Como en todas las ciudades del mundo, en Buenos Aires también se dan las situaciones insólitas, que si bien nos sorprenden a algunos, a la gran mayoría les pasan desapercibidos.
El barrio de la Recoleta es uno de los sectores de mayor
nivel (económico) de nuestra capital.
Nació de la existencia de un convento de la rama de los
Recoletos y se desarrolló cuando se produjo una epidemia de fiebre amarilla y
la gente pudiente se alejó de las áreas céntricas para irse a vivir, de alguna
manera en forma aislada, en la zona norte, o sea alrededor de la iglesia. En
esa zona se estableció un sitio donde enterrar sus muertos y hoy es uno de los
cementerios más importantes del mundo (Junto con los europeos que ya son muy
conocidos y renombrados). Cada familia encumbrada competía, aun en la muerte,
por demostrar su posición social y contrataban a los mejores escultores para
que realizaran las bóvedas de sus familias.
Recorrerlo es
encontrarse con la historia política y artística de un tiempo en que cada
familia trataba de mostrar sus blasones aun en las cosas más absurdas pero que,
gracias a ello, hoy tenemos fantásticas obras de arte y, si queremos, mucho
hilo para cortar en lo que respeta a los entretelones del poder.
Lo insólito es que, en la actualidad, a su alrededor se han
desarrollados centros comerciales de renombre a los que la gente acude (La
mayoría por esnobismo) y en días festivos, como los actuales, frente a los
muros austeros de las almas que deberían descansar en paz, el mundo muestra el
otro extremo y el bullicio y la alegría impregnan el ambiente, en un contraste,
que si se quiere, resulta hasta grotesco.
Rodeando el cementerio se encuentran los mejores y más
renombrados restaurantes y uno de los shoppings de más “nivel”, el Village
Recoleta, con sus doce cines y sus tiendas con las mejores marcas.
Cuando muere el día, la noche se va aposentando sobre los
monumentos, y el bullicio va muriendo dando lugar a la paz y el reposo, las
sombras resaltan las figuras magníficas, pero tristes, de alguien que pasó,
dejo sus anhelos, sus esfuerzos, para ser luego nada más que el exponente de
una absurda demostración de fastuosidad que, para el habitante de ese mundo,
carece totalmente de importancia.
Un colega oftalmólogo, el Dr. Lopez Matto, se ha dedicado a
estudiar este cementerio y publicó un libro con un título llamativo: “Ciudad de
ángeles”.
Cuando volvíamos, ya anocheciendo, de nuestra habitual
caminata, con Mirta, tomamos por una calle por la que no solemos pasar y de
pronto la imagen se presentó fantasmagórica y celestial. En toda su magnitud. Allí
comprendí el porqué del título del libro.
La intención de este post es compartir las dos sensaciones
que viví ese día. Por un lado la celebración de la vida junto a la solemnidad
de la muerte. Por el otro el mundo callado de las imágenes que se vuelven
etéreas y se transforman en guardianes del alma en el ocaso de la Recoleta,
allí donde los grandes creyeron que podían ser inmortales, sin pensar que todos
los seres humanos son iguales y existe un sentimiento común que es, nada más ni
nada menos, que el olvido.
Como siempre nos das una lección sobre la vida . Es de los mas bonitos que te he leido. Los italianos tienen un dicho: La morte deve trovarti vivo. La muerte debe encontrarte vivo. Y que manera mas hermosa de festejar la vida que vivirla. Aun al lado de esa solemnidad y pomposidad de la muerte eterna
ResponderBorrarMe gustó el dicho sobrino, lo voy a adoptar. Es realmente una lección, por lo menos lo fue para mi. Allí donde menos lo esperas salta la liebre.
BorrarVida-muerte, muerte-vida, silencio-bullicio, respeto-indiferencia...cuantos sentimientos encontrados, a veces no muy bien llevados.
ResponderBorrarMe gusto la entrada, para reflexionar sobre la vanidad y la fragilidad de nuestra existencia...
Gracias Mirti. Juntos recorremos estos caminos que a veces nos sorprenden. ¿Cuantas veces hemos pasado por allí? Sin embargo en esta ocasión se me presentó todo como un grotesco en un fastuoso teatro.. No dejes que pase un día sin haber aprendido algo
BorrarExcelente descripción del lugar, sin duda.
ResponderBorrarEn España hay un dicho recurrente, y a veces improcedente, con su dosis de verdad y también de socarronería:
"El muerto al hoyo y el vivo al bollo"
Un saludo!
Gracias por tu comentario y nunca mas actual el viejo dicho.. Lo vivo diariamente pero nunca de una forma tan contrastante como en esta ocasión. Un abrazo.
BorrarEs muy intenso ese contraste, al menos a mi me lo parece..Porque en esos momentos en los que se pone de manifiesto lo frágil e intrascendente de una vida se comprende lo verdaderamente grande y hermoso del latir imperceptible que nos sustenta. Saludos Alberto
ResponderBorrarvoy a coincidir contigo. es un sitio que tiene mucho para conversar, algún dia voy a hacer un post de esto. Muchísimas gracias por tu comentario.
BorrarContrastes de la vida moderna, aunque al final todos tenemos un lugar común, al otro lado del muro. Una historia muy interesante.
ResponderBorrarSiguiendo la línea de los comentarios anteriores y coincidiendo contigo te dejo otro viejo refrán: al final del juego el peón y la reina van a parar a la misma caja. Gracias por tu comentario.
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