EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

miércoles, 28 de enero de 2015

EL VELO DE LA NOVIA. Las Cataratas del Iguazú.

La exuberante vegetación de la selva tropical envuelve el paisaje con el embrujo de su magnífica belleza.
Los árboles elevan sus copas al cielo en isipós, helechos y bejucos, y se mezclan y entrecruzan unos con otros en cascadas de verdes intensos, de amarillos, de sepias y de pardos.


El duro lapacho cubierto de flores violáceas, el petiribí festoneado de pétalos blancos, el jacarandá que luce su floración añil, el ibirá pitá


con su manto de corolas amarillas, y los cedros, los algarrobos, los quebrachos y los timbós, que forman la abigarrada selva, son cuna y sostén de las maravillosas orquídeas que, en múltiples formas y coloridos hermosos, se ofrecen con profusión a los ojos admirados de los que llegan a gozar de la belleza tan extraordinaria.
Y junto a esta hermosura de formas y de colores, el magnífico espectáculo del río, del Iguazú, del Agua Grande, como bien lo nombraron los primitivos habitantes de esta región.



He recurrido a repetir textualmente el inicio de la historia del libro, del que estoy extrayendo estas leyendas, porque aquellos que hemos tenido la suerte de recorrer esa zona (Nosotros lo hemos hecho con suma frecuencia) podemos comprobar que la descripción anterior es tan perfecta que no le sobran ni le faltan palabras. Tiene una precisión en sus expresiones que sería burdo tratar de mejorar un relato tan perfecto.
Pero esa región, una de las maravillas del mundo actual, tiene una historia que los que la conocemos un poco más que la frecuente visita turística, hemos podido comprobarla, lo que le da el toque imaginativo a una gloria de la naturaleza cuyo espectáculo no puede imaginarse ni describirse en estas pobres palabras mías. Después los invito a hacer un recorrido fotográfico por un mundo irreal.


















En una zona habitada por el pueblo guaraní, una raza digna de ser estudiada, pues según mi teoría sería una de las pocas verdaderamente originarias de estas tierras. De las que escasamente se han conservado puras que se ha mantenido, y puedo dar fe que han sostenido sus tradiciones, muy entremezcladas con la iglesia cristiana, pero auténticamente propias, y que conservan su lengua intacta hasta el punto de escuchar diariamente conversaciones en un idioma que no entendemos pero que se va transmitiendo de grandes a chicos y no tiende a morir o quedar aislada como muchas otras.

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Perteneciente a esta raza guaranítica, vivía Panambí (mariposa) junto a su madre  a orillas del río Iguazú.
Cataratas arriba el río puede navegarse y sus abundantes aguas permiten desplazarse por ellas sin el peligro de ser arrastrados hacia la fenomenal caída.  Y esto es lo que hacía la indiecita que se destacaba por su belleza y su dulzura. Diariamente la joven se subía a su canoa y se dirigía a las islas vecinas en busca de las frutas silvestres que le regalaba la naturaleza y de la riquísima miel de camoatí (miel de avispas), que encontraba en abundancia. Más allá del estruendo de la feroz caída del agua la madre sabía distinguir cuando su hija volvía entonando canciones, para las que tenía una hermosa voz, que se unía a las virtudes antes mencionadas.
Pero fue un día que ocurrió algo extraño. Iba la joven en su canoa cruzando el río cuando vio venir en sentido opuesto otra barca en la que un apuesto joven remaba con vigor. Llamaba la atención la apostura de este hombre que se movía con gallardía, sus músculos perfectamente torneados brillaban con los reflejos del sol. Sus movimientos elegantes acentuaban su aspecto. Pero lo más extraño fue que cuando pasó junto a la canoa de Panambí fijó los ojos en los de ella. Una mirada penetrante que se apropió de la mirada de la niña, que quedó azorada, clavada en el río, mirando alejarse al remero hasta que este desapareció de su vista. Sin embargo, la indiecita ya no pudo quitar esa imagen de su mente y permaneció inmóvil, detenida en el río y allí quedó inmóvil hasta que apareció la luna con sus reflejos de plata sobre el suave oleaje del río.
Reaccionó Panambí y dándose cuenta que su madre estaría preocupada por su tardanza apuró los remos para llegar lo más pronto posible. Efectivamente la madre estaba tremendamente angustiada y la interrogó sobre lo ocurrido.
Panambí le contó ese extraordinario encuentro. Era evidente que estaba con el pensamiento fijo en aquel joven que había encontrado en medio del río. a partir de ese momento dejó de ser la joven alegre y cantarina de siempre. La madre, conocedora de las historias del río le advirtió: Hija, debes tener mucho cuidado… Puede haber sido Pyrá-yará (el señor de los ríos y de los peces). Es peligroso. No deberías volver a salir sola en tu canoa.
Pero la niña no estaba dispuesta a hacerle caso. Más, aun, día por día salió en su canoa esperando volver a ver al joven remero. Y ese encuentro se repitió casi diariamente, repetidamente, siempre de la misma manera. El amor que sentía la joven por aquel remero no tenía límites.
Una noche, estaba Panambí descansando en su hamaca tejida, de algodón, cuando sintió un ruido de remos que marcaban el avance de una embarcación. La indiecita fue a ver que ocurría, el río se agitaba y formaba un oleaje más violento que de costumbre.
En medio del río, detenido, mirándola fijamente, estaba el joven. La niña sintió que un poder más allá de su voluntad la atraía hacia el sitio donde la canoa la esperaba. Apenas hubo pisado el agua el río se calmó y la india caminó hacia el centro del mismo. El agua la fue cubriendo lentamente hasta que desapareció en las profundidades del agua. El cuerpo inerte de Panambí flotó, entonces, movida por la corriente hasta llegar a los brazos del remero que efectivamente era Pyrá-yará, de quien se había enamorado perdidamente.
El hombre tomo el cuerpo de la niña y lo colocó en una balsa de juncos que llevaba arrastrada por su canoa y así, con la joven muerta, se largó corriente abajo, hacia donde las aguas se desploman desde una altura aun no medida.


