Si observamos la oferta teatral
no llama la atención que en lo que se conoce como el circuito comercial no hay
grandes ofertas. Muy pocos actores de raza hoy están pisando las tablas con
obras de cierta envergadura, que sean un atractivo para aquellos que
disfrutamos de este medio. Por otro lado las pocas que sobreviven lo hacen a
valores que para el gran público son algo más que prohibitivas. Esto ha
provocado un fenómeno muy interesante. Una explosión de los pequeños teatros,
algunos simples salones de alguna casa con una serie de sillas y los actores
actuando a ras del piso. Todo con una inversión mínima. Y acompañando a esto
algo notablemente interesante: la aparición de los actoautores. Yo lo hago y yo
lo vendo.
Si recorremos la agenda teatral
nos vamos a encontrar con una cantidad inusitada de pequeñas salas, algunas
bien y otras muy mal ubicadas, muchas con carencias importantes; en un octubre
que ha tenido las temperaturas más bajas de la historia, no tener un lugar
donde esperar la habilitación de la sala y verse obligado hacer una fila (las
localidades no son numeradas sino por orden de llegada) a la intemperie, muchas
veces en horarios extremadamente avanzados, conspiran con el éxito de una obra
que podría gustarnos pero que ya nos predispone mal para el posterior análisis.
Generalmente carecen de los elementos técnicos que serían una gran ayuda para
muchos de los actores, porque, y esto es muy importante, no están todos los que
quisieran sino aquellos que pueden. Qué significa esto. Que si bien los precios
son más acomodados, al ser tantos y no estar en el área céntrica carecen de
público. Los actores trabajan gratuitamente y hasta, muchas veces, pagan para
poder estar sobre el escenario. Pero todos, sin excepción, tienen que tener
otro trabajo, que les permita sobrevivir o alimentar a su familia. Con lo cual
debe deducirse que no todos están en condiciones de subirse a ese tren. Decía
que carecen de los elementos técnicos como micrófonos individuales o de
ambiente, que realce su voz, dificultad con la iluminación y una escenografía
absolutamente precaria, con la necesidad de remplazar el telón de boca con
luces apagadas, que no siempre están bien coordinadas. Claro los buenos
técnicos no siempre están para este tipo de representaciones.
Y a todo esto se suma aquello que
mencioné antes. Es bastante frecuente que las obras hayan sido escritas por
alguien que está luchando por hacerse un nombre, pero que solo un golpe de
suerte lo hará llegar a los grandes círculos. En muchas ocasiones el mismo
autor es uno de los que representan la obra, lo que no quiere decir que
realmente estén en condiciones de hacerlo. Esto, por supuesto, tiene la ventaja
de abaratar las cosas. No hay que pagar regalías por la representación de una
obra conocida y si encima el propio autor la actúa nos ahorramos un presupuesto
o, como decía antes, le resulta posible juntar la gente que puede tener el
tiempo para ensayar y actuar, más allá de su trabajo diario.
Y voy a agregar un pequeño
detalle que creo es importante para tener en cuenta. El cine es magia. En el
puedo hacer cosas que normalmente no serían posible. El cine permite argucias y
trucos para darle el sentido a la historia que se pretende transmitir. Por el
contrario el teatro es la vida misma. No hay más magia que la que ponen los
actores en su interpretación. Cuando conversamos con alguien, cuando tenemos
una disputa o nos reunimos a tomar un café, no hay música de fondo. Más aún, a
veces, hasta resulta molesta si algo está sonando cerca nuestro y es habitual
que uno diga vamos a otro lugar menos ruidoso, donde podamos charlas con
tranquilidad.
Pues bien, se ha puesto de moda
ponerle a las obras música de fondo. Y esto es todo un problema porque el actor
no solo tiene que luchar con la falta de medios técnicos, es decir, actuar, como
en la antigua Grecia, a grito pelado, sino que encima tiene que competir con una
musiquita que lo invade todo, no siempre tiene relación con lo que está
ocurriendo, y dificulta la audición, porque, por si no lo pensaron, la mayoría
de los espectadores son gente grande, que con altísima frecuencia tienen
problemas de audición, y muchas veces no llegan enterarse “de que se trata”.
Dicho todo esto, me saco el
sombrero para hacer una reverencia a todos aquellos que con mayor o menor aptitud,
pero con igual garra, con el mismo deseo, hacen el tremendo esfuerzo por
alcanzar sus sueños, e indirectamente por alimentar los nuestros. Por hacernos
la vida más llevadera, por tratar, lo logren o no, contarnos una historia,
transmitir un mensaje, regalarnos el mejor arte que pueden tratando de que
podamos recibir esa emoción que ellos sienten cada vez que se presentan ante el
público. A todos ellos gracias. Más allá de los comentarios que posteriormente
haré de cada una de las obras que he visto en los últimos días, gracias por ese
esfuerzo, por esas ganas, por no dejarse vencer y seguir luchando para alcanzar
el otro extremo del arco iris.
Con todas la carencias que mencionas,el teatro ha pasado a ser parte de nuestra vida y el respuesta a la pregunta ¿qué hacemos hoy?. El cine fue un gran amigo en épocas muy puntuales de nuestra vida, pero hoy se torna muy esquivo, con el teatro independiente hemos logrado llenar ese vacío y prácticamente por el mismo valor; de tener que elegir alimentar la producción hollywoodense y alimentar a los nuestros, elijo lo segundo, aunque coincido que a veces algunos dejan mucho que desear. De todas maneras de una manera u otra estamos viviendo la emoción de descubrir sitios que desconocíamos y esfuerzos que merecen ser estimulados.
ResponderBorrarNunca he asistido a una de estas "obras caseras" pero he oído hablar de ellas y recuerdo haber visto algún documental... Siempre que haya un mínimo de calidad, me parece una buena opción para variar y experimentar... Saludos, Alberto
ResponderBorrar