La mujer siempre ha luchado por sus derechos. Intereses de
todo tipo, incluso de ellas mismas, hicieron que ocupara un lugar secundario en
el reconocimiento de la sociedad.
Es en el siglo pasado que la lucha por ocupar un lugar como
ser humano inteligente comienza a tomar forma, pero en la segunda mitad de ese
increíble siglo XX, se inicia la gran revolución.
Las guerras que obligaron a las mujeres a tomar las riendas
de su hogar y comprobaron que podían y la capacidad visionaria de muchos personajes
(Mary Quant, Courrege, etc) hicieron que las jóvenes de entonces comenzaran a
desafiar los convencionalismos y iniciaran un tiempo sin retorno.
Has recorrido un largo camino muchacha, rezaba el slogan de
un cigarrillo, que más allá de que no estoy de acuerdo con los fumadores, definía
muy claramente la lucha de todas, creciendo, madurando, aprendiendo a ser.
Recuerdo a una joven rebelde con la que discutía hasta donde
debía llegar su pollera, y más allá de mis protestas la falda seguía subiendo
totalmente desafiante. Tengo una foto de mi compañera de toda la vida, tomando
agua de un grifo de plaza, con la cartera colgando hacia atrás para que no se
le viera más de lo conveniente.
Recuerdo cuando caminábamos por algunos pueblos del interior
y se daban vuelta o le decían cosas por utilizar un top, con los hombros y la
cintura descubierta.
Me rio cuando se me presenta la imagen del grupo de chicas
en minishort, los maxitapados que se abrían y dejaban asombrado al ascensorista
del hospital, que no comprendía a dónde íbamos a parar si esas eran las futuras
médicas.
Quedó para la anécdota cuando un profesor de Medicina Legal,
absolutamente retrógrado como suelen ser los que se dedican a esta
especialidad, hablaba enfáticamente de exhibicionismo, y mi mujer (entonces novia)
trataba de disimular la mini que traía puesta tapándose con los libros.
Esa generación tozuda pero sana, fue la que abrió el camino
para que todas las mujeres de hoy tengan la libertad y puedan expresarse sin
problemas.
Aún quedan rezagos, aún quedan cosas por qué luchar, pero el
camino fue abierto por aquellas personas que tenían algo en común. Eran
inteligentes. Priorizaban la cultura y la educación por sobre cualquier
convencionalismo y con esas armas pudieron enfrentarse a una sociedad pacata
que las relegaba.
Hace un tiempo atrás tuvimos que vivir una situación que nos
dolió, porque todos los que hemos luchado por los derechos de la mujer como ser
humano, no como contrapartida del hombre sino como un igual, asistimos a una
demostración de barbarie e ignorancia que echa por tierra todo aquello por lo
que hemos venido luchando.
Voy a dejar en claro mi posición. Como médico no puedo más
que estar a favor del aborto, un aborto científico, planificado y regulado con
todos los medios que la ciencia nos brinda. El derecho de los padres a decidir,
y en algunos casos de la mujer, su destino y el de su descendencia es algo que
le compete solo a los que deben optar sobre su vida y todos los que opinan sin
tener relación directa con el problema no entendieron lo que dice el viejo dicho: “Los de afuera son
de palo”.
He visto morir a muchas jóvenes que se sometieron a técnicas
o tratamientos abortivos, ya que su decisión estaba tomada y lo iban a intentar
de cualquier manera, totalmente peligrosos que terminaron con su vida y la de
su posible descendencia.
Pues bien, mi esposa y yo asistimos a una manifestación de
un grupo de mujeres proabortistas que habían decidido marchar hacia la Catedral
para expresar su descontento y su oposición a las ideas absurdas que enarbolan
los religiosos.
Hasta ahí estamos de acuerdo y apoyo su manifestación y
hasta el sitio elegido.
Pero de pronto vemos una cantidad de individuos, de
niñas-mujeres con las caras tapadas, cubiertos sus rostros con pañuelos como
vulgares delincuentes. Y allí donde uno se pregunta ¿Qué es lo que están
haciendo mal que se cubren el rostro? Sus demandas son correctas. Es más me han
enviado un informe que demuestra científicamente que en el tiempo oportuno el
aborto es legal y sin embargo actúan como si estuvieran haciendo algo mal. ¿Los
cánticos? Creo que son palabras y las palabras así dichas, en una manifestación
y como cantito son totalmente esperables. ¿Entonces qué?
Hasta que descubrimos donde está lo malo. Con aerosol han
pintado los escalones de mármol y las columnas que hace muy poco tiempo fueron
remozadas, pintadas, con el erario de todos los habitantes de la ciudad.
Pueden estas personas ser tan poco inteligentes, tan
energúmenas que no se dan cuenta que sus derechos terminan donde comienzan los
de los demás. Que agredir un bien público, y digámoslo como corresponde. La
Catedral no es solo de la iglesia católica, es patrimonio histórico que nos
pertenece a todos los argentinos, es el recinto donde descansan los restos del
General San Martín, alguien mucho más grande que todas ellas juntas, y, como
dije, agredir un bien público es un delito que debe ser castigado. No es
represión. Es salvaguarda de nuestra sociedad. No se puede destruir un bien
ajeno simplemente porque no estoy de acuerdo con sus ideas. Esto da pie a la
contrapartida. De igual forma se puede proceder con ellas si se piensa lo
contrario.
Y eso no está bien. Es cierto que son chicas, me refiero a
pequeñas de edad y de mente, y no tienen idea de lo que es la democracia. Es
cierto que no vivieron los tiempos duros de las dictaduras y como consecuencia
no pueden entender cómo funciona el sistema. Es cierto que son niñitas
malcriadas que creen que esa travesura que están haciendo las convierte en
mujeres heroicas. Pero aun así no tienen derecho.
Es bueno que reconozcan que son inmorales y se tapen la
cara. Pero con ese único acto ya desvalorizan todo lo que pretenden conseguir.
Chapuceras. Imberbes irresponsables. Estropean todo lo bueno que los que
tenemos elementos para exponer y discutir y obtener resultados, quedemos mal
parados.
Yo sé que son ignorantes. Que no saben ni piensan. Que
actúan como los simios por impulsos. Pero déjenme que me descargue. Porque lo
malo fue que mi esposa y yo fuimos los únicos que levantamos la voz en contra
de la barbarie y de la trampa feroz en que estas inconscientes estaban cayendo.
Nadie, absolutamente nadie se quiso involucrar, ni siquiera la policía que
estaba en la puerta del templo. Déjenme que les diga a estas mocosas que no son
nadie y que lo único que lograron fue tirar hacia atrás del carro que con tanto
esfuerzo muchas mujeres y muchos hombres, hombro con hombro, hemos venido
llevando hacia adelante.
Qué pena, que tremenda pena que exista gente como esa porque
muy posiblemente sean irrecuperables. Si a esta edad no aprendieron a querer a
su Patria, y peor aún, a quererse a si mismas, no lo van a aprender jamás. Hay
muchos vivos metiéndoles ideas cambiadas en su cabecita y ellas no son más que
las idiotas útiles de aquellos que siempre se han burlado de todos nosotros.
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