Un llamado a la solidaridad.
Recurro a todos aquellos, avezados escritores, creadores de
historias o poemas admirables, para que me expliquen, me saquen de esa terrible
intriga que se me ha creado a partir de observar o estudiar los textos que
llegan a mis manos (o a mi computadora)
Yo crecí leyendo poesía. Mi infancia y adolescencia, que es
cuando el ser comienza a tomar forma, tuvo varios ítems que son los que
marcaron el camino que hoy se me vuelve serpiginoso, oscuro y difícil de
entender.
Uno de ellos fueron
las historietas, lo que hoy se conoce como comics. En ellos me sumergía ansioso
por saber que le sucedería a mis personajes predilectos, y junto con la lectura
comprensiva, que su seguimiento implicaba, iba aprendiendo a distinguir los
grandes, los extraordinarios dibujantes que eran capaces de darle movimiento,
que le imprimían el dinamismo a cada uno de los cuadros que componían la
historia.
Eso me llevó a amar a esos próceres del arte. Dibujantes que
se igualaban con los artistas más famosos y como consecuencia por continuidad
me fui metiendo en el mundo del arte, donde me inundé de la magia de la
perfección, el conocimiento, el estudio, de los grandes pintores.
En la literatura nunca traté de dar el paso más largo de lo que
mis pobres piernas podían hacerlo. Comencé con las historietas. Luego pasé a
las novelas de bolsillo, donde descubrí la fascinación de armar una historia
con un comienzo y un final y un desarrollo central desbordante de imaginación.
Fantásticamente construido volaba con el pensamiento en duelos de cowboys, o
detectives que deducían, de los detalles que nadie veía, la pista para
encontrar al delincuente. Que por supuesto siempre era vencido, porque los
buenos siempre ganaban, ese era el mensaje, la manera de pensar de toda una
generación. Cuando entré en la literatura más compleja ya estaba preparado. Y
pude con total facilidad separar lo bueno de lo malo, muy a pesar de lo que
pudiera decir todo el mundo. Aprendí un concepto, también aplicable a la
pintura, muy sencillo de comprender,es que el que sabe no necesita esconder sus
ideas en palabras o frases retorcidas. Se muestra simple, tal como es. Y de esa
manera, cualquiera, puede disfrutar de su arte, sin necesidad de que otro se lo
cuente o se lo interprete.
Y, aquí viene el punto al que quería llegar, en poesía leí,
y ahí si desde muy chico, los poemas de Almafuerte, de Conrado Nalé Roxlo, de Miguel Hernández, de Alfonsina Storni o de Juana de Ibarbourou (Juana de
América), de José Hernández y me metí en el castellano antiguo de Quevedo, de
Góngora y Argote o Calderón de la Barca. Y descubrí que el mundo que me rodeaba
estaba hecho por poesía. Que la lluvia sobre el tejado sonaba primorosamente y
el viento, silbando entre los álamos, también era poesía. Era poesía el
carpintero en el aserradero, el martillo del herrero moldeando el hierro caliente, las campanas
sonando al viento o la anciana en la entrada de la iglesia alimentando las
palomas (como en Mary Poppins). Aprendí a ver la vida como una poesía. Hasta el
punto tal que cuando mi hijo me pidió un poema yo le hice uno cuya primera
estrofa decía:
Me pides un poema,
hijo mío,
Te enseñaré a
escribirlo, es muy sencillo
Solo debes mirar en
torno tuyo
Y verás que el poema
ya está escrito.
Y ese ha sido siempre mi manera de entender la poesía, pero
hete aquí que algo ha cambiado y yo no me di cuenta. He descubierto que,
posiblemente por lo mal que estamos viviendo como sociedad, ya no todo es
poesía. Hablamos de poemas cuando nos referimos exclusivamente a las relaciones
entre dos seres y si son carnales mejor. Es fantástico. Cuando escribo algo, si
quiero que le presten atención, encaro ese tema, toco todos los lugares comunes,
y todo el mundo aplaude. “Que fuerza, que pasión. Genial”. Cuando escribo para
mí, cuando descubro el sonido de un abejorro, o el del agua que se desliza por los
recovecos de un empedrado, se acabó. Nadie dice nada.
¿Alguien puede decirme cuando poesía y sexo se transformaron
en sinónimos? Porque es lo que ha ocurrido y yo no me di cuenta. Debía estar
distraído en una esquina viendo los saltitos de un gorrión. Pasó montada en un avión
supersónico y yo me la perdí.
Desafío a que recorran los blogs, maravillosos y magníficos
poetas, y me digan cuantas poesías no tienen relación con un amante despechado,
una noche de lujuria o un deseo contenido y sumiso (como en las 50 sombras de
Grey). ¿Los dedos de una mano… de las dos? Hum tengo mis dudas.
Es tan, tan evidente, que comprendo que soy yo. No hay
dudas, mi concepto esta fuera de los cánones de la escritura actual. Y como no
quiero hacer papelones, aunque eso poco me importa, les agradecería que me lo
explicaran así sé qué rumbo tengo que tomar para no ser inoportuno.
Ah… una preguntita al margen. Yo siempre sentí que había
palabras poéticas, o sea usables en poesía y otras que suenan feas al oído del
que las escucha (Si mal no recuerdo es algo así como cacofonía). No me refiero a las palabras soeces que pueden ser
absolutamente oportunas (lamentablemente algunos las usan solo para llamar la
atención). Me refiero a palabras que tienen un sonido desagradable, aunque
rimen (que eso ya tiene muy poca importancia). ¿Cuándo fue que se dejó de oír
la poesía y solo se la escribe? ¿En qué momento perdimos eso que viene
ancestralmente con el hombre, que nació en el ser de las cavernas, cuando tomó
un palo y comenzó a golpear, creando el ritmo?
¿Alguien puede desasnarme? Por favor.
Colonna Alberto O.
Marzo. 2015
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