EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

miércoles, 4 de mayo de 2016

UN REGALO ESPECIAL

Hace bastante tiempo una persona que trabajaba conmigo me comentó que un vecino se mudaba y le había dejado una cantidad importante de libros para que dispusiera de ellos.
Como me conocía muy bien yo fui el primer beneficiado. Me preguntó si los quería y, por supuesto, yo asentí, sin dudar ni un segundo. No sé cómo hizo (siempre se las arreglaba) pero los trajo y me los dejó en la sala de espera del consultorio.
Cuando entré y vi los cajones repletos de joyas literarias, alguna de las cuales hacía tiempo que las estaba buscando, me senté y me puse a llorar. Era demasiado. Me repetía una y otra vez: algo bueno tengo que haber hecho en la vida para recibir este regalo.
Resulta que hoy me ha vuelto a suceder.
Veo en un rinconcito de FB dos mensajes privados. Cuando abro el primero no me caí porque estaba sentado. Era un mensaje del hijo del quien fuera mi gran amigo. El amigo. Aquel que vivió conmigo, posiblemente, la etapa más trascendente del hombre, la adolescencia. Luego yo me vine a Buenos Aires para estudiar medicina y un año después, el, que quería hacer agronomía, vino a vivir a mi casa. Compartíamos el cuarto y las historias. La primera vez que fui a la casa de Mirta me puse un impermeable que él me había prestado.
Se volvió para Tres Arroyos porque era mucho lo que extrañaba y desgraciadamente, para mí, falleció siendo muy joven. Había trabajado en un banco, se había casado y había tenido un hijo.
Y este pequeñín, al que nunca conocí, hoy ya un hombre, me envía un mensaje porque me había escuchado en el programa "Esto es historia", de mi amigo y ex compañero de secundaria, Omar Alonso, y me agradecía la mención de su familia. ¿Cómo podía dejar de mencionar a una familia que fue la mía durante tanto tiempo? Y volver a tener a alguien, y no cualquiera sino a su hijo, en contacto conmigo, era algo que parecía casi milagroso.
Todavía shockeado y emocionado abro el segundo mensaje. Hola Alberto soy Carlos Perilli, el hijo de Beto. ¿Te acordás de mí? ¡Por favor! Mi tío Beto (Humberto) era mi tío compinche. El más chico y el que más afinidad tenía conmigo. Me parece oírlo, levemente ceceoso, con cara de pícaro, haciéndome bromas por la chiva que he llevado toda mi vida. Lo veo sobre la moto en la casa de mi abuela y a Carlitos y Mónica, más chicos que yo, pero igual, compartiendo conmigo. Dos de mis queridos treinta cinco primos, que viven dentro mío como si fuera el día de hoy.

Contesté los mensajes (Espero que sigamos en contacto) y me quedé mirando la pantalla por un largo rato. Solo pensé en ese momento: algo bueno tengo que haber hecho en la vida para recibir tamaño regalo. 

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