A pesar de todo, y de todos, los símbolos argentinos siguen
siéndolo y nos identifican. Los que amamos a nuestro país los llevamos muy
junto a nuestro corazón. Los avatares sociales, políticos, sectoriales, han ido
tratando de borrarlos de nuestro recuerdo, pero para aquellos, que hemos
abrevado en la historia, en la gloriosa historia de los prohombres que
intentaron la patria, los símbolos nos representan, nos reemplazan, se
mimetizan con nosotros y se transforman en cada uno, para ir más allá de los
tiempos y los hombres.
Hace algún tiempo, cuando mi hijo era pequeño, casi como al
descuido, en su colegio, se recordó el día del Himno Nacional. El profesor de
música contó una pequeña historia que guardé junto a mi corazón, como esa
joyitas que tienen más que el valor de la joya misma, el enorme valor del
sentimeinto. Hoy quiero compartirla con ustedes:
El político y poeta Vicente López y Planes, imbuido de su
fervor patriótico, escribió un poema ardiente, apasionado, agresivo, pero que
dejaba bien a las claras el sentimiento de los hombres que estaban luchando por
hacer un nuevo país. El músico español Blas Parera, le puso la música
transformándolo en un himno solemne, que enardecía los espíritus. Una mujer,
una increíble y valiente mujer, que fue capaz de desafiar a la sociedad
porteña, que se adelantó en un siglo o más a las ideas progresistas, Mariquita Sánchez
de Tompson, en su casa, de Florida 271, realizó la tertulia en la que habría de
cantarse por primera vez. (Les dejo una canción del increíble Felix Luna, con
música de Ariel Ramírez y la inigualable voz de Mercedes Sosa, que narra ese
momento contado por una mulata que mira desde una ventana a los señores
reunidos en torno a un piano)
Posteriormente ese himno fue adoptado por el entonces
gobierno nacional. La Asamblea General Constituyente, lo proclamó el 11 de Mayo
de 1813, como “Marcha patriótica”.
Vicente López siguió su camino en la política y Blas Parera,
tiempo después, volvió, junto con su familia, a España, en donde se pierden sus
rastros.
Pero aquí viene lo interesante. Durante el gobierno de la
provincia de Buenos Aires (Indirectamente de todo el país) de Juan Manuel de
Rosas (1930/1952), este himno o Marcha Patriótica, fue dejada totalmente en el
olvido. La idea de Rosas era que aún no estábamos en condiciones de conformar
un país y por lo tanto no era conveniente tener símbolos o nada que nos
identificara como tales. Sospechosamente el archivo, donde se guardaba el
original, sufrió un incendio y todo recuerdo de él se perdió definitivamente.
Cuando Rosas es derrotado y se comienza a tratar de
reconstituir el sueño original. Se dicta una Constitución y también se
recuperan los símbolos nacionales. Reaparece la bandera celeste y blanca con el
sol en el centro, la escarapela también celeste y blanca, el escudo nacional
enmarcado por ramas de laureles, un gorro frigio y un sol naciente, pero el
himno ha desaparecido. No quedan rastros de su música, la letra puede llegar a
encontrarse algún manuscrito guardado, pero la partitura murió con el incendio.
Se recurre, entonces, al músico que en ese momento estaba en
la cresta de la ola: Pedro Esnaola. Este hombre entiende la importancia del
encargo y comienza un trabajo de reconstrucción e investigación que lo lleva a
rearmar la partitura de la Marcha Patriótica que pasa a llamarse Himno Nacional.
Es, de esta manera, que lo que hoy reconocemos como Himno
Nacional Argentino, es la versión de Pedro Esnaola, sin tener la certeza de cuánto
hay de aquel que, el 11 de Junio, se declaró como nuestra canción representativa.
Posteriormente, por una cuestión de buenas relaciones
internacionales, durante el gobierno del Presidente Roca, en 1890, se decide
que oficialmente se habrán de cantar solo las dos cuartetas y el estribillo en
los actos oficiales así como en las fiestas colegiales.
Si uno busca en Wikipedia puede leer una versión diferente a
esta. Lo mismo ocurre si se investigan otros autores. Esta es una historia que
yo recogí, sorprendido y emocionado, en un acto recordatorio del día del Himno,
relatado por un profesor de música, para un grupo de chicos que no creo
llegaran a entender mucho su significado y para mí, que era el único padre que
se había quedado a presenciar el acto.
Hoy ya no solo no se canta el himno, o se lo hace muy pocas
veces, sino que se corea la introducción colocando una mano en el pecho,
imitando el gesto de los Estados Unidos. Lo hace hasta nuestra presidente, sin
tener en cuenta que el protocolo indica que nuestra canción patria, que nuestro
símbolo musical, debe cantarse en actitud decorosa y con los brazos a ambos
lados del cuerpo en señal de respeto.
En fin, debe ser que la vida cambia y esto no es más que cosas
de viejo.
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