienen a comer a esa hora.
-
¿Dónde está? –
Hice silencio y presté atención.
-
¿Dónde está? ¿qué pasó? –
Se repitió la pregunta. Miré sorprendido a los lados.
Sobre un freezer que tenemos en un rincón estaba parada
Jade. Su cola peluda oscilaba y sus ojos tristes persistían clavados en mi.
-
¿Qué pasó? ¿Dónde está? –
-
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? –
Y de los cuatro costados cada uno de los habitantes
habituales me repitieron la pregunta que había lanzado ella. La más amiga. La
que jugaba y hacía arrumacos.
Enis desde el rincón, Portos y Mishu Mishu, desde bajo el
sillón de paja repetían la pregunta.
Una pregunta que repiqueteaba en mi mente y para la que yo
tenía la respuesta pero no quería abrir la puerta, no quería escucharla.
Caminé lentamente buscando sentir el golpe, el roce, el
tropiezo de cuando corrías a mi alrededor.
Y supe que ya no acariciaría tu cuerpecito peludo y tus
orejas frías. Que ya no tendría que cuidar que la puerta quedase abierta para
evitar que fueras a explorar otros mundos y te perdieras, te perdiera.
Supe que nunca más.
¿A dónde? Junto con el inolvidable Spike, con el indomable
Mako. Allí donde iremos todos alguna vez.
Polvo al polvo.
Ahora sé que pronto iré al Supermercado y alguien me
preguntará por que no llevo más los diez paquetes de radicheta o los tres kilos
de zanahoria.
Hasta siemore conejito Lai, nuestro primer "nietecito". Como todos los pequeños enloquecias nuestras vidas...ahora se escucha tu silencio. Mi último recuerdo tu colita pompón blanco correteando por ahí. Hasta siempre.
ResponderBorrarGracias Mirta. Es un sentimiento compartido.
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ResponderBorrarOh!! una ausencia, por modesta que sea, siempre siente. Saludos amigos
ResponderBorrarGracias por tu comentario Alfmega. Todas las ausencias duelen, aun las más insignificantes.
BorrarHermoso! Muchas gracias suegrito! Muchas gracias no solamente por estas hermosas palabras, también por cuidarlo, darle cariños en nuestra ausencia y sobre todo por brindarle un lugar en su corazón. No tengo palabras para expresar mi gratitud.
ResponderBorrarNo me des las gracias. Hay cosas que son egoistas. Uno las hace porque es feliz haciéndolo.Lo que escribí se lo debía, simplemente se lo debía.
Borrarsiento vuestra pedida, un abrazo muy grande queridos
ResponderBorrarGracias Gerard, se que lo sientes como yo. a veces uno se queja por cosas tontas, yo lloro la pérdida de un conejo y por tu lado una amiga está por perder a su esposo. Suena algo tonto lo mío.Pero como bien dice Alfmega, toda pérdida duele, aun las de las cosas insignificantes. Gracias sobrino.
BorrarSe me rompio el corazón. Me hiciste llorar, viejo. Gracias por el magnifico relato y por haber cuidado de Lei. Todos vamos a extrañar al peludito conejola.
ResponderBorrarTe imaginás como lo escribí yo. Para colmo la gripe no me dejaba concentrar y no quería dejarlo pasar. Espero haber hecho algo digno. Te amo.
BorrarMuy cierto Alberto, polvo al polvo... Algún día volvereis a ver a este y a otros, saludos!!
ResponderBorrarGracias Sonia. tus comentarios son muy importantes. Es cierto. Ya veremos cual es nuestro camino. Besos.
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