EL PARAISO O EL INFIERNO

Cuando uno expone sus trabajos al publico puede tener una respuesta agradable o ser ignorado olímpicamente. Pasamos del paraíso al infierno en pocos instantes. Y uno debe hacer el ejercicio de construir lo que le gusta sin importarle lo que el otro piense. Si algo es bonito para mi deberá ser suficiente. Es un ejercicio difícil. Las caricias son agradables, pero lamentablemente hoy las manos están para otra cosa.

sábado, 20 de diciembre de 2014

¿UN CUENTO DE NAVIDAD?


En aquel tiempo en que la tierra estaba gobernada por dioses y diosas que se parecían mucho a los hombres, dos divinidades caminaban por el bosque, un día de invierno, cuando se vieron sorprendidas por el llanto de un niño.
Curiosas se acercaron y encontraron en una cesta un pequeño pichón de hombre que había sido abandonado a su suerte.
Las diosas se conmovieron y decidieron llevarlo con ellas.
En un primer momento el dios mayor se opuso a que conservaran al niño. Era un ser humano, no podía convivir con los dioses. Pero todo el mundo sabe cómo son las mujeres cuando se propones algo. El pequeño se quedó y, poco a poco, fue adoptado por todos los dioses que le fueron enseñando sus habilidades, de manera que se fue transformando en un joven fuerte y extremadamente inteligente. Le había puesto por nombre Noel.
Cuando llegó a la mayoría de edad, el dios mayor lo mandó a llamar. Le explicó que él era un mortal y que no pertenecía al mismo sitio que el resto de los dioses. Pero como había sido adoptado por todos ellos podía quedarse sin inconveniente. Sin embargo, tenía la obligación de mostrarle como era la tierra, como vivían sus semejantes. Tenía que conocer su verdadero origen.
El joven aceptó de muy buenas ganas y entonces el dios lo envolvió en su capa y lo llevó a recorrer cada uno de los rincones del planeta.
Cuando regresaron el muchacho estaba impresionado. Había visto tanta gente que vivía en la pobreza, que apenas si tenía lo justo para sobrevivir. Tantos chicos que no podían disfrutar de su niñez, que él tenía una obligación para con sus semejantes.
Les explicó a los dioses que los amaba, que había sido feliz al lado de ellos, pero sentía la necesidad de volver a convivir con los de su clase. Con todo lo que había aprendido podía ayudar a disminuir en algo el padecimiento de muchos.
Fue así que Noel eligió un lugar donde le pareció que más falta hacía y allí fue depositado por el dios mayor, en una pequeña casa en medio del bosque.
A partir de ese momento dedicó su vida a ayudar a cuantos podía. El lugar era extremadamente pobre y las necesidades interminables. Pero trabajó duro y no desmayó un segundo dando una mano allí donde sabía que podía hacerlo.


No muy lejos había un orfelinato. Un sitio donde había muchísimos chicos que, como el, no sabían que había sido de sus padres. Solos y abandonados nadie se acordaba de ellos.
Pensó que sería bonito hacerles un regalo, posiblemente no resolvería sus problemas pero en algo mitigaría su mala vida.
Comenzó a trabajar construyendo juguetes. Construyó tantos juguetes como niños había en el orfanato. Terminó cerca del final del año. Nada mejor. Le pareció que era un momento oportuno para llevar sus presentes.
Cargó todo en su trineo y se dispuso a partir.
Tenía un solo inconveniente, para llegar a su destino debía cruzar por los terrenos del dueño del pueblo. Era un hombre malo y desalmado y, con seguridad, no iba a querer que pudiera llevar los presentes.
Marchó con prudencia y se escondió entre los árboles para ver si podía pasar. Se dio cuenta que iba a ser muy complicado. Hombres con feroces perros recorrían todo el perímetro de la propiedad.
Aguardó con paciencia y cuando llegó la noche, los hombres se retiraron. Ataron a los perros y dejaron una pequeña guardia, que al poco rato ya estaba dormida.
Sin hacer el menor ruido el joven se deslizó hasta cruzar la zona y, entonces si, se dirigió a su destino. El problema fue que como era de noche ya todo estaba cerrado. Los niños estaban durmiendo.
Pensó, pensó y en eso vio la chimenea. ¡Seguro!, la chimenea sería una buena manera de entrar. Se deslizó por su interior y llegó con los juguetes al interior del edificio.
¿Qué hacer, ahora? Fue allí cuando vio las medias de cada uno de los chicos colgando en la chimenea para secarse, ya que por la nieve terminaban siempre mojadas. Que mejor forma de distribuir los regalos y  no olvidarse de ninguno.
Colocó los regalos en cada par de medias y sin decir palabra volvió a salir por donde había entrado.


Es imposible que el lector pueda imaginar la alegría de los huerfanitos cuando despertaron y se encontraron con sus medias llenas de juguetes.
Fue algo tan increíble, tan bonito, que el joven Noel decidió que todos los fines de año haría el mismo juego. Y fue así que durante años repitió su entrada por la chimenea, en la oscuridad de la noche, para dejar los presentes en las medias colgadas en el borde.
Fue pasando el tiempo y los años le fueron haciendo cada vez más dificultosa su tarea. Pero hubo muchos otros jóvenes que entusiasmados con su ejemplo se le fueron uniendo, transformándose en sus ayudantes. Fue así que pudo ampliar sus actividades. Llegar más lejos, hacer felices a más familias que esperaban su llegada.
La gente lo conocía y lo ayudaba y de una forma cariñosa comenzaron a decirle papá. Era como un reconocimiento a su actividad protectora, como si fuera el papá de todos.
Fue envejeciendo y se dio cuenta que llegaba al final de su vida. Era mucho lo que hubiera querido hacer, pero igual estaba feliz.
Se sentó en un sillón que era su preferido, debajo de un enorme pino que había en la puerta de su casa y mirando la estrella polar se entregó mansamente.
De pronto la estrella comenzó a moverse, dio un giro y se posó en la punta del pino, que se iluminó con miles de luciérnagas que revoloteaban entre sus ramas y se adornaba con cientos de mariposas que abrían y cerraban sus alas multicolores.
Las diosas, que habían vigilado siempre todo lo que hacía, como buenas madres. Fueron a hablar con el dios mayor.
Y como dije antes. Cuando las mujeres se proponen algo con seguridad lo consiguen, el señor de los dioses descendió hasta donde el anciano yacía y con su dedo índice lo tocó suavemente.
“Te otorgo la inmortalidad” le dijo. “A partir de este momento pasas a ser uno de nosotros” y ya se iba a marchar cuando el anciano despertó y exclamó “¿Y mis renos? Sin ellos no puedo trabajar”.
Entonces el dios lanzó una carcajada y haciendo el mismo gesto tocó la nariz de uno de los renos que se iluminó, de pronto, tomando la forma graciosa de un farolito rosado.
Apenas se marcharon los dioses. Papá Noel subió a su trineo y con un movimiento de su mano los renos levantaron vuelo y se deslizaron en la noche. Una luz roja que prendía y apagaba y una risa muy particular que era característica del anciano “Ho, ho, ho”, denunciaban su presencia.


Allí abajo, en medio del bosque un pino con una estrella en su extremo resplandecía lleno de luces y adornos de colores.
En la tranquilidad de la noche alguien tocaba una canción. Supongo que por provenir de algún lugar de la villa, algunos, le llamaron villancico.



1 comentario:

  1. Qué bueno Alberto, te felicito por esta versión tan genial del "Papá Noel". Es muy entrañable. Saludos!!

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