Acabo de descubrir que la denominación de Buenos Aires no
proviene de lo que hoy interpretaríamos como buen tiempo o clima agradable,
sino por una castellanización del nombre de la Virgen de la Candelaria o Virgen
de Bonaria, patrona de los navegantes, originaria de Italia pero también
venerada en Cádiz. Promesas que había hecho don Garay.
Eso me da una cierta tranquilidad porque nuestro clima es de
lo más variable y sorprendente, nos suele agobiar el calor en pleno invierno
(hacia fines de Junio solemos disfrutar del veranito de San Juan) y tener un
mes, de los dos utilizables del verano,
totalmente lluvioso, frío y desagradable. (Este año le tocó a febrero)
De vez en cuando se nos aparece una niebla densa que no nos
extraña si tenemos en cuenta que, en general, la humedad es uno de los factores
que más impera en nuestra atmósfera.
Habitualmente anuncia que va a ser un buen día, ya que la
evaporación del agua latente, que moja, sin notarlo, las calles de Buenos Aires,
comienza a evaporarse al influjo de los rayos de un sol, más o menos cálido,
según la estación, pero que aparecerá detrás de las espesas nubes.
El asunto es sortear el momento. Si no se puede esperar las
caricias del astro rey, uno debe zambullirse en un mundo irreal, de luces y
sombras que se desplazan fantasmagóricamente, a veces a velocidades también
irreales que se deslizan imprudentemente por las autopistas, bajo los puentes o
por los caminos secundarios.
Cuando me levanté esa mañana era uno de esos días. Apenas se
visualizaba a cincuenta metros de distancia. Pero debíamos llegar al
consultorio en horario por lo que pusimos los faros antiniebla y nos lanzamos a
la aventura.
Mirta ya es experta en estos menesteres y con la prudencia
aconsejable, pero a una velocidad que nos permitiese llegar a tiempo, nos
fuimos moviendo entre el tráfico de la AU6, o sea el ramal que nos lleva hacia la
zona oeste del conurbano bonaerense.
No resistí la tentación y me dediqué a tomar las fotos que
ilustran este post.
Realmente nada más lindo para atrapar una buena imagen a
pesar del riesgo que el viaje representa.
Finalmente después de pasar el peaje el cielo nos mostró un
celeste límpido que nos esperaba del otro lado.
El final del viaje estaba próximo, y llegamos sin
inconvenientes.
Después de todo fue lo más parecido a los juegos de los
parques de diversiones.
Conmigo al volante todo es posible, es un Parque de Diversiones, el sector del tren fantasma o la montaña rusa. Mi habilidad está altamente probada.
ResponderBorrarGracias por tu comentario Maga. Es totalmente real que Mirta se las ha visto en las peores circunstancias y de todas ha salido airosa. Yo le enseñé a manejar hace ya bastante tiempo y en la actualidad compartimos el volante. Si uno maneja de ida el otro lo hace de vuelta y en las vacaciones manejamos 200 Km a cada uno de tal manera que no llegamos a cansarnos.
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