EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

sábado, 7 de noviembre de 2015

UN DIA A LA VEZ

Se levantó luego de un sueño realmente reparador y mientras ponía el agua a calentar, se dio una rápida ducha. Luego se vistió rápidamente y se sentó a disfrutar de unos matecitos. La infusión caliente terminó de despertarlo.
Fue hasta la ventana y la abrió para asomarse y observar como se presentaba el día.
Luego fue hasta un armario y abrió las puertas de par en par. Una serie de pequeños recipientes se alineaban prolijamente ubicados.
Con precaución tomó alguno de ellos y los colocó sobre la mesa. Dudó un instante y volvió para tomar uno que estaba en un rincón. Los fue abriendo meticulosamente.
Uno de ellos decía “buen humor”. Lo pensó y tomó dos comprimidos. El otro rezaba: “Alegría”. Supuso que con uno le alcanzaría. Tomó un tercero. “Buena onda”. Si claro eso era importante. Dejó caer dos o tres en sus manos y los ingirió sin dudarlo.
Finalmente llegó al frasco que había tomado en último término. En letras pequeñas y prolijas se podía leer: “Amor”. Tomó un comprimido y dudó. Volvió a mirar la ventana, que había dejado abierta. Por ella entraba una brisa levemente cálida y el rumor de la gente que comenzaba el día se colaba como una música donde cada sonido destilaba vida.
Si… Hoy podía ser el día… Inclinó el frasco y no midió cuantos comprimidos salieron, los bebió de un solo sorbo.
Tomó su sombrero y se dispuso a salir. Antes de cerrar la puerta de calle se dio cuenta que se olvidaba de lo más importante. Volvió a entrar y, de un anaquel, tomo la mejor sonrisa. Se la colocó y entonces sí, salió a caminar por la ciudad.
El sol brillaba a pleno. Los colores se lucían como nunca, o como siempre. Los pájaros revoloteaban y algunos piaban o hacían un intento de canto entre los árboles que ya comenzaban a lucir sus verdes, de distintas tonalidades.
El calorcito lo animó más aún. El día lo acariciaba y lo invitaba a andar, a recorrer las calles que se movían afanosas.
Abrió los brazos como queriendo atrapar todas las sensaciones junta y caminó sin tregua hasta perderse entre la gente que ya había iniciado la rutina de todos los días. 




























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