DISQUISICIONES DE
UN SEXAGENARIO III
Febrero,
2011
Estoy próximo a
cumplir los 62 y me han ocurrido cosas, situaciones, que me han golpeado. No
por lo que ellas en si significan sino por la sorpresa de no esperar que las
mismas ocurrieran.
Por una cuestión
político económica todas las personas se jubilan a los 65 años. ¿Por que?
Porque no se puede establecer cuando el ser humano comienza a flaquear en
puntos vitales para la sociedad y es necesario que “entregue la posta”.
La vida es una escalera,
cada año es un peldaño que vamos subiendo hasta el final de la misma, no
importa cuando, es lo menos importante… pero ya les hablaré de eso.
No es lo mismo a
los 62 que a los 61. Se supone que en el transcurrir del año he aprendido, he
incorporado nuevos conocimientos y experiencias, así como también he sumado
limitaciones, mínimas, pequeñas, imperceptibles, pero reales.
Uno es conciente
que no conduce como lo hacía hace 30 años atrás, que no retiene las cosas con
la facilidad con que lo hacía, que se cansa mucho más, que se ha vuelto más
sensible y lo golpean mucho más cosas que hace un tiempo atrás le resbalaban.
También es conciente que está más pausado, no se arrebata ni se equivoca con la
facilidad con que lo hacía, disfruta más de las cosas que hace, la experiencia
sumada le permite enfrentar desafíos que hoy le resultan simples y antes eran
todo un mundo.
Claro, las fechas
son relativas. Pero pongámosno de acuerdo en que los sesenta es una edad en la
cual uno ya llega cansado de trabajar, harto de soportar las mismas preguntas absurdas,
los mismos conflictos que debieran ser conocidos y para algunos se les
presentan como grandes novedades. Es una edad en la que, si ha hecho bien las
cosas o ha tenido suerte, todavía está
entero para disfrutar de los otros placeres, de otros caminos que posiblemente
durante su tiempo activo no pudo recorrer.
Nos están sobrando
cinco que son las reglas del juego. Pero punto. Cinco más y nada más. Lo que
nos queda es un camino corto y hay mucho por recorrer.
Por otra parte,
siempre lo digo: “Cuando uno “chochea” no se da cuenta”. ¿A que vamos a
esperar? ¿A que nos descarten por inservible o peligroso? Porque eso es lo
peor. La persistencia en la continuidad de la vida que no nos corresponde
comienza a ser peligrosa para el resto de los que nos rodean. La edad nos debe
dar esa cuota de responsabilidad. “El necio nunca aprende, el inteligente
aprende de sus errores, el sabio aprende de los errores de los demás”, dice el
viejo adagio.
El problema surge
cuando alguien es tan poco capaz que ha aprendido una sola cosa. Solo sabe
moverse en un espacio y si se lo quitan se desespera. Los estadounidenses, que
son muy prácticos, (es cierto viven otra realidad socioeconómica lo que lo hace
más fácil) dicen que unos cuantos años antes hay que ir preparando el retiro.
Lenta, pero progresivamente hay que ir delegando actividades y esos espacios
irlos cubriendo con otras ocupaciones, de tal forma que cuando llegue el tiempo
del retiro, de alguna manera uno ya esté en otra cosa y no note la diferencia.
Estos 62 años me
han enseñado que no existe nada mejor ni peor. Cada uno tiene un gusto
diferente, una manera de vivir distinta, una forma de aprovechar el tiempo
personal. Lo que le gusta a cada uno es lo mejor. Y lo que no le gusta no sirve.
Hay reglas, que los
años han enseñado. Reglas de salud. Alterarlas forma parte, justamente de esa
incapacidad de crecer, de transcurrir la vida absurdamente. Nada asegura nada,
pero se supone, que dan más posibilidades.
¿Posibilidades de
alargar la vida? En lo personal no me interesa. La vida no es un don. Es un
castigo por el tremendo acto de egoísmo que llevamos a cabo los padres lanzando
a alguien a un mundo que no le ofrece ninguna garantía.
La vida es un don
preciado. Mentira.
La vida es algo que
no he llegado a entender, por lo menos hasta el tiempo que llevo vivido, y me
da la sensación que cuando la película se acabe va a ser como esos films que
dejan el final abierto. Te quedás con las ganas de saber que pasa.
Pero honestamente
no me interesa.
Ya estuve cerca de
la muerte y me dio lo mismo.
Allí aprendí que no
me queda otra que vivir y es bastante estúpido hacerlo mal.
Cada día a
enfrentar hay que tratar de disfrutarlo.
Bueno sería que
todos lo entendieran. Porque muchas veces el entorno es quien no te lo permite.
Hay una frase, que
no sé a quien pertenece pero me gusta, que dice: “La vida es simple, es el
hombre quien la complica”.
No creo que haya
que ser un lama para disfrutar la vida, aunque hay que aprender a pensar lo más
parecido posible. Tengo lo que tengo. Soy lo que soy. Haré lo que pueda y hasta
donde pueda (física y temporalmente).
En algún momento me
van a quedar muchísimas cosas por hacer, cantidad de sueños por cumplir. ¿Por
qué desesperarme por uno de los tantos que hoy no puedo alcanzar? Hay otros,
más simples, más realizables.
En una película que
vi, no hace mucho tiempo, el protagonista planteaba que los ignorantes eran
mucho más felices, lo que el interlocutor más viejo aceptó pero le dijo: “prefiero
el padecimiento del conocimiento a la felicidad de la ignorancia”.
La sabiduría no
pasa por saber mucho, sino en llegar a comprender que siempre es poco. El saber
del mundo es tan grande (e inestable) que es imposible llegar a abarcarlo
completamente. La humildad es un signo de que se ha comprendido lo pequeño que
somos.
El recordar muchas
cosas no es más que la demostración de una buena memoria. Hay organismos que
tienen esa facilidad. Sin embargo es posible que sea mucho más inteligente
aquel que razona lo poco que recuerda, recurre a las informaciones y aplica su
experiencia, que aquel que utiliza palabras, citas, nombres, grandilocuentes
pero continúa cometiendo los mismos errores una y otra vez, convencido de que
es un superdotado.
He recorrido un
largo camino. He aprendido a respetar y querer a todos. No tengo rencores. No
sé tenerlos. No tengo grandes ambiciones. Lo único que pretendo es vivir en paz
y feliz. ¡Poca cosa!
Hay muchos temas
que quisiera tocar. Entre las limitaciones de la edad está la desconcentración.
Ahora se me escapan. Tal vez escriba una cuarta versión (La segunda nunca la
envié). Veremos. En este momento no sé por qué me viene a la memoria un poema
que tengo guardado de Miguel Hernández, que dice:
QUISE
SER… ¿PARA QUÉ?... QUISE LLEGAR GOZOSO
AL
CENTRO DE LA ESFERA DE
TODO LO QUE EXISTE.
QUISE
LLEVAR LA RISA COMO
LO MÁS HERMOSO.
HE
MUERTO SONRIENDO SERENAMENTE TRISTE.
Nota: A esta altura de mi vida he llegado a
los 64 y me quedan meses apenas para la jubilación. Nada ha cambiado. Sigo
pensando lo mismo, por lo que publicarlo ahora tiene el mismo valor que hace
dos añitos atrás.