Aprendí medicina a la vieja usanza. En realidad esto es una falacia porque la ciencia médica siempre ha sido una y los conceptos básicos no pueden cambiarse aunque la tecnología evolucione y el tiempo vaya pasando.
La observación del paciente, entenderlo como un todo donde cualquier enfermedad va a dar múltiples signos y síntomas que el médico va a poder observar. El interrogatorio exhaustivo para conocer las características de la enfermedad, los antecedentes familiares que pueden dar una orientación cierta, sus antecedentes personales que definen posibilidades patológicas. La lectura detallada de los valores de las pruebas de laboratorio, que se complementan, y ayudan a sumar a la sintomatología invocada. Y hoy, la observación minuciosa de los distintostipos de estudios que se le pueden solicitar,
guiados por todo lo anterior, hacen que la posibilidad de diagnóstico sea mucho
más certera y se facilite, con lo que se agiliza el tratamiento y la cura,
cuando esta es posible.
Todo eso, en cualquier especialidad que sea, lleva un tiempo
que no puede obviarse. Se ha establecido que una consulta no puede durar menos
de media hora, lo que es algo lógico. Y si se presta atención dice no menos
pero no dice cuanto más.
Los sistemas actuales han ido reemplazando al médico por lo
que yo llamo técnicos de la medicina. Individuos que en quince minutos o menos
tienen que “sacar “ al paciente. Y alguien que daba una charla, hace unos días,
decía: “al menos te dan un diagnóstico”. ¿Es eso cierto? En algunos pocos casos
si. En una mayoría o dan un mal diagnóstico o derivan al paciente hacia un
especialista que no ve más allá de que lo que es su especialidad y que recibirá
al enfermo después que su enfermedad ya haya avanzado, según cuanto sea la
demora en conseguir el turno.
Cuando fui estudiante nos enseñaron que el 70% de las
enfermedades tienen un componente sicológico. El enfermo entra al consultorio
con temor, con la angustia de no saber que le van a decir. La primera función
del médico es manejarle esa angustia. Hacerle sentir que a partir de ese
momento frente a él hay alguien que se va a preocupar por su problema y va a
hacer todo lo posible por ayudarlo. ¿Cuánto tiempo lleva eso? ¿Se puede medir
en la unidad de tiempo o debe mensurarse en relación a la necesidad individual
de cada paciente?
Todo eso es lo que nos enseñaron y le enseñan a los médicos
en la actualidad. Es muy bonito, lástima que choca con la realidad. Cuando el
joven pasa de ser un estudiante avanzado a un médico recién recibido, se ve
obligado a trabajar para alguna empresa prestadora de atención médica y cuya
única finalidad es la económica. Obligan a aquel que se inicia a atender
cuarenta pacientes en una hora, cosa que resulta imposible, salvo que ni
siquiera salude a la víctima, no la haga sentar, no la revise y la medique con
lo que le parece, según la respuesta a una o dos preguntas que le hace a gran
velocidad. Algunos tratan de escapar por el lado de la cirugía, suponiendo que
el cirujano opera y no tiene relación alguna con el paciente. Nada más falso.
En un conocido hospital público, destinado a la cirugía, el primer paciente que
operaron por una apendicitis, en realidad padecía de una inflamación del ciego
y le quitaron el apéndice sin ninguna necesidad.
Podría seguir hablando, y mucho, de la actividad médica, de
su obligación del conocimiento farmacológico de los productos que usa o de los
que está usando su ocasional paciente, de su perfeccionamiento permanente y
actualización obligatoria, etc., pero, en realidad, quiero referirme a algo
mucho peor. Algo mucho más grave. El paciente. El paciente y su increíble
ignorancia.
Habitualmente, ya que hay excepciones, el paciente padece de
una enfermedad común que es la ignorancia y la soberbia. Unos más que otros,
pero al fin, podría decir que todos caen en la misma bolsa.
Normalmente cuando llegan a la sala de espera preguntan cuánto
les falta. Si el tiempo a esperar es mucho protestan sistemáticamente, pero si
encima el médico tarda en la consulta lo que menos hacen es preguntar si está
operando. Comienza el zum-zum suavemente y termina generalizándose la protesta
en la sala de espera. Cuando entran a la consulta posiblemente tarden lo mismo
que el anterior y se irán felices de que encontraron un médico que los atendió
como corresponde, cumpliendo con todos los pasos que la medicina enseña. Sin
embargo muchos no habrán de volver a la consulta. “No.. es que tarda demasiado…
y para hacer un par de anteojos o una conjuntivitis me voy a cualquier lado…
ahora si el problema es serio, entonces si… vuelvo”. “Yo soy de la obra social
Pirulo… y no tengo por qué esperar tanto” creen que por que tienen un Prepago
caro tienen más derecho que cualquier otro ser humano. La medicina no sabe de
diferencias. Todos son iguales y tienen el mismo derecho a ser bien atendidos.
Por otra parte mucho de esos privilegiados que pueden pagar prepagos “alta gama”
no saben que su obra social le paga menos al médico que un paciente particular
o uno que sea de PAMI. Y lo que es peor discuten, porque ya se han leído todas
las malas informaciones de Internet, cualquier medicamento que uno puede
indicarle. Además, se automedican como si la carrera de medicina fuera tan
fácil que se puede aprender en un artículo de una revista de modas.
Lo más interesante es que a muchos de ellos los vamos a encontrar
esperando su turno para comer en algún restaurante de moda o haciendo la cola en un banco sin protestar ni
decir palabra alguna. ¿Puede ser posible que para comer algo, que posiblemente
les haga daño, son capaces de esperar todo el tiempo que haga falta y para
hacerse atender por el médico que les puede salvar la vida protesten con
entusiasmo digno de mejores causas?
Hoy estamos frente al mundo “fast”. Comida rápida, pago por
cajeros, autoservicios, y hasta medicina “fast”. “Al menos te dan un
diagnóstico”.
Por suerte siguiendo nuestra línea de conducta,
respetuosamente, sin esperar a que nos descarten por viejos, mi esposa y yo nos
hemos retirado. Ya no ejercemos esa medicina, que nuestros maestros nos enseñaron
y que pusimos al servicio de nuestros pacientes por cuarenta años.
Lo único que nos preocupa, en la actualidad, es que estos “técnicos
médicos” son los que nos van a tener que atender a nosotros, en un futuro no
muy lejano.
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