El primer paso es escoger una calabacita apropiada. Esa que usamos para hacer un mate.
Luego se cortan tiras de papel de diario y se ponen a
remojar.
Con harina y agua se prepara el engrudo.
En el hueco del mate se coloca un tubo de cartón que
sobresalga unos tres o cuatro cms del borde.
Capa por capa se cubre el mate con el papel húmedo y
embardunado con el engrudo y se lo extiende hasta el tubo de cartón.
Con el mismo papel, pero ya amasado y transformado en una
especie de pasta se arman los rasgos que uno pretende en la cara. La nariz, las
cejas, los párpados que van a dejar el espacio para los ojos, los pómulos y los
labios. En la parte inferior se hace un pequeño reborde, como para que no se
deslice el futuro vestido.
Se lo deja secar y con témpera o acrílico se lo pinta. Las
cejas oscuras, los pómulos rosados o rojos, los ojos blancos y luego el centro
con el color elegido.
Finalmente se le pega el cabello, los bigotes y la barba, si
el personaje lo requiere, y hasta pueden colocarse en los ojos alguna piedra o
botón que lo haga resaltar.
Finalmente se tomará una tela y se cortarán dos partes
iguales. Un rectángulo largo y levemente ancho. En uno de los extremos dos
rectángulos, uno a cada lado más cortos, hacia los lados y en ese mismo
extremo, pero en la punta, un rectángulo pequeño. Se cose en el borde. Dejando
libre los extremos de las rectángulos laterales y el del extremo y el opuesto
de la parte gruesa.
Se da vuelta como si
fuera una media. En el extremo de los pequeños rectángulos se cosen las que van
a ser las manos, hechas con tela de color rosa o blanca. Por el extremo del
rectángulo superior se introduce la parte que corresponde al tubo y se lo
ajusta. El reborde no permite que se salga.
La mano se introduce por la abertura grande, el dedo índice
va en el tubo, para mover la cabeza, el pulgar en uno de los cilindros, sería
el brazo izquierdo y el medio en el otro, o sea el derecho.
Ya tenemos un títere de guante
En otra oportunidad les voy a contar como se hace el teatro,
aunque yo he podido ver al más grande de los titiriteros de la Argentina, Maese
Javier Villafañe, improvisar uno con una simple frazada, porque la magia estaba
en sus manos y sus palabras, más allá de cualquier escenario.
La marioneta o títere de varilla son otra cosa y también les
enseñaré como se hacen. Pero nunca fueron los nuestros. Los poetas
trashumantes, que iban de pueblo en pueblo, usaban títeres de guante. Todo lo
demás era para la gilada, como tantas cosas en el arte.
Hagamos la salvedad que había compañías de marionetas
internacionales, como los Puppi de Podreca, que eran maravillosos y que hacían
representaciones espectaculares. Pero eso eran situaciones especiales.
Siendo pequeño conocí a Sara Bianchi y Mané Bernardo, ya en
ese entonces tenían en mente crear el museo de títeres. Al igual que mi padre
muchos nunca le enviaron alguno de sus muñecos para ese fin y por ello hoy no
figuran. Pero eso no quita que deberían tener un espacio que los recuerde porque
fueron los que alimentaron la profesión de titiritero. No eran los cajetillas
que se movían cómodamente en Buenos Aires. Eran los que recorrían los caminos
de los diferentes pueblos, sin detenerse demasiado en ningún lugar, haciendo
amigos transitorios en cada sitio, dándoles ese color romántico a los magos de
los muñecos, que a veces eran la única expresión de libertad que se filtraba
entre las rejas de los dictadores.
En un papelito pequeñito, que muy pocos leen, se recuerda a
los hermanos Di Mauro. Ni se menciona a Pepe Ruiz, que con su teatro del Tío
Pepe, seguía los pasos del más grande de todos, el heredero directo de los
Títeres de Cachiporra de Federico García Lorca, que con su carreta, llamada “La
andariega”, con su infaltable mameluco, su barba y su panza, el enorme Javier
Villafañe, llevó la alegría y el mensaje titiretil a los rincones más alejados
de nuestra América.
Es una pena que lo que debiera ser un reservorio de la
memoria para aquellos que no vivieron ese maravilloso mundo no los tenga en
cuenta y se regodeen en la actividad de algunos que se movieron en la comodidad
de su capacidad diplomática o política. Pero así es la vida.
Sin embargo la memoria no muere, la llama se mantiene viva
en todos aquellos que alguna vez se entusiasmaron y gritaron frente a esa
ventanita donde, se abría el cortinado, para acceder a un mundo de fantasía y
de arte.
Los que tuvimos la suerte de ver, como yo, a los presos de
la cárcel de Azul, entusiasmarse con los
títeres de Javier, con su teatro del Paraguas, no pueden olvidar ese mundo de
maravillas.
Y no puedo dejar de rendir mi
homenaje a los Títeres Cololem (Colonna-Lembi). Pionero en muchas de las técnicas,
que sorprendían y copiaban todos aquellos que visitaban mi casa o con los que
nos encontrábamos en el olvidado Festival de los Niños en Necochea.
Y permítanme que, inmodestamente,
agregue aquí al teatrillo Colosan (Colonna-Sanguinetti) que con mi
amigo/hermano Néstor Sanguinetti animábamos permanentemente las fiestas
familiares.
La visita al Museo Argentino del
Títere, movió muchas cosas dentro de mí. No pude evitar que mis ojos se
llenaran de lágrimas. Es una pena que solo sea un muestrario de algunas cosas y
no de las más importantes, pero como siempre le digo a Mirta, “uno es más que
cero”.
¡Excelente!!! Se lo mucho que significó para vos la visita, recién deje la opinión en la página del museo, por lo que pude leer en uno de los comentarios parece, que como de costumbre, hay internas que justifican lo que sucede. Nunca valoramos lo nuestro, roguemos porque no destruyan también lo que queda.
ResponderBorrarEs notable, esta mañana había una notera de TV que estaba en un lugar prohibido y orgullosamente mostraba como ella se había metido igual y lo justificaba diciendo: "Somos argentinos". No entiendo eso de vanagloriarse de ser mal educados, ignorantes y, por supuesto, fanfarrones y aquí se empalma con tu comentario. Todo el mundo se preocupa por chapear, no se han dado cuenta que no son nada más que un instante y luego desaparecen para siempre. Los títeres han formado una parte muy importante de mi vida, por eso me emociono y me llegan, pero también me duele que se arme un supuesto museo del títere para ensalzar solo a dos personas. Es muy lamentable.
ResponderBorrarUna neblina de olor dulzón flotaba ante mis ojos, me sentía la cabeza pesada y entumecida. (...) Mientras iba respirando me olvidaba de quién era. Pensé que muchas cosas fluían gradualmente de mi cuerpo, me convertí en una marioneta.
ResponderBorrarRyu Murakami
¡Vaya arte de hacer con los títeres una imitación de la vida!
Interesante visita, no me cabe la menos duda!! Todas las cosas guardan una historia que bien conocida las engrandece. Así sucede con el mundo de los títeres, un completo desconocido para mi hasta ahora mismo. Tengo que reconocer que siempre me provocaron algo de miedo, una sensación extraña que se ha prolongado a lo largo del tiempo alejándome por completo de todo lo que tenga relación con él. Me alegro un montón de haber entrado y conocido desde otro punto de vistan esta forma de arte y espero que se conserve y evolucione con fuerza en el futuro. Gracias!!
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