Saludó sin mirar a quien se dirigía. Lo tiró al bulto por
educación, como era su costumbre.
Algo parecido a un murmullo le respondió desde el puesto de
diarios donde se había guarecido.
Es que, en realidad, no era un buen día porque llovía
copiosamente. Abrió su paraguas pero una racha de viento y fría llovizna se le
coló por debajo.
Inclinó el paraguas pero todo era en vano. El agua se
arremolinaba haciendo imposible cualquier intento por cubrirse.
Decidió rendirse y se largó a caminar, protestando por lo
bajo.
Se apuró para llegar a la parada del bus. Tenía por
costumbre salir temprano. Más de lo necesario para no encontrarse con ese mar
de gentes apretujadas, desesperadas, por llegar a tiempo.
Tuvo que esperar un tiempo más
prolongado que lo habitual. Sabía, aproximadamente, cuál era el recorrido y a qué
hora pasaba por donde él estaba, le llamó la atención la demora.
Cuando el bus llegó le hizo la
seña y rápidamente, después de haber cerrado el paraguas, trepó ágilmente
tomándose del pasamano. Estaba más vacío que de costumbre. Había pensado lo
contrario. Con la demora habitualmente se agolpaban más los pasajeros. Sin
embargo no, nada de eso, apenas una anciana en el primer asiento y dos o tres
personas más, distribuidas cómodamente.
Se sentó junto a una ventanilla y
miró distraídamente la calle. Algún que otro transeúnte que corría tratando de
protegerse del aguacero. Las luces que aun persistían encendidas en algunos
escaparates se deformaban en las gotas que corrían en diagonal sobre el vidrio
de su transitoria atalaya.
Llegó antes de lo esperado. El tránsito,
habitualmente intrincado, ese día y, a pesar de la lluvia, había estado más
liviano que de costumbre.
Bajó, haciendo gala de una
agilidad que ya no tenía. Un dolor en una de las caderas le recordó que ya no
estaba para esos lujos. Se rió por lo bajo y caminó tapándose con el paraguas
del viento que soplaba justamente de frente.
Llegó a la empresa y, aunque aún
era temprano, siempre el ordenanza se encargaba de abrir un tiempo antes.
Empujó decidido pero la puerta no
cedió. Se detuvo desorientado. Volvió a presionar sobre el blindex, que
oficiaba de entrada, pero todo estaba herméticamente cerrado. Hizo pantalla con
las manos y trató de mirar hacia el interior. Si el empleado lo veía con
seguridad venía a abrirle.
La soledad más absoluta lo dejó
un instante con la boca abierta. Volvió a mirar con cierta desazón pero se le
ocurrió que debía ser que ese día, como se habían dado todas las cosas, había
llegado demasiado temprano. Si, claro… eso debe ser. Pero el ordenanza está
desde mucho tiempo antes, debería estar abierto. ¿Habrá pasado algo? Noooo…
posiblemente el hombre tuvo que ir al sanitario… si, clar, seguramente… es..
pe…re…mos…
Alguien debía haber abierto las
compuertas del cielo porque el agua caía con una fuerza y en una proporción
inimaginable. Aguardó un instante. Las gotas daban contra el piso, rebotaban y
se colaban por entre los zapatos. Se corrió hasta la esquina donde había un
toldo y podía protegerse.
Miró el reloj. La siete y media.
No, evidentemente no puede ser. Algo está ocurriendo. Iba y venía caminado
nerviosamente. El ruido de la lluvia sobre el toldo se multiplicaba como una
maldita batería que sonaba, inmisericordosa,
enloqueciéndolo.
Corrió nuevamente hacia la
puerta. El agua ya no le importaba. ¿Qué ocurría? ¿La empresa había cerrado…
quebrado… finiquitado…? ¡Dios! ¿Era eso posible? ¿Se había quedado sin trabajo?
¡A esta edad! ¡¿Qué voy a hacer?!.
Miró desesperado su reloj. Las siete
cincuenta… ¡las siete cin… cuenta! En
ese momento miró la pate digital de su cronómetro. Estaba con poca batería pero
con esfuerzo alcanzó a verlo. Fue hacia el toldo nuevamente, donde había algo
más de luz. Una farola permanecía aún encendida. Y leyó con detenimiento Mayo –
14 – Sunday.
Sun… sun… Sunday quería decir
domingo… ¡Caray! Hoy es domingo. Hoy no se trabaja… ¿No?
Que… que… pe…
Tan bruscamente como había
comenzado a llover ahora había parado. Las nubes comenzaban a abrirse y un sol
mañanero se asomaba tímidamente.
Caminó lentamente hasta el bar
que había en la esquina de la plaza. Buscó un rincón alejado y pidió un café
con leche con tres medialunas.
Pues es que eso mismo me ha pasado a mi!! Vaya cabeza..!
ResponderBorrarJajajaja!! Así? O más distraído!!? Muy bien logrado!
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