EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

miércoles, 18 de marzo de 2015

DISQUISISIONES DE UN SEXAGENARIO V

Un llamado a la solidaridad.
Recurro a todos aquellos, avezados escritores, creadores de historias o poemas admirables, para que me expliquen, me saquen de esa terrible intriga que se me ha creado a partir de observar o estudiar los textos que llegan a mis manos (o a mi computadora)
Yo crecí leyendo poesía. Mi infancia y adolescencia, que es cuando el ser comienza a tomar forma, tuvo varios ítems que son los que marcaron el camino que hoy se me vuelve serpiginoso, oscuro y difícil de entender.
 Uno de ellos fueron las historietas, lo que hoy se conoce como comics. En ellos me sumergía ansioso por saber que le sucedería a mis personajes predilectos, y junto con la lectura comprensiva, que su seguimiento implicaba, iba aprendiendo a distinguir los grandes, los extraordinarios dibujantes que eran capaces de darle movimiento, que le imprimían el dinamismo a cada uno de los cuadros que componían la historia.
Eso me llevó a amar a esos próceres del arte. Dibujantes que se igualaban con los artistas más famosos y como consecuencia por continuidad me fui metiendo en el mundo del arte, donde me inundé de la magia de la perfección, el conocimiento, el estudio, de los grandes pintores.
En la literatura nunca traté de dar el paso más largo de lo que mis pobres piernas podían hacerlo. Comencé con las historietas. Luego pasé a las novelas de bolsillo, donde descubrí la fascinación de armar una historia con un comienzo y un final y un desarrollo central desbordante de imaginación. Fantásticamente construido volaba con el pensamiento en duelos de cowboys, o detectives que deducían, de los detalles que nadie veía, la pista para encontrar al delincuente. Que por supuesto siempre era vencido, porque los buenos siempre ganaban, ese era el mensaje, la manera de pensar de toda una generación. Cuando entré en la literatura más compleja ya estaba preparado. Y pude con total facilidad separar lo bueno de lo malo, muy a pesar de lo que pudiera decir todo el mundo. Aprendí un concepto, también aplicable a la pintura, muy sencillo de comprender,es que el que sabe no necesita esconder sus ideas en palabras o frases retorcidas. Se muestra simple, tal como es. Y de esa manera, cualquiera, puede disfrutar de su arte, sin necesidad de que otro se lo cuente o se lo interprete.
Y, aquí viene el punto al que quería llegar, en poesía leí, y ahí si desde muy chico, los poemas de Almafuerte, de Conrado Nalé Roxlo, de Miguel Hernández, de Alfonsina Storni o de Juana de Ibarbourou (Juana de América), de José Hernández y me metí en el castellano antiguo de Quevedo, de Góngora y Argote o Calderón de la Barca. Y descubrí que el mundo que me rodeaba estaba hecho por poesía. Que la lluvia sobre el tejado sonaba primorosamente y el viento, silbando entre los álamos, también era poesía. Era poesía el carpintero en el aserradero, el martillo del herrero moldeando el hierro caliente, las campanas sonando al viento o la anciana en la entrada de la iglesia alimentando las palomas (como en Mary Poppins). Aprendí a ver la vida como una poesía. Hasta el punto tal que cuando mi hijo me pidió un poema yo le hice uno cuya primera estrofa decía:

Me pides un poema, hijo mío,
Te enseñaré a escribirlo, es muy sencillo
Solo debes mirar en torno tuyo
Y verás que el poema ya está escrito.

Y ese ha sido siempre mi manera de entender la poesía, pero hete aquí que algo ha cambiado y yo no me di cuenta. He descubierto que, posiblemente por lo mal que estamos viviendo como sociedad, ya no todo es poesía. Hablamos de poemas cuando nos referimos exclusivamente a las relaciones entre dos seres y si son carnales mejor. Es fantástico. Cuando escribo algo, si quiero que le presten atención, encaro ese tema, toco todos los lugares comunes, y todo el mundo aplaude. “Que fuerza, que pasión. Genial”. Cuando escribo para mí, cuando descubro el sonido de un abejorro, o el del agua que se desliza por los recovecos de un empedrado, se acabó. Nadie dice nada.
¿Alguien puede decirme cuando poesía y sexo se transformaron en sinónimos? Porque es lo que ha ocurrido y yo no me di cuenta. Debía estar distraído en una esquina viendo los saltitos de un gorrión. Pasó montada en un avión supersónico y yo me la perdí.
Desafío a que recorran los blogs, maravillosos y magníficos poetas, y me digan cuantas poesías no tienen relación con un amante despechado, una noche de lujuria o un deseo contenido y sumiso (como en las 50 sombras de Grey). ¿Los dedos de una mano… de las dos? Hum tengo mis dudas.
Es tan, tan evidente, que comprendo que soy yo. No hay dudas, mi concepto esta fuera de los cánones de la escritura actual. Y como no quiero hacer papelones, aunque eso poco me importa, les agradecería que me lo explicaran así sé qué rumbo tengo que tomar para no ser inoportuno.
Ah… una preguntita al margen. Yo siempre sentí que había palabras poéticas, o sea usables en poesía y otras que suenan feas al oído del que las escucha (Si mal no recuerdo es algo así como cacofonía). No me refiero a las palabras soeces que pueden ser absolutamente oportunas (lamentablemente algunos las usan solo para llamar la atención). Me refiero a palabras que tienen un sonido desagradable, aunque rimen (que eso ya tiene muy poca importancia). ¿Cuándo fue que se dejó de oír la poesía y solo se la escribe? ¿En qué momento perdimos eso que viene ancestralmente con el hombre, que nació en el ser de las cavernas, cuando tomó un palo y comenzó a golpear, creando el ritmo?


¿Alguien puede desasnarme? Por favor.
Colonna Alberto O.
Marzo. 2015

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