Nelly Aurora Lambert, Niní, nació en su querido Navarro, el
26 de enero de 1932. En esa ciudad vivió hasta los 21 años, casándose y
radicándose en Flores (Capital Federal) para, finalmente, afincarse, con su
familia, en Merlo (Provincia de buenos Aires).
Soñadora, romántica, vital, positiva, solidaria…
Escribió desde muy joven.
Todos los progresos literarios, que fue adquiriendo con el
tiempo, se los debe a su querida profesora de Literatura: Elda Varrone.
Hoy a sus 82 jóvenes años sigue creando y nos brinda la
posibilidad de leer sus escritos con una carga de realidad, fantasías,
alegrías, tristezas, sueños y vivencias, en su libro: Despertar con sueños.
Niní es mi paciente, pero viene sólo una vez por año, apenas
para controlarse, porque está increíblemente vital, lúcida como ninguna,
sonriente cuando me dice: “todos los personajes son reales, rodeados de algo de
fantasía, pero reales”.
Y yo tengo el orgullo de acercarles apenas una muestra. Algo
de lo que este maravilloso ser ha sido capaz de transmitir con la simpleza de
aquella persona que ha vivido la vida a pleno y hoy puede mirarla con la
serenidad de sus 82 años..
Cuando Una Cajita Sacia
el Hambre
Personas
que van y vienen, pasan frente mío sin importarles nada.
Niños
descalzos limpiándose los mocos con las mangas de sus sucias y rotosas ropitas.
Los
pies desnudos tiritando el frio de agosto, de noches sin abrigo y sin sopas.
Carros
destartalados arrastrados por caballos flacos.
Grandes
montañas de basura.
Los más
pequeños subiendo y descendiendo saltando.
Llegué
con mi máquina fotográfica, quería vivir un día como eran las horas de esos
lugareños de una villa cercana.
El sol
ha comenzado a darnos un poco de abrigo.
Al
llegar los camiones los hombres, las mujeres y los niños miraban, como una
ceremonia, las montañas de basura arrojadas desde los volquetes.
Se entremezclan
los gritos de los chicos y grandes. Lo que encuentran, para ellos, es un trofeo
importante.
Me sentí
como un espía, pero me defino como testigo de momentos ajenos, dolorosos,
oscuros…
Un niño
de ocho años, más o menos, exclamó: - ¡Upa! – apretó algo contra su corazón. Me
acerqué a observarlo. Era una cajita de música negra.
La
escupió para limpiarla con su remera gastada.
Alcancé
a escuchar una música a medias.
Partió
corriendo, con su cara de hambre y la cajita de música, perdiéndose entre el
basural, llenando con una suave melodía el aire apestoso.
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Y. por qué no, de paso les regalo este poema del mismo
libro:
Dulce Niño
Como las golondrinas
Partes cruzando mares
detrás de un sueño.
Me quedaré esperando
tu regreso.
Se cumplirán tus
sueños
dulce niño…
Junto a las
golondrinas
regresarás.
Te espero.
NOTA: Las imágenes han sido tomadas de Internet, salvo la primera que corresponde a la tapa del libro.
¡qué maravilla Alberto! Gracias por acercarnos estas palabras tan llenas de vida. Ojalá estuviéramos todos con la cabez tan amueblada, aunque sea cuando tengamos 82 años!!
ResponderBorrarBesotes
Gracias Su. Es algo muy bonito que tiene como cómplices a toda la familia. Lo cual es mucho mas lindo todavía. el fondo rojo del libro es de un cuadro de la hija y el dibujo de un nieto. Y debieras ver la cara de satisfacción de ella contándome como había escrito sus cuentos o sus poemas. Y lo fantástico es que sigue escribiendo y leyendo. es cierto, quien tuviera la cabeza tan bien amueblada. Un beso enorme y gracias de nuevo por tu comentario.
BorrarLas esperanzas de llegar a esa edad con esa lucidez. Nuestros pacientes nos vienen dando lecciones de vida desde siempre, ha sido lo grandioso de esta profesión; entrar al consultorio deprimidos por esos contratiemps que surgen y, recibir de golpe la carga positiva de hechos como este que te ayudan a seguir adelante, valorando la vida.
ResponderBorrarNo sé como llegaremos, pero con seguridad vamos a ser unos viejos lo-lo. Por lo menos vamos en ese camino. Y es divertido. siempre juntos, peleando con la vida pero con ganas permanentes.
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