La fuerza del agua los precipitó por el tremendo torrente. La canoa, con ambos, cayó pero el joven emergió en el fondo del río y siguió su curso, demostrando su origen sobrehumano. En cambio la balsa que llevaba a la india fue tragada por las aguas, rebotó contra los peñascos y despidió el cuerpo de la infortunada, que fue arrastrada por la corriente.
Y allí quedó, enredada entre las aguas, hasta que se transformó en una roca, que los visitantes pueden ver en medio del río que violentamente se despeña.
Un chorro de agua muy blanca y muy tenue se desliza, desde entonces por su cabeza y cubre su cuerpo de piedra semejando el velo de una novia, que se deshace en gotitas de cristal antes de volver a formar parte del caudal del río.
Ese fue el final de Panambí, la enamorada de un imposible, que olvidó que Pyrá-yará, dueño de los peces y de los ríos, es incapaz, por ser de esencia divina, de amar a ninguna mujer sobre la tierra.
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NOTA: Las Cataratas del Iguazú, una de las bellezas naturales del mundo actual, son un regalo que la naturaleza ha hecho a nuestro país. Su nombre guaraní significa “Agua Grande”.
El río Iguazú, afluente del Paraná, descubierto por Alvar Núñez Cabeza de Vaca en el año 1542, nace en territorio brasileño, cerca de la Sierra do Mar y sirve de límite entre Brasil y nuestro país.
Recorre 1300 km y 20 antes de echar las aguas al Paraná, se forman las cataratas que llevan su nombre. A esta altura el río se ensancha hasta llegar a los 1800 m.
El salto principal es el conocido como La Garganta del Diablo, y se le suman una serie de caídas notables por su belleza que asombra como el San Martín, el Alvar Núñez, el Bosetti, las Dos Hermanas, etc. Hagamos, pues, el recorrido prometido.























Todas las fotos fueron tomadas por Mirta y por mi en nuestro recorrido por un paisaje que puede verse mil veces y siempre se va a mostrar de distintas maneras.

4 comentarios:

  1. MIRAR ESTAS FOTOS ME HACE CONTENER EL ALIENTO . QUE DECIR ? NADA.QUE SE PUEDE AGREGAR ? ,SOLO SILENCIO . LAS CONOCI GRACIAS A 2 AMIGOS QUE LO HICIERON POSIBLE , HERMOSAS

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  2. He disfrutado tanto de tu relato de esta historia de amor imposible de las fotos y de tu belleza cuando te expresas que lo volveré a leer de nuevo
    Eres realmente grande y te estoy agradecido por enseñarme cosas tan hermosas y por hacerlo de manera tan sencilla y personal
    Te quiero Tío Alberto y me siento orgulloso de ti

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  3. Me parece todo perfecto, idílico, fantástico. Una belleza que tengo en mis, "algun día iré", y espero que no sea muy tarde. gracias por tus palabras, siempre acompañan mi camino !!!

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  4. Me parece todo perfecto, idílico, fantástico. Una belleza que tengo en mis, "algun día iré", y espero que no sea muy tarde. gracias por tus palabras, siempre acompañan mi camino !!!

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