Las luces se habían ido encendiendo y el pueblo se fue
confundiendo entre las sombras.
Se estiró relajando su cuerpo y con una sonrisa comenzó a
vestirse. Se colocó el uniforme y acomodó las herramientas que necesitaba.
Antes de salir se encomendó a San Dimas, rezó un padre
nuestro, y le rogó al Señor para que lo protegiera una vez más.
Salió lentamente y caminó seguro por las calles oscuras.
Llegó a un sector en el norte de la ciudad y se dirigió, sin
dudarlo hacia la segunda casa.
Saltó la verja con habilidad y felinamente se deslizó hacia
la parte trasera. Sabía que no encontraría nadie, ya que había visto a los
dueños salir esa mañana de vacaciones.
Encendió la linterna y observó con detenimiento. Luego
camino hacia un ángulo de la casa y entró al dormitorio. Un cuadro de cierta
magnitud coronaba la cabecera de la amplia cama.
Lo descolgó con cuidado y detrás de él apareció una caja
fuerte, tal como lo había imaginado.
Con habilidad inusitada sacó un estetoscopio, lo apoyó
contra el metal y lentamente comenzó a girar el tambor. Apenas si tardó unos
minutos. Un sonido sordo le dio la señal que le indicaba que la puerta de la
caja estaba abierta.
Iluminó su interior y el destello de las joyas allí
guardadas lo obligaron a entrecerrar los ojos. Rápidamente extrajo de su
mochila una bolsa y comenzó a colocarlas
cuidadosamente, una por una, hasta dejar la caja de caudales vacía.
Volvió a cerrar la puerta y colocó el cuadro en su lugar.
Silenciosamente salió por el mismo lugar por donde había
entrado.
Miró con cuidado. La calle silenciosa y oscura le indicó que
podía largarse sin peligro.
Caminó tranquilo como para no despertar sospechas y luego se
dirigió directo a su casa.
Guardó la bolsa moviendo las maderas de un entre-techo y allí
mismo dejó la mochila con sus herramientas. Había sido un trabajo limpio.
Se sirvió un whisky y lo fue bebiendo mientras se quitaba la
ropa.
Se fue a acostar, ya era tarde y mañana tenía que programar
algún otro trabajo.
Antes de apagar la luz hizo la señal de la cruz y agradeció
a todos los santos por haberlo protegido una vez más.
Apoyó la cabeza en la almohada y se durmió con cara de
felicidad.
Excelente mirada del "otro lado".
ResponderBorrarNo creo que muchos lo lean, no creo que muchos lo comprendan, no creo que muchos lo entiendan...¿pero a quién le importa?
Puede que no lo quieran comprender o simplemente lo rechacen. Pero todos saben que es una realidad y que les guste o no se cumple irremisiblemente. La realidad es que es demasiado simple y obliga a un cuestionamiento al que no muchos están dispuestos a hacer.
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ResponderBorrarEstaba repetido.
BorrarMe dejas siempre fascinado mi prodigioso tío querido
ResponderBorrarGracias sobrino. Feliz de que lo hayas leido y me dejes tu comentario.
BorrarEstimado amigo rioplatense, es un excelente relato que demuestra una vez más, como dijo nuestro ex-presidente Mujica: " El bicho humano es una contradicción con patas".
ResponderBorrarVaya Alberto, un relato como los que nos tienes acostumbrados, a esos en los que la realidad está plagada de paradojas que obviamos precisamente porque nos es más fácil ignorar la realidad y pintarla a nuestra manera para poder entenderla. ¿Realmente es un trabajo limpio?... habría que preguntárselo a más de un político...
ResponderBorrarMe ha parecido muy sutil.
Un saludo!!