UN CASO REAL
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Buenos días doctor – me extendió la mano con una
sonrisa – usted me salvó la vida hace diez años – agregó.
Sinceramente me sorprendió. No lo
recordaba y no había tenido la precaución de releer su historia clínica antes
de que entrara.
Hice un esfuerzo y pronto recordé
a que se refería. Le faltaba un ojo y yo era quien se lo había extirpado. Un
tumor cancerígeno, muy grave, descubierto a tiempo y operado oportunamente
había derrotado a las estadísticas que decían que la mayoría de esos cuadros
terminaban con la vida del paciente en no más de dos años.
Esto me llevó a reflexionar
cuantas situaciones iguales había vivido y descubrí, con gran satisfacción de
mi parte, que habían sido varias.
Pero me vino uno a la memoria por
las características especiales que se habían dado.
La consulta era por la pérdida
progresiva de la visión. Más, aún, de uno de sus ojos ya no podía ver. Le hice
las pruebas correspondientes, lentamente fui recorriendo los diferentes métodos
para detectar patologías y finalmente observé el fondo de sus ojos.
Casi con desesperación vi que
ambos nervios ópticos mostraban signos inconfundibles. No había dudas que había
una masa ocupante en el cerebro que estaba aumentando la presión intracraneana
y estaba aplastando ambos nervios. Indudablemente la pérdida de visión era solo
un signo de algo mucho más importante.
-
¿No te duele la cabeza? – pregunté.
-
Permanentemente… ya no sé qué tomar y no se me
calma –
-
¿No tenés nauseas, deseos de vomitar? –
-
¡Puf! Hace rato… Estoy descompuesto permanentemente…
-
-
Pero… ¡Hay que hacer una tomografía computada
urgente! – exclamé.
-
Ah, si… ya se la pidieron… en el mes de octubre
(Estábamos en Enero o febrero, ahora no recuerdo bien) pero vio… en la obra
social del sindicato están meta dar vueltas y nunca la autorizan – me explicó
la esposa, que lo acompañaba.
-
No, no, no… aquí no es cuestión de autorización…
necesito esa tomografía para ayer… ¿Me entienden? ¡Ur-gen-te! –
-
Entonces vamos a hablar con el delegado… - dijo
ella.
-
¡Por favor! Es fundamental –
Hice una nota explicando la
gravedad del asunto y la necesidad del estudio. Siempre ante situaciones
similares (lamentablemente bastante frecuentes) recurría a hacer responsable a
la obra social de lo que pudiera suceder si no se movían con la celeridad que la
patología requería.
Unos días después aparecieron con
el estudio. Sin el menor lugar a dudas, justo en el centro de su cerebro
aparecía un tumor del tamaño de una naranja. Honestamente metía miedo.
Ver el examen y hacer la
derivación a neurocirugía fue un solo movimiento. Nuevamente acompañando todo
con una nota que explicaba la urgencia.
Un excelente neurocirujano
realizó la operación, extirpando el tumor en su totalidad y descomprimiendo el
sistema nervioso, hasta tal punto que, cuando volví a controlarlo, en uno de
sus ojos había conservado un 40% de la visión. Fue haciendo una recuperación
progresiva hasta estar prácticamente normal.
Unos cuantos meses después
recomenzó con la sintomatología. Esta vez todo fue más sencillo. Se realizó el
estudio, había una pequeña recidiva. Se efectuó una nueva cirugía y la
recuperación fue definitiva. Ahora solo quedaba dejar pasar el tiempo para
saber si finalmente habíamos vencido a la enfermedad.
Pasaron unos cuantos años y
efectivamente el proceso nunca más se repitió. El hombre fue recuperando su
vida normal. Nunca volvió a tener visión en uno de sus ojos pero, con lo que
tenía en el otro, le alcanzaba. Estaba vivo y bien.
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Como todos los días miré la pila
de fichas que me esperaban ese día. Recorrí distraídamente los nombres de cada
uno de los pacientes y descubrí que estaba para atenderse la esposa del
paciente cuyo caso les acabo de contar.
Comencé a atender y como siempre
lo hice, meticulosamente, buscando cada detalle, escuchando muy bien lo que la
persona que tenía adelante me contaba o preguntaba, revisando en consecuencia,
diagnosticando y medicando y, fundamentalmente, explicando y mucho. Cuando un
paciente sabe que es lo que le ocurre y por qué debe tomar cierta medicación,
siempre hay mayor posibilidad de éxito. Para eso trabajamos.
Cuando le tocó entrar a la esposa
de mi antiguo paciente, la llamé y nadie respondió. Insistí, en la suposición de
que no me había oído, pero nada.
En ese momento se acercó mi
secretaria y me explicó:
-
Ah… ¿La señora tal….? Se fue enojada porque dijo
que ella no podía esperar tanto, que usted tardaba mucho en las consultas –
La ilustración pertenece a una obra digital de DIEGO A. COLONNA
La ilustración pertenece a una obra digital de DIEGO A. COLONNA
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