No todo el mundo hace todo bien o todo mal.
No todo el mundo puede hacer lo que le gusta al otro sector
del mundo.
Siempre va a haber quien esté de acuerdo y quien suelte
sapos y culebras.
Necesariamente es así y es muy difícil quedar bien con Dios
y con el Diablo.
En todas las provincias de nuestro extenso y variado país
hay cosas buenas y malas, aunque muchas dependen de factores que, al menos yo,
no llego a conocer con la profundidad y la seriedad necesarias.
En Buenos Aires puedo decir lo que me gusta y lo que no. No
analizo las razones aunque me gustaría conocer algunas.
Pero digamos que lo importante es rescatar siempre lo
positivo. Lo inconveniente puede ser corregido, lo bueno debería continuarse
más allá de quien esté en la conducción transitoria de la ciudad.
Una de las cosas magníficas que ha propuesto este gobierno
es que, cada fin de semana, se celebre un homenaje a cada una de las
colectividades que han formado, y forman, parte de este país, crisol de razas
(aunque la frase sea demasiado usada, pero que en realidad no cabe otra).
Creo que orgullosamente podemos decir que ninguna persona
que haya venido de cualquier país que sea, sienta que ha sido discriminada. El
argentino siempre ha tenido los brazos abiertos y no ha habido problemas para
incluir a todos y cada uno de aquellos que debieron dejar su patria, por
cualquier motivo que sea, y emigraron hacia nuestra ciudad, en nuestra
megaciudad, que cada día se extiende más y más.
Creo que los pueblos originarios han sufrido más discriminación
que cualquier inmigrante. Pero ese es un tema para discutir y mucho.
Este fin de semana les tocó a dos comunidades. Una donde son
muy pocos y era la primera vez que participaban en este tipo de evento y otra
que ha formado parte de nuestra comunidad desde toda la vida, tanto que a veces
creo que hay más de ese origen que de otros, ya famosos en nuestro país como la
comunidad gallega. El día sábado se celebraba a la comunidad mexicana y el
domingo a la vasca.
Los vascos se habían preparado con todo. Cantidad de puestos
con su comida tradicional, conjuntos de todo tipo, musicales y de danzas, y
como postre pensaban traer a “La oreja de Van Gogh”. Lamentablemente este
domingo ha resultado lluvioso y creo que no está como para realizar ningún
evento al aire libre.
Los mexicanos, mucho más humildes (apenas son cuatro mil
residentes) organizaron su fiesta con una dignidad sorprendente y resultó ser
uno de los encuentros más emotivos de los que he podido concurrir.
Como no son muchos no hay escuelas o grupos de danzas
tradicionales de ese país. Así que armaron la jornada con conjuntos musicales,
muchos argentinos que tienen un repertorio charro, y algunos que trajeron
directamente de México, nada más que para el evento. Se armaron puestos de
comidas tradicionales, muchos como promoción de restaurantes que hay en la zona
de Recoleta y Palermo Soho, y algunos que vinieron expresamente del país
hermano, orgullosos de mostrar su capacidad culinaria.
Hubo cantantes y músicos de todos los niveles pero el
espectáculo lo dio el público.
Detrás de mí había un señor que cantó todas las canciones
junto con el artista de turno y lo hacía realmente bien. La gente bailaba y
cantaba con una alegría y un amor por su patria como pocas veces lo he visto.
Muchos eran tan jóvenes, que no creo que hayan tenido contacto con su México,
posiblemente lo han recibido a través de sus familiares, y muchos otros eran
argentinos que, como yo, hemos convivido con la cultura azteca desde chicos. No
podemos olvidar que muchos de nuestros artistas se cobijaron en el país del
norte en tiempos políticos difíciles.
Era la hora de cierre y nadie se quería ir.
Un párrafo aparte para los sonidistas, que sin pruebas
previas, con una profesionalidad sorprendente se las ingeniaron para hacer que
la música llegara perfecta a cada rincón de la única, la maravillosa Avda. De
Mayo, donde se realiza este evento habitualmente.
Fue bonito, honestamente muy bonito. Volvimos con los ojos
llenos de lágrimas y el corazón henchido, renovado. Todos juntos. Hermanos latinoamericanos.
Hijos de una misma raza, de una misma madre.
Y, a propósito, era precisamente el día de todas las madres
de México, y fue un homenaje digno, una forma de demostrar cuanto podemos hacer
cuando hay buena voluntad y tiramos juntos.
¡Felicidades madres en vuestro día, habéis parido hijos de
los que podéis estar orgullosas!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario