El hombre nadaba con
desesperación. Estaba al borde de sus fuerzas pero no se iba a rendir. La violencia
del agua tendía a empujarlo, a tratar de arrastrarlo y sumergirlo en sus
oscuras profundidades. Los troncos que eran llevados por la corriente lo
golpearon con dureza, alguno llegó a producirle heridas en brazos y hombros.
Pero nada lo habría de detener. Su férrea voluntad tendría que vencer cualquier
obstáculo. El agua se le metió en la boca, en los oídos, por momentos sentía
como que todo era un sueño, que estaba en otro lugar, que esto no estaba
sucediendo. Pero inmediatamente reaccionaba y sacaba fuerza de flaquezas para
continuar moviendo los brazos con redoblado esfuerzo.
De pronto sintió que sus pies
rozaban contra una superficie blanda, arenosa y comprendió que ya estaba, que
había llegado. “No te desconcentres” pensó, aún esto no ha terminado. Cuando
llegó a la orilla una ola de adrenalina lo empujó con desesperación y trepó
sobre una roca donde se tendió con los brazos abiertos. Su pecho subía y bajaba
como un pistón. Ya estaba a salvo Pero
él sabía que eso no era todo. Aun le quedaba lo más importante por hacer.
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El sol alumbraba la mañana del
domingo en todo su esplendor. El paseo que habían planificado ese día se presentaba de una manera impecable.
Era una comunidad muy unida y al margen de ayudarse entre todos para las tareas
diarias solían hacer este tipo de reuniones. Una salida hacia diferentes
lugares para disfrutar de un encuentro con la naturaleza y compartir entre
todos, lo que aumentaba la amistad y la buena convivencia.
Ese día habían planeado una
excursión hacia la isla de la capilla.
Un nombre extraño para una isla
pero tenía una simple explicación. A unos kilómetros del pueblo corría uno de
los ríos más importantes de la región. Era tan ancho que los primeros
exploradores creyeron que era un mar, un mar interior. Sus aguas se movían con
violencia, pero a su vez habían sido las proveedoras de los peces que habían
constituido sus primeras comidas mientras buscaban un lugar donde construir las
viviendas. Había una isla en el centro
del rio y les pareció oportuna para construir su aldea. Un lugar ideal. Estaba
justamente en el medio de la corriente y era de por si una defensa natural.
Construyeron embarcaciones
primitivas, pero lo suficientemente fuertes, como para trasportarlos a todos y,
felices, se dieron a la construcción de lo que iban a ser sus hogares. Lo
primero que hicieron fue agradecer a sus dioses y construyeron un templo. Una
parroquia pequeñita para rendir el culto que consideraban indispensable.
Lo que no sabían era que cuando
se daban las lluvias intensas en la naciente del rio, y en todos sus afluentes,
el agua crecía en forma desmesurada y cada tanto llegaba con su fuerza
arrasadora y cubría la isla totalmente. Y
esto fue lo que ocurrió una noche cuando todos dormían. El ruido atronador del
torrente despertó a muchos que corrieron avisando a los otros lo que sucedía.
Solo con lo puesto, algunos en camisón, alcanzaron a subir a los botes y así
salvaron sus vidas. A duras penas llegaron hasta la orilla y desde allí vieron
como todo lo que habían construido era destruido por la fuerza avasallante de
las aguas. Milagrosamente, al menos para ellos, lo único que quedó en pie fue
la capilla.
Decidieron volver a armar sus
casas en un sitio más alto y, como recuerdo de esa noche trágica, se podía ver,
a lo lejos, la pequeña capilla en la isla, en el centro del rio.
Pasó el tiempo, fueron
progresando y para evitar contratiempos construyeron una represa, en un lugar
donde el cauce se angostaba, de manera que consiguieron prevenir las futuras
inundaciones. El caudal de agua regulado mostraba a la isla más cercana y
pronto se convirtió en un paseo para los pobladores de la nueva aldea. La isla
de la capilla era solo un mal recuerdo que habían convertido en un sitio para
visitar y pasar un especie de día de campo.
Para ese entonces habían decidido
hacer un festejo comunitario, se había cumplido un aniversario del asentamiento
y, como festejo principal, habían organizado una encuentro para toda la gente
de la aldea en la isla de la capilla. Y era lógico, ya que era una manera de
revivir su verdadero origen, el sitio donde habían comenzado a realizarse sus
sueños.
Para hacerlo más completo habían
construido unas naves siguiendo el estilo precario de aquellos primeros
pobladores, sabiendo que ahora el recorrido era mucho menor. Armaron sus
viandas, con la idea de compartirlas con sus vecinos. Y entre cantos y risas
salieron en caravana en la mañana, muy temprano. Un sol tenue anunciaba que sería
una buena jornada. Hasta iba con ellos Ángel, ese joven extraño, que no se
relacionaba con nadie. Era un individuo de gran contextura, muy fuerte. No
tenía un trabajo fijo, sino que todos lo
conocían y contrataban cuando había que hacer algo pesado. Tanto era hachero,
como albañil, ayudaba en la cosecha o cargaba las bolsas con el trigo en los
carromatos que llevarían lo cosechado a los graneros. Era un tipo querido pero
muy huraño. Sin embargo, ese día se había unido al grupo y todos estaban
felices de tenerlo con ellos.
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Un sonido sordo, lejano. Un
craqueo insignificante seguido de un murmullo apenas audible, que lenta y
progresivamente iba en aumento, comenzó a llegar desde lo lejos.
La gente cantaba y bailaba
acompañado por el grupo de músicos del pueblo que, a medida que avanzaba el
festejo, cobraban más impulso. Las risas y las voces se repartían en el aire en
ese día especial.
Ángel, se había separado del
grupo y fue por eso que fue el primero en notarlo. El agua cobraba fuerza, la
corriente se hacía a cada momento más violenta y, sin lugar a dudas, iba
creciendo cubriendo las rocas de la orilla. Prestó atención y pudo oír el sordo
ruido que se incrementaba amenazadoramente. El muchacho comprendió rápidamente
lo que estaba sucediendo y corrió lo más rápido que pudo hacia el grupo más
cercano. Gritaba y hacía ademanes pero nadie le prestaba atención. El bullicio
tapaba su voz y la alegría reinante no reparaba en la desesperación del hombre.
Trató de llegar hasta los que dirigían el pueblo pero no pudo. Finalmente
corrió angustiadamente hacia la capilla, se lanzó escaleras arriba y se colgó
del badajo de la campana. El sonido del bronce se extendió como un manto sobre
todos los alegres y desprevenidos pobladores.
Se hizo un silencio súbito y
todos miraron hacia la torre de la capilla. - ¡Se ha roto el dique! ¡Se ha roto
el dique! – Exclamaba moviendo sus brazos Ángel. En un principio no
comprendieron pero luego escucharon el sordo rumor que hacían las aguas que
crecían frenéticas. El primer pensamiento fue correr hacia las embarcaciones en
las que habían llegado. Pero, cuando se acercaron hasta el lugar donde las
habían dejado, descubrieron que el violento torrente las había despedazado
contra las rocas. Las débiles barcas armadas al estilo primitivo no habían
soportado en embate del rio desbocado.
Quedaron atónitos mirando como
las aguas iban creciendo rápidamente y fue entonces que comprendieron que no
tenían alternativas, habían sido demasiado confiados, y muy pronto las
posibilidades de escapar a un terrible destino era prácticamente nulo. El guía
espiritual reaccionó rápidamente – La capilla es lo único que quedó en pie… refugiémonos
en ella y esperemos… tal vez el milagro vuelva a darse… - - a la capilla rápido
– gritaron algunos – Recemos, recemos por un milagro – gritaron otros.
Ángel los miró asombrado. No
podía entender esa actitud. Él no se iba a entregar mansamente. Con decisión
corrió hacia la orilla, del lado del acantilado y desde allí se lanzó al agua.
El frio pareció clavarse como agujas buscando perforarle la piel, pero inmediatamente
comenzó a nadar y lentamente se fue alejando de la isla. Sabía que cuando el
rio crecía era como un mar, que la distancia era demasiado grande pero, sin
lugar a dudas, era la única alternativa posible.
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El motor de la embarcación que
surcaba las aguas rumbo a la isla hizo que se hiciera silencio en la capilla.
Alguien se asomó y sin poder creer lo que veía comenzó a hacer señas.
-
Es Ángel – gritaban
-
Nuestro Ángel –
-
Gracias… gracias… el milagro se ha producido –
Efectivamente, Ángel llevaba con
habilidad el timón de una barca lo suficientemente potente como para cortar las
aguas rumbo al embarcadero.
Luego de recuperarse, con las
pocas fuerzas que le quedaban corrió hacia la aldea y allí tomó una de las
embarcaciones de los pescadores, mucho más fuerte y con un potente motor y se
lanzó a cruzar el rio embravecido. Ahora llegaba aun en el momento oportuno. En
pocos segundos el agua lo cubriría todo.
La alegría era inmensa y todos
elevaban sus manos al cielo.
-
Es cierto.. es un Ángel… El todo poderoso nos
envió un ángel –
-
Hay que ser agradecido… hinquémonos y
agradezcamos… -
Y todos se arrodillaron allí
donde estaban. Levantaron sus manos y con la conducción de su director
espiritual comenzaron a orar. Una oración solemne y unánime.
Ángel desde su barca quedó
atónito. No podía entender que era lo que estaban haciendo. Comenzó a hacer
gestos y proferir gritos. Pero sus llamados no eran oídos, el ruido cada vez
más estruendoso de las aguas que corrían enloquecidas y el murmullo de aquellos que estaban en la
isla no lo permitían.
No escucharon cuando Ángel les
grito desesperado que el grueso del agua no les daría tiempo, no escucharon
cuando el joven decidió girar la embarcación y alejarse, no escucharon cuando a
todo vapor y sin querer mirar atrás la barca cobró velocidad apurada por la
corriente.
Cuando hubo recorrido una cierta
distancia y se supo a salvo, recién giró para mirar y apenas si llegó a distinguir
la punta de la capilla que aún sobresalía de las aguas hasta que también cedió
para hundirse junto con el resto.
Miró al cielo. Las nubes ocultaban
parcialmente al sol. Se estaba nublando. Sacudió la cabeza de un lado al otro y
con los ojos llenos de lágrimas encaminó su embarcación aguas abajo. Unos
kilómetros más adelante había otra aldea, con otras personas, quizás allí lo
recibirían y podría por fin establecerse. Solo esperaba que no fueran tan… tan…
No supo que palabra usar. Faltaba poco para llegar y se concentró en que todo
funcionara correctamente.
aocolonna
setiembre de 2016
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