Cerró los ojos y se dejó llevar. Pudo sentir cuando su
cuerpo se esparció por el espacio en miles de moléculas que giraban o se movían
ondulantes como si flotaran en un mar infinito e inasible. Cada una de sus
partículas se iban perdiendo en un azul profundo y oscuro mientras miles de
diminutas esquirlas de luz atravesaban el espacio.
Se dio cuenta que estaba pero no existía. Que podía flotar
ingrávidamente, elevarse hasta los rincones más insospechados y volver con un
sabor a frutas silvestres, a flores extrañas que exhalaban un sutil perfume que
no podía percibir, pero podía sentirlo. Sabía que ahí estaba.
Intangible, absoluto, inconmensurable su yo físico se
expandía mágicamente, prodigiosamente, en estado de inconciencia/consciente
incomprensible pero real.
Sabía que no estaba pasando pero sin embargo ocurría, sin el
menor lugar a dudas que ocurría.
Sentía que no era, pero sin embargo el roce de unos pechos
sobre su pecho se hacía presente en un estado de inexistencia desmentido por
las sensaciones que lo atacaban.
Una respiración fuerte, casi un jadeo, lo envolvía
misteriosamente, increíblemente. Era imposible. Cada átomo de su desmantelado
cuerpo flotaba errante por el espacio, por la nada. Ilógico que algo lo
envolviera, sin embargo un aliento cálido, un resoplido metódico, rítmico, lo
iba acompañando acompasadamente.
No pudo entender que sucedía porque esas partículas que
revoloteaban, mariposas arrasadas por el viento, de pronto tomaron un color
fosforescente, se juntaron formando nubes fosforescentes, la totalidad del
espacio se volvió fosforescente y estalló como un volcán, lava ardiente, magma ígneo
que brotaba de adentro se su ser, un ser inexistente, un yo que hacía tiempo
que se había desintegrado.
El ave de las plumas carbonizadas, enjaezadas con rubicundos
fulgores de extraños fuegos surgidos de la nada, extendió su vuelo y un
horizonte impoluto se fue adivinando en el destino incierto del mañana.
Solo la paz, solo el gemido lánguido y placentero, solo la…
solo.
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Doc… el paciente acaba de lleg.. uh… pobre, se
quedó dormido… Y mire que cara que tiene… ju… debe estar soñando con los
angelitos… que pena ¡Doc, doc, doooooooc! ¡A trabajar… llegó el turno de las
diez… -
El hombre abrió los ojos pero no miró hacia ningún lado. Venía
de muy lejos y estaba cansado, feliz pero cansado. Le costó acomodarse al mundo
real. Fue y vino mentalmente un sinfín de veces hasta entender que tan solo
había estado soñando…
¿Había estado soñando?
Se enderezó, se acomodó la chaqueta, bebió un sorbo del agua
que le había traído su secretaria y fue en ese momento que sintió que algo
cálido corría presuroso por su entrepierna.
Iba a ir hacia el baño cuando la Sra. Arcuetta, apareció con
una sonrisa de oreja a oreja, la mano extendida, imperativamente.
No se movió. Dejó que ella llegara y le apretó con fuerza la
mano, con una mueca de su boca, absolutamente profesional. Alguna vez le habían
dicho que no sonreía sino que mostraba los dientes.
Luego, discretamente se dejó caer en su butaca.
Acomodó la ficha de la señora, hizo como que la leía y largó
por millonésima vez:
Y ahora sí, ensayó su mejor sonrisa…
Nota: Las imágenes han sido extraidas totalmente de Internet.
Nota: Las imágenes han sido extraidas totalmente de Internet.
Me encanta este viaje Alberto y me resulta conocido, casi como volver a un lugar secreto y lejano donde eres bien recibida
ResponderBorrarNo sabía explicártelo,p ero cuando te leí, es así como me sentí. Con una sonrisa melancólica y nostálgica en mis labios y una hermosa sensación de paz, así que esta niña anda pasándolo bien con tu lectura
Un abrazo