Un día nació.
Alguien lo tomó y lo arropó
El camastro era duro, de hojas y paja, pero él no sabía nada
de eso.
Lloró reclamando alimento. Sentía hambre.
Pero nadie respondió a sus reclamos.
Hacía calor y las moscas revoloteaban a su alrededor.
Abrió los ojos pero no pudo ver al mundo que lo rodeaba. Una
tela purulenta se extendía entre sus párpados. Le dolió y volvió a cerrarlos.
Alguien llegó y dijo algo que no pudo entender.
Lo levantaron y sintió que estaba en movimiento.
Días de sol abrazador, viento y arena que golpeaba su cara,
noches frías.
Fueron muchos días, ya el hambre había desaparecido. No
sentía necesidad de nada.
Voces, sonidos de voces de hombres y mujeres, de animales
que se movían sin cesar. ¿A dónde?
Llegó a comprender que lo habían tomado otros brazos. Lo
acostaron en un lugar más agradable. Alguien limpió sus ojos y al fin llego a
ver entre nubes a dos personas vestidas de blanco que hablaban entre sí.
Decían algo que él no entendía.
“La desnutrición es demasiada, no creo que sobreviva”
Antes de que la antigua noche de los tiempos extendiera su
manto piadoso sobre su pobre vida, quiso hacer un llanto de gracias, pero de su
garganta seca solo asomó algo que se pareció a un graznido.
Un micro relato de Alberto Colonna
Las imágenes pertenecen a Internet (Google)
Uff, este es estremecedor Alberto, me dejas sin palabras...
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