EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

sábado, 14 de noviembre de 2015

CAMINO AL PARAISO

Tomó el arma y la apoyó sobre la sien derecha. La apretó con fuerza y sin hesitar apretó el gatillo.
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El hombre era un tipo feliz. Le encantaba caminar por los parques de la ciudad, sentarse en un banco de la plaza a leer algún libro que siempre llevaba consigo, mientras escuchaba la algarabía que hacían los niños jugando en las hamacas o en los areneros.
Por las tardes se sentaba en algunos de los muchos bares que había por la zona, y sin apuro alguno bebía un cortado, mientras se distraía viendo pasar a la gente que presurosa se movía de un lado a otro.
Algunas veces entraba en el viejo cine, que aún perduraba y donde solían dar viejas películas que él amaba y disfrutaba a pleno.
Pero él sabía que esa felicidad no sería, de ninguna manera duradera. Comprendía que más tarde o más temprano todo aquello iba a desaparecer. Y él no quería retirarse derrotado. Quería retirarse invicto como esos campeones que tanto admiraba.
Ese día se levantó temprano. Se afeitó prolijamente y se calzó uno de sus mejores trajes.
Caminó, como de costumbre por uno de los parques y se detuvo un largo tiempo a contemplar el río. Luego caminó parsimoniosamente por la diagonal que lo llevaba a la plaza de costumbre. Se sentó debajo del frondoso árbol donde lo hacía habitualmente y estuvo leyendo el libro que llevaba en el bolsillo del saco. Justó terminó de leerlo, lo cerro, volvió a guardarlo y se levantó acomodando sus pantalones.
Cruzó la calle y se sentó en uno de los bares. Pidió como siempre un cortadito y se extasió contemplando el trajín diario.
Ya estaba anocheciendo cuando regresó a su departamento.
Saludó a una vecina que salía en ese momento y tomo el ascensor hasta el piso donde vivía.
Entró y sin quitarse el saco, dejó el libro en el hueco que quedaba libre en su nutrida biblioteca, encendió el televisor y se sentó frente a el en su sillón predilecto. A un costado, sobre una mesita, lo esperaba una pistola que había comprado hacía tiempo por una cuestión de seguridad. Nunca la había usado.
Se la llevó a la sien derecha la apretó con fuerza y sin hesitar apretó el gatillo.
Realizó una suave contorsión y cayó de lado, con una desconcertante sonrisa.
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La policía entró reclamada por los vecinos que sintieron el ruido del impacto.
El hombre continuaba sonriendo, tendido de lado, la sangre rodeaba su cabeza como si formara una aureola.
Sobre la mesita lateral había una nota que nadie entendió, simplemente decía:

¡Hip, hip, Hurra! 

3 comentarios:

  1. Una historia desconcertante. No sé pero creo que él se rindió antes de tiempo. No opuso resistencia, prefirió escapar. Pero entiendo sus razones. Un beso Alberto

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  2. Una historia desconcertante. No sé pero creo que él se rindió antes de tiempo. No opuso resistencia, prefirió escapar. Pero entiendo sus razones. Un beso Alberto

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  3. Fijate que nunca lo hice público. Fue una idea. Un lado de la vida y de la filosofía de la muerte, pero pensé que podía afectar a alguien y preferí guardarlo. Gracias por haberte tomado el trabajo de leerlo y dejar tu opinión. son caricias que muchas veces vienen en el momento justo. Gracias princesa. Besos.

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