Debemos ubicarnos en tiempo y en espacio.
Tiempo el actual. Espacio uno de esos países en donde el
tiempo no ha corrido y siguen viviendo en el total atraso.
Ella no coincidía con sus coterráneos y se enamoró
perdidamente de su vecino, que tenía un hermoso camello con dos jorobas bien
erguidas.
El único inconveniente es que estaba casada con Alí El Cohón
y a Alí no le gustó nada esta situación. Los cuernos no le caían bien.
Ella fue llevada ante el tribunal y, sin derecho a réplica,
fue condenada a morir lapidada.
La arrastraron hasta un sitio donde había espacio suficiente
para llevar a cabo su cometido, la colocaron contra una pared y todos se
hicieron de una piedra. Cuando más grande mejor.
El juez leyó en voz alta la condena y todos se aprestaron a
actuar justicieramente.
Cuando ya estaban con las piedra listas para ser disparadas
un hombre, un buen hombre que contemplaba azorado lo que estaba ocurriendo,
recordó las palabras de nuestro señor Jesucristo.
Y se interpuso abriendo los brazos cuanto podía, exclamando
de frente a la multitud:
- Alto, alto,
alto… recordad, hijos míos… Aquel que no haya pecado que arroje la primera
piedra… -
Todos quedaron callados y lentamente fueron bajando sus
armadas manos. Aun a disgusto sabían que el extranjero tenía razón.
De pronto hizo su aparición un niñito, un pequeño e
inmaculado niñito, y tomando una buena piedra, no sin esfuerzo, la arrojó
contra la mujer.
Eso fue suficiente. De allí en adelante la lluvia de piedras
fue un rio desbocado.
El hombre desesperado trató de pararlos pero una pedrada le pasó
muy cerca de su nariz lo que hizo que se apartara. De cualquier manera ya era
tarde. Alguien con muy buena puntería le había partido en dos la cabeza a la
adúltera.
-
Pe… pero… ¿No les dije que el que no tuviera
pec… -
-
Si, si… y dijiste que arrojara la primera
piedra, pero no aclaraste nada de la segunda, la tercera y todas las demás… lo
que es justo es justo ¿No? –
El hombre quedó absorto. Era cierto. Sus palabras habían
sido interpretadas al pie de la letra. El niño no tenía pecado… podía arrojar
la primera piedra… de las restantes no había dicho nada…
-
Caray… - exclamó – voy a tener que revisar la
frase… -
Y mientras caminaba por una de las polvorientas callejuelas
del poblado iba diciendo por lo bajo:
-
Los que hayan pecado que no arrojen piedra… no…
no me van a hacer caso… mejor digo algo sobre la primera, la segunda, la
tercera y, así, hasta la décima… si eso podría ser… -
Esquivó a un mercader que, a grito pelado, ofrecía sus
mercancías sobre su viejo camello y pateando las piedrecillas del borde del
camino se perdió entre el laberinto de casuchas y tiendas que terminaban
uniéndose, haciéndose uno con el vasto y tremendo desierto.
Allí fue donde descubrió que en el amontonamiento alguien le
había robado la billetera.
La ilustración ha sido tomada, parcialmente, de las imágenes de Internet.
Muy bueno. Armaste muy bien la idea original. Divertida vuelta de rosca.
ResponderBorrarMuy bueno. Armaste muy bien la idea original. Divertida vuelta de rosca.
ResponderBorrarMuchísimas gracias Arte+ por tu comentario.
BorrarLamentable verdad....como también la ablación del clitoris. .... en nombre de la fe...las peores barbaries...
ResponderBorrarGracias por el comentario. es cierto en relación a las barbaries, también nosotros cometemos barbaries aunque de otro tipo.
BorrarDebió ser el niñito...Basado en una terrible realidad tratada con ese agudo ingenio...Estupenda entrada. Alberto
ResponderBorrarGracias queridisima poetiza. Viniendo de vos tien valor doble.
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