Un hombre camina por el desierto.
Las olas, furiosos elementos, son tan altas que no permiten
verlo.
El cielo se dibuja con bandas de colores y estrellas
agazapadas.
Todo salpimentado a gusto. Luego colocaremos los morrones.
Y su aroma penetró hondo. Las narinas, que raramente lo
hacen, ese día lo agradecieron.
¿O era la noche? ¿Sabés que no recuerdo?
Debe ser de noche porque va amaneciendo. Profundas bolas
negras se precipitan violentas dibujando un horizonte enceguecedor, claro, o tan
oscuro, como la noche, que muere en un interminable fin.
Deben ser las babosas, hay que comprar cebo, repite por
quincuagésima vez sin comprender ya nada.
Las flores se agitan como abanicos. En sus macetas. Las de
los canteros permanecen serenas.
Pero es una serenidad nerviosa. Tensa calma, se dice, y no
sé qué significa.
Parece una broma absurda.
El hombre camina sin rumbo. La sed lo abraza. ¿Hasta dónde?
Sólo él lo sabe.
Está ciego. Las sombras anaranjadas se le han metido entre
sus cejas y le han destruido la cisura calcarina.
Una sombra larga, delgada y prolongada lo acompaña. No lo
deja. Ambos sabemos que en realidad lo está vigilando.
Las olas no me permiten verlo, no permiten que nadie lo vea.
Las redes buscarán en las turbias aguas zapatos y sartenes.
Las especias van a gusto del consumidor. Y si no, hay que
bancárselo. El orégano me hace mal.
Una cruz lo está esperando. Camina hacia ella. Pasa a su
lado y sigue. La cruz sigue esperando.
Los pétalos se desprenden uno a uno. Me quiere, no me
quiere, no me interesa.
El sol ya está muy alto.
Las bandas se han extendido y son mucho… ¡pero mucho! más
anchas. Las estrellas no.
Las risas brotan de los palcos laterales. La gente aplaude de
pie. ¡Otra, otra! ¡Uf!.
Volvió la noche. El
sol brilla más que nunca.
El fin se acerca.
O tal vez todo vuelva a comenzar.
Hay una rosa esperándote.
Hay una rosa esperándote.
Creo que todo vuelve a comenzar mi querido Alberto. En ese caminar de este hombre, en esa sombra que le acompaña, en ese nuevo despertar al rumbo del sol, a lo incierto de la noche. Quiero pensar que camina hacia la esperanza y hace su destino. Es maravillosamente poético amigo mío. Muy bello. Gracias
ResponderBorrarGracias a vos, mi queridísima Amparo. Es una excelente interpretación. El mundo gira y el hombre se las compone para seguir andando. Posiblemente es la esperanza lo que lo mueve sediento y ciego. La vida continua. Un beso enorme.
ResponderBorrarNota: esta es la primera de una serie de cuatro metáforas que iré publicando en distintos tiempos. La locura no tiene fin... je, je