LA HISTORIA DE LA PRINCESA ENCANTADA.
Pedro solía caminar sin rumbo por el silencioso bosque. Le gustaba
perderse por los senderos entre las enredaderas y las raíces onduladas que se
extendían al paso del caminante.
De tanto en tanto, se tomaba su tiempo, y disfrutaba de la
soledad, el trino de los pájaros, el vuelo de las mariposas.
Y fue, justamente, en uno de esos días en que al dar vuelta
para tomar un estrecho camino labrado en la barranca que lo llevaba a la orilla
del río, que se cruzó con una simpática ranita.
Pedro había visto cientos de ranas, pero esta, por algún
motivo llamó su atención. Y cual no fue su sorpresa cuando, con una melodiosa
voz, el simpático batracio le habló.
-
Hola… ¿Cómo os llamáis? –
-
Pe… Pedro –
-
¿Te sorprende que una rana pueda hablar, no? –
-
La verdad… -
-
Es que, aunque no lo creas, soy una princesa. –
-
¿Una prin… cesa? –
-
Si, una princesa a la que una bruja malvada
encantó. Me transformó en una rana y solo si un apuesto joven me besa podré
volver a ser la hermosa mujer que era –
-
Oh –
-
Pues ¿Qué esperas? Dadme ese beso –
El joven la tomó delicadamente y la atrajo con sumo cuidado
hacia sus labios. Tan sorprendido estaba que no dudó ni un instante. La acercó a su boca y suavemente la besó
largamente.
Fue como una explosión. Los viejos lapachos se encendieron,
el roble tomo un tono rojo amarillento, las ramas de los pinos se llenaron de
luces de colores y hasta un arco iris, pequeño, aunque no llovía, se formó en
el hueco del bosque. Una humareda densa cubrió la totalidad de la figura de la
rana y, al disiparse, apareció la mujer más hermosa que jamás había visto.
-
¡Gracias, amado mío… ahora nos casaremos e
iremos a vivir en mi palacio! –
-
¿Eh? –
-
Por supuesto… tu has roto el encantamiento… -
-
Si pero no es posible –
-
¿Cómo no es posible?
-
Es que ya soy casado. –
-
Ja, ja, ja
- rió la princesa – pero no me vas a comparar con tu esposa, una vulgar
aldeana –
-
En realidad es cierto que eres hermosa, pero yo
soy fiel… amo a mi esposa –
-
Pero… -
-
Además tengo dos hijos.. maravillosos… soy feliz
así… -
La princesa a medida que Pedro hablaba iba cambiando de
color.
-
Vais a despreciarme… ruin… -
-
No, despreciarte no, pero sos una chica muy
linda y no te va costar conseguir pareja ¿No te parece? –
-
¿Es tu última palabra? –
-
Si… si, claro –
Y Pedro se dio vuelta emprendiendo el camino de regreso,
apurado por llegar a casa para contar lo que le había sucedido. Tal vez fue por
eso que no la vio venir.
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-
Si sargento, lo encontró un cazador que venía a
acampar en el costado del rio –
-
Y ¿Cuántas puñaladas tiene? –
-
Diecisiete señor –
-
Parece que fue con saña… ¡Dios, que odio debía tener
el asesino!… -
-
Sin dudas, una atrás de otra… -
-
Ve a ver si encuentras algún indicio –
-
Si señor –
Unos minutos después el inspector Cruz regresó moviendo la
cabeza.
-
Nada jefe, ni siquiera una pisada… lo único que
vi fue una miserable rana que escapó entre los pastizales… -
hermosa historia
